La presentación

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Desperté, la resaca era muy fuerte.
Me sentía muy mal.
Minho no estaba, y el silencio abundaba.
Me levanté, aún seguía mareado.
Baje por las escaleras con cuidado.
Minho estaba allí, cocinando.
Se veía muy, bastante atractivo.
—¡Oh! Veo que despertaste. ¿Te sientes bien lix?
Me acerque a él y me senté.
—No me siento nada bien.
Sonrió
—Ya se te va a pasar, toma agua, y descansa.
—Tengo que volver a casa...
Suspiró
—¿Por qué no te quedas un rato más?
Lo miré y no respondí
—Vendrá mi madre, ella...Ella quiere conocerte...
Le sonreí
—¿Le hablaste sobre mi?
Su piel se torno de color rojo y evadió la pregunta, reí ante su reacción.
—¿Por qué te pones nervioso? dije sin borrar mi sonrisa
—Sabes muy bien por qué, silencio.

Minho no dijo más, solo continuó cocinando, pero noté que sus manos temblaban ligeramente. Parecía estar concentrado en evitar cualquier contacto visual conmigo. El olor de lo que preparaba inundaba la cocina, y aunque mi estómago aún se revolvía, sentí un pequeño nudo de curiosidad.

—No tienes que ponerte así, ¿sabes? —dije finalmente, rompiendo el silencio incómodo.

Minho dejó la espátula sobre la encimera y me miró, esta vez con una mezcla de frustración y algo más que no pude descifrar del todo.

—Es que... no es fácil. —Su voz bajó de tono, casi como un susurro—. Mi madre puede ser... complicada y me asusta la posible reaccion que tendra al verte.

Me quedé en silencio, tratando de entender. El hecho de que le hubiera hablado de mí a su madre era algo que no esperaba. Minho y yo habíamos tenido nuestros roces, pero esto era distinto. Era como si, de alguna manera, él estuviera dejándome entrar en una parte de su vida que no compartía con cualquiera.

—Bueno, si me va a conocer, será mejor que no me vea con esta cara de muerto, ¿no? —intenté bromear, aunque mi cuerpo aún se sentía débil.

Minho sonrió, una sonrisa sincera que borró por un momento su nerviosismo.

—Sí, será mejor que no te vea así. Anda, toma algo de agua y acuéstate en el sofá mientras termino aquí.

Me levanté con esfuerzo y obedecí. Mientras me tumbaba en el sofá, noté que el ambiente en la casa, aunque tranquilo, tenía una tensión que no terminaba de desaparecer. Miré a Minho de reojo, preguntándome qué clase de relación tenía con su madre y por qué le importaba tanto lo que ella pensara de mí.

Me quedé mirando al techo, tratando de no pensar demasiado, pero algo me decía que esa mañana iba a cambiar muchas cosas entre nosotros.

Después de un rato, escuché la puerta de entrada abrirse suavemente. Me incorporé de golpe, sintiendo una punzada de ansiedad recorrerme. ¿Sería su madre? Minho levantó la vista también, congelado por un segundo antes de recomponerse y caminar hacia la puerta.

—Mamá, llegaste temprano —dijo, con un tono algo tenso que no pasó desapercibido.

—No quería hacerte esperar —respondió una voz femenina, suave pero firme.

Traté de arreglarme un poco, aunque sabía que no había mucho que hacer para parecer presentable. Mi cabeza aún daba vueltas y mi cuerpo estaba lejos de sentirse en condiciones para enfrentar este tipo de situaciones.

Cuando ella entró al salón, me sentí observado. Era una mujer elegante, con un aire de autoridad que llenaba la habitación. Sus ojos se posaron en mí de inmediato, evaluándome, aunque mantuvo una sonrisa cortés.

—Tú debes ser Felix —dijo, y sentí que su voz, aunque amable, estaba midiendo cada palabra.

—Sí, mucho gusto —respondí, levantándome torpemente del sofá.

Pasos Opuestos:Al Ritmo Del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora