Todo por ti

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Decidimos dejarlo en un "tú y yo". Aunque queríamos ser pareja, ambos necesitábamos aclarar nuestras mentes antes de dar ese paso. Su familia era estricta en todos los aspectos, y eso hacía que Minho dudara mucho sobre sus decisiones.

Como hijo único, él quería ser el orgullo de sus padres. De su padre, especialmente. Deseaba que, al menos una vez en su vida, su padre se sintiera orgulloso de él. Por eso, siempre hacía lo que su padre decía, le afectara o no.

Volvió a la academia, pero ya no era lo mismo. ¿Dónde estaba el Minho que adoraba bailar?

Me acerqué a él al terminar la clase.

—Sabes... parece que ya no lo disfrutas.

Él me miró serio y se sentó en el suelo.

—Estoy cansado de que sus opiniones me influyan. Bailar es de lo mejor que me ha pasado, pero tantos comentarios me hacen sentir que no debería hacerlo...

Me senté a su lado y lo envolví en mis brazos.

—A veces pasa, pero no por eso debes creer lo que te dicen. ¿Sabes cuántas veces te dirán que bailar no te llevará a nada? Son solo opiniones, Min. Tú también tienes la tuya, no te dejes influir por mucho que te lo repitan. Eres tú y solo tú. Nadie puede decirte cómo vivir tu vida.

Él suspiró y me abrazó con fuerza.

—¿Puedo ir a tu casa hoy? No quiero volver a la mía...

Sonreí.

—Claro, puedes ir cuantas veces quieras.

Cuando llegamos a mi casa, mi madre estaba cocinando.

—¡Oh! Llegaste temprano —exclamó, dándose la vuelta—. ¿A quién tenemos aquí? ¿Me lo estás presentando como tu novio, por fin?

Minho rió.

—No, todavía no.

—Ah, ya veo. Qué pena, ya quería agendarlo en mi celular como mi nuero —dijo mi madre, entre risas.

Reí mientras me dirigía a la mesa.

—Silencio, mamá.

Ella rodó los ojos con sarcasmo. Minho se sentó a mi lado, en silencio.

—Se nota que es una buena mujer —comentó.

Sonreí.

—Sí... lo intenta —dije con un suspiro.

Después de comer, subimos a mi habitación. Cuando abrí la puerta, recordé el desorden de la noche anterior y me dio vergüenza.

—Acabo de recordar el desastre que hay, y me da mucha vergüenza que entres.

Bufó.

—No importa, mi habitación seguro está mil veces peor.

Negué con la cabeza, rojo de vergüenza. Una pequeña pelea por mantener la puerta cerrada se desató, y Minho ganó.

—Ja, siempre gano —dijo, riendo.

Rodé los ojos y me puse detrás de él.

—Has estado pensando mucho en mí, ¿verdad?

—Solo tomé mis materiales y, sin darme cuenta, terminé dibujando tus fotos una y otra vez.

En mi cuarto, había pinturas de Minho por todos lados. Se acercó para verlas mejor.

—Las llevaré a mi casa.

—¿Te gustan? —pregunté.

Asintió.

—Eres bueno en todo lo que haces —comentó.

Negué con la cabeza.

—Solo practico mucho.

Las horas pasaron y el silencio se apoderó de la habitación, pero con Minho, ese silencio nunca se sentía incómodo.

—Oye, Min... —dije, rompiendo el silencio—. Si nos hacemos pareja, ¿crees que tu familia me querrá?

Se sentó, pensativo.

—Ese es mi mayor miedo... Mi madre te acepta, pero creo que el problema es mi padre.

Fruncí los labios.

—Ya veo...

—¿Por qué la pregunta? ¿Ya te cansaste de ser mi amigo? —bromeó, pasándome un brazo por encima.

Reí.

—Mmm, no lo sé, déjame pensarlo...

Él rió también y me besó.

Se había vuelto costumbre. El "tú y yo" no definía nuestra relación, pero eso no significaba que no pudiéramos besarnos, ¿o sí?

Después del beso, nos quedamos en silencio por un rato, disfrutando de la cercanía. Minho apoyó su cabeza en mi hombro, y yo jugueteé con su cabello, pensando en lo complicado que era todo para él. No quería presionarlo, pero tampoco podía evitar pensar en lo que seríamos si no hubiera tantos obstáculos entre nosotros.

—¿Qué vas a hacer al final? —le pregunté suavemente.

—¿Con qué? —respondió, aunque sabía exactamente a qué me refería.

—Con el baile... y con tu familia.

Minho suspiró profundamente, como si llevara un peso en el pecho que no podía soltar.

—No lo sé. Quiero seguir bailando, quiero seguir haciendo lo que me gusta... pero no sé si puedo soportar más decepciones. Mi padre nunca me toma en serio, y si dejo el baile, al menos él estará contento. Aunque yo no lo esté.

—Pero no puedes dejar de hacer lo que amas solo para complacer a alguien más, aunque sea tu padre —le dije, tratando de ser firme, aunque entendía su dilema.

—Lo sé... pero es complicado. A veces siento que nunca voy a ser lo suficientemente bueno para él, sin importar lo que haga.

—Eso no es verdad —dije, con más convicción—. Eres increíble, Min. No necesitas que él te lo diga para que lo sepas. Eres bueno en todo lo que haces porque te esfuerzas, porque amas lo que haces. No dejes que nadie te quite eso.

Minho me miró, sus ojos llenos de dudas y algo de tristeza.

—Gracias... A veces necesito escucharlo de alguien más.

Sonreí, intentando transmitirle seguridad. Minho merecía ser feliz, hacer lo que amaba sin que las expectativas de los demás lo pesaran tanto. Nos quedamos un rato más en mi cuarto, sin hablar mucho. A veces, no hacían falta las palabras, solo estar ahí el uno para el otro.

Más tarde, cuando se hizo de noche, decidí romper el silencio otra vez.

—Oye, Minho... tal vez no sea fácil ahora, pero si decides seguir con el baile, estaré a tu lado, pase lo que pase.

Él me miró, sorprendido, y luego sonrió con esa sonrisa suya que siempre hacía que todo pareciera posible.

—Lo sé... y gracias por eso. Me haces sentir que todo esto vale la pena.

Asentí, sintiendo que el espacio entre nosotros, ese "tú y yo", era lo que necesitábamos. Aunque no lo hubiéramos definido como una relación, sabíamos que había algo más, algo que nos sostenía.

Al final, esa noche, nos quedamos dormidos en mi cuarto, con la tranquilidad de saber que, aunque las decisiones difíciles estaban a la vuelta de la esquina, al menos nos teníamos el uno al otro.

Pasos Opuestos:Al Ritmo Del Corazón Donde viven las historias. Descúbrelo ahora