✧・゚ 𖥔 𝐀 𝐬𝐮 𝐦𝐞𝐫𝐜𝐞𝐝 𖥔 ・゚✧

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El estudio estaba bañado por una tenue luz que provenía del pequeño ventilador en la esquina, mientras una melodía suave de fondo se reproducía en el altavoz. Los ensayos de ese día habían sido agotadores, y Han Jisung estaba sentado en el sofá, observando cómo Lee Know se estiraba frente al espejo, como si no sintiera ni un ápice de cansancio. La manera en que sus músculos se tensaban y relajaban, lo tenía hipnotizado, y no podía evitar seguir cada uno de sus movimientos con la mirada.

Han suspiró. Sabía que Minho estaba haciendo eso a propósito. Esa actitud altiva, esos pequeños gestos. Siempre era igual. Sabía perfectamente cómo prenderle la chispa, cómo hacerlo sentir que él estaba en control cuando, en realidad, era un maldito juego. Y él, claro, caía cada maldita vez.

—¿Vas a seguir estirándote o vas a venir aquí de una vez? —gruñó Jisung, pasando una mano por su pelo revuelto.

Minho, fingiendo no haberlo escuchado, alzó los brazos por encima de su cabeza en un estiramiento más, su camiseta levantándose lo justo como para dejar ver su abdomen bien marcado, esa piel pálida que brillaba con una ligera capa de sudor. Jisung resopló, frunciendo el ceño. Sabía perfectamente lo que estaba haciendo.

—¿Qué dices? —respondió finalmente Lee Know, dándose la vuelta y mirándolo desde el otro lado de la habitación, una sonrisita burlona dibujándose en su rostro—. Pensé que estabas demasiado cansado para hacer algo.

—Cansado de verte jugar conmigo, eso sí —respondió Han, su voz cargada de irritación fingida. En realidad, estaba en el borde de la paciencia, y Minho lo sabía.

El líder de la danza avanzó lentamente hacia él, sus pasos suaves, casi calculados. Se paró justo frente a Han, con los brazos cruzados, esa sonrisa que gritaba provocación en su rostro.

—¿Y qué piensas hacer al respecto, Jisung? —preguntó Minho, inclinándose un poco hacia adelante, invadiendo el espacio de Han de manera deliberada.

El calor entre ellos aumentó en un segundo. Jisung no respondió de inmediato. Sabía que Minho estaba tentando el control que a duras penas lograba mantener. Sus ojos recorrieron lentamente el cuerpo de Lee Know, sus manos queriendo agarrarlo y marcar su territorio de una vez por todas.

—Tú siempre tienes que hacerte el difícil, ¿no? —murmuró Han, su voz baja, pero cargada de intención—. Sabes que al final te vas a poner de rodillas para mí.

Minho soltó una risa suave, inclinando la cabeza hacia un lado. Sus ojos se estrecharon, brillando con malicia.

—Oh, ¿en serio? —preguntó con tono burlón, fingiendo inocencia—. No sé, Han. Tal vez hoy seas tú el que termine suplicando.

Esas palabras lo rompieron. Han se levantó de golpe, empujando a Minho contra el respaldo del sofá, atrapándolo entre su cuerpo y los cojines. Minho dejó escapar una exclamación de sorpresa, pero sus ojos lo desafiaban aún, aunque su respiración ya comenzaba a acelerarse.

—¿Es eso lo que quieres? —preguntó Han, apretando su cuerpo contra el de Minho, su boca muy cerca de su oído—. ¿Quieres que te ruegue? Sabes perfectamente que cuando acabe contigo, vas a estar pidiendo más.

Minho sonrió, sus labios curvándose en una sonrisa perezosa, retadora. Siempre le encantaba empujar a Jisung hasta el límite, hasta que ese autocontrol casi se rompiera. Era el maldito juego que ambos adoraban.

—Tendrás que ganártelo —murmuró Minho, sus manos empujando ligeramente el pecho de Han, aunque lo hacía solo para provocarlo más, no para apartarlo realmente.

—¿Ah, sí? —Han sonrió también, con una sonrisa torcida, oscura. Sus manos descendieron lentamente, trazando una línea por el torso de Minho, haciéndolo tensarse ligeramente. Lo sentía intentar mantener su resistencia, pero ambos sabían que era cuestión de tiempo.

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