Las palabras

5 1 2
                                    

Después de lo sucedido en casa de Minho, no volví por un largo tiempo. Aunque él quería visitarme, prefería evitar pasar por otro momento incómodo, dejando que las cosas fluyeran a su ritmo.

Tras el fin de semana, volví a mis clases de danza. Por fin. Estaba tan contento. Entré con una gran emoción y saludé a todos. Noté enseguida que faltaba alguien.

—¿Minho no vendrá? —pregunté, extrañado—. Él siempre llega primero.

La verdad, no habíamos hablado mucho últimamente, y cuando lo hacíamos, eran conversaciones cortas. Hyunjin se encogió de hombros.

—Él siempre viene —comentó mientras se ajustaba las rodilleras.

No le di más importancia y seguí con la clase. Pero en la siguiente sesión, él tampoco apareció. Ya era raro. Además, no respondía a mis mensajes. Me puse a pensar: "¿Y si voy a su casa?" Podría ser incómodo, pero al menos sabría por fin por qué estaba ausente. Su falta se notaba, y no podía evitar extrañarlo.

Desde la última vez que lo vi, no podía dejar de pensar en mis sentimientos. Sentía que me gustaba, pero no estaba seguro. Necesitaba verlo frente a frente para saber de una vez por todas lo que realmente sentía.

Cuando llegué a la casa de Minho, toqué la puerta nervioso. Al instante, un hombre con el mismo temperamento que su madre me abrió. Me miró con una expresión de confusión, sin saber quién era.

—Hola, señor. Buenas tardes. ¿Se encuentra Minho? —Mis manos sudaban mientras intentaba parecer lo más tranquilo posible, pero su mirada fija me lo dificultaba.

El hombre suspiró y lo llamó.

—¿Quién es? —preguntó Minho antes de que la puerta se abriera, revelando mi presencia.

—Felix... —sonreí al verlo.

—Pasen, se está enfriando la casa —ordenó el hombre, mientras yo entraba con una reverencia y seguía a Minho hasta su cuarto.

Me senté en la cama, y él, en su escritorio.

—¿Qué te trae por aquí, Lix? —Se notaba nervioso, no paraba de tocarse las manos.

Abrí la boca para responder.

—Es que has estado faltando, y eso no es propio de ti.

Él sonrió, pero no era una sonrisa de felicidad, era una para evitar llorar.

—Mi padre... volvió hace unos días de su viaje. Estuvo fuera por mucho tiempo, y apenas puso un pie en la casa, empezó a darnos órdenes y reglas. Ya conoces a mi madre... ella es así por él. Él es peor.

Suspiró, y me acerqué a él.

—¿Pero qué tiene que ver eso con que faltes?

—Me prohibió volver a la academia. Dice que es cosa de mujeres... Y mi madre le contó sobre ti... No sé ni cómo te dejó entrar.

Me quedé en shock y suspiré.

—Ya veo, pero no debería decidir por ti. Es tu vida.

La conversación fue interrumpida por la repentina apertura de la puerta.

—Es su vida, pero vive bajo MI techo. Aquí se hacen MIS reglas —afirmó su padre con firmeza. Fruncí el ceño y me contuve de responder.

—Creo que deberías irte ya —dijo Minho, angustiado.

—Yo creo que no —sentenció su padre—. ¿Por qué no te quedas a cenar? Sería agradable cenar con el novio de mi hijo.

Minho se sobresaltó, y lo miré.

Pasos Opuestos:Al Ritmo Del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora