Capítulo 13: Pasado!

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ESO HAS hecho? –inquirió Lauren en un tono despreocupado. Casi parecía que lo que acababa de oír le aburriese, como si todos los días varias personas le confesasen que habían estado intentando engañarla. Y tal vez fuera así, pensó Camila entristecida. O tal vez, más probablemente, aquella muestra de aparente indiferencia estuviese cuidadosamente calibrada para desarmarla y atacarla cuando menos se lo esperase.

–Eso he hecho –asintió, escrutando su rostro. Los labios de Lauren volvieron a curvarse en una media sonrisa.

–Ven –le dijo al cabo de un rato–. Nos sentaremos con una copa en la mano y charlaremos de ello como personas civilizadas. Así podrás contarme qué quiere decir exactamente eso de que has estado mintiéndome todo este tiempo.

Confundida, Camila no pudo hacer otra cosa más que seguirla dentro. Ya en el salón, Lauren se sirvió una copa de vino en la barra de bar que había en el rincón. Le preguntó a Camila qué quería tomar, y cuando ella le dijo que nada, se limitó a encogerse de hombros y fue a sentarse en uno de los sofás. Tras haberse acomodado, miró a Camila y enarcó una ceja, invitándola a explicarse.

Camila, que estaba demasiado nerviosa como para sentarse, entrelazó las manos y bajó la vista a ellas con el ceño fruncido. El corazón le latía muy deprisa, y se notaba acalorada y mareada. Lauren estaba tan distante y tan fría de repente, allí sentada, como si apenas se conocieran. Y ella sólo estaba empeorando las cosas allí de pie, retrasando lo inevitable, dejando que el incómodo silencio se prolongase.

–Para empezar creo que debería confesarte que ya te conocía, aunque sólo de vista, antes de aquella fiesta en tu yate –le dijo, mientras afuera comenzaba a caer la noche–. La primera vez que te vi fue en un baile en casa de mi padre cuando sólo era una chiquilla.

Lauren tomó un sorbo de vino y se echó hacia atrás, apoyando un brazo en el respaldo del sofá. Sus ojos se habían oscurecido, pero aún brillaba en ellos un destello esmeralda, y Camila lo interpretó como un buen signo, o al menos no negativo.

Inspiró y le confesó todo, allí de pie frente a ella, como un penitente ante una reina: cómo la mala gestión de Austin había hecho que la fortuna de la familia estuviese a punto de llevarlos a la ruina, la delicada salud de su madre, que necesitaba el dinero de su fondo fiduciario para poder saldar sus deudas y ocuparse de ella, el repugnante ultimátum que le había dado su hermano y su odio obsesivo hacia ella. También le explicó que ése era precisamente el motivo por el que la había elegido, y lo que su hermano esperaba conseguir gracias a la asociación de sus apellidos, y de cómo la había sorprendido la inesperada pasión que había surgido entre ellas.

Habló y habló, sintiendo que en su estómago se formaba una bola de miedo cada vez más grande y más pesada. Mientras hablaba, Lauren apenas se movió. Tomaba un sorbo de su copa de cuando en cuando, pero aparte de eso simplemente la escuchaba con una expresión inescrutable.

Camila fue consciente en ese momento de que no tenía la menor idea de cómo iba a reaccionar. Lauren era una mujer fría, peligrosa, y estaba segura de que no era benevolente con aquéllos que la traicionaban. ¿Qué le haría a ella? Cuando hubo terminado de hablar, bajó la vista a sus manos de nuevo, haciendo un esfuerzo por no ponerse a temblar, por no echarse a llorar. Por no suplicarle. Y por no decirle que la amaba, algo que no debía hacer de ningún modo.

–¿Y ése es el motivo por el que dices que no puedes casarte conmigo?

Camila alzó la vista aturdida y escrutó su rostro, pero no vio nada en ella salvo el mismo fuego en su mirada. Como no se atrevía a decir nada más, se limitó a asentir.

Lauren se inclinó hacia delante, dejó su copa sobre la mesita frente al sofá, y Camila la observó con una mezcla de pánico y esperanza. Entonces se puso de pie y, acortando la distancia entre ellas, le dijo:

LA VENDETTA E L'AMOREDonde viven las historias. Descúbrelo ahora