𝒳𝒳𝒳𝐼𝒳- 𝓟𝓼𝓲𝓺𝓾𝓮 𝓭𝓮 𝓱í𝓫𝓻𝓲𝓭𝓪-

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*Separador: Krista*

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*Separador: Krista*

—¡Bájate ya!

Suspiré al ver toda la energía que llenaba el cuerpo de la niña, que colgaba animada entre los árboles como un mono. Volví a regañarla una y otra vez, pero cuanto más le ordenaba, más empeño ponía en hacer lo contrario. 

Alguien que me dé paciencia o la dejaré aquí mismo. 

—¡No, quiero esa manzana de allá! —Señaló una manzana enorme y roja, bastante lejos del suelo. Habiendo tantas, escogió la más alejada y difícil de alcanzar. 

—¡Toma cualquiera, todas saben igual! 

Miré algunas piedras en el suelo y, por un segundo, pensé en lanzárselas a la manzana... o al chango, pero eso no sería muy maduro de mi parte. 

—¡Si no bajas ahora, te haré bajar! 

—¡Inténtalo, abuela! —Se burló de mí ante la amenaza, provocando mi molestia.

Estiré la pierna para comprobar que ya estuviera bien curada y, con una media vuelta, pateé el árbol con toda mi fuerza. Varias manzanas cayeron al suelo con aquel acto, incluyendo la dichosa manzana... y, por supuesto, la niña. 

La tomé en brazos antes de que se estrellara contra el suelo y le sonreí con arrogancia. 

—¿Decías? 

Para mi sorpresa, ella solo se rio y gritó entusiasmada: 

—¡Otra vez!

Negué, ya más seria, y con ella en brazos me agaché a recoger la manzana, se la ofrecí y comencé a caminar hacia el castillo, donde supongo ya estarán Evanna y Sam. 

—No me gustan las manzanas —Dijo con las mejillas rojas y una sonrisa enorme— Era para ti. 

Para evitar decir algo que luego me avergonzara, simplemente abrí la boca para que ella me alimentara. Ella, entendiendo el mensaje, llevó la manzana hasta mis labios, permitiéndome darle una mordida. 

Continué caminando con la niña en brazos hasta la entrada del castillo. La bajé y tomé la manzana de sus manos. 

—Tengo algo importante que hacer, ¿por qué no vas a ver si ya puso la marrana? 

Ella se cruzó de brazos, sonriendo, y negó. 

—¿Puedo acompañarte? 

Negué, sabiendo que lo que me esperaba no sería agradable. Evanna volvería a conectarme con mi lazo, y no quería que la niña presenciara cómo me desgarraba de dolor. 

—Es cosa de adultos. 

—Mamá siempre dice eso... —   Bajó la mirada, triste y decepcionada. Simplemente negué y sonreí. 

Infierno Escarlata (C.E 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora