"¿No sabes cuándo comenzó la Segunda Guerra Mundial? ¿No la viviste o algo así?"
"Uh, nací en los noventa."
En donde los ancestros Quileute piensan que es divert...
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La última vez que Valeria había visto a Raphael Álvarez, él había cerrado de un portazo su habitación en su cara, gritándole que "se fuera a la mierda" después de que ella le pidiera un simple favor: llevarla a la casa de su amiga Allison. Una hora después, Emmett la había encontrado, casi muerta, en un callejón que Valeria había tomado como atajo.
Aunque Raphael no era muy cercano a su hermana, sabía que su muerte era su culpa. Si tan solo la hubiera llevado a casa de su amiga... Pero no lo hizo, y ahora ella se había ido, al igual que la extraña familia Cullen, a la que había odiado desde que llegaron a la escuela, con esa actitud de que eran mejores que los demás.
Después de la graduación, Raphael no pudo soportar quedarse en casa. No con sus padres, que seguían sumidos en el duelo por Valeria. Vivir en esa casa era un recordatorio constante de su hermana gemela, así que huyó de allí y regresó a San Juan. Pero eso también había sido un error. Si vivir con sus padres era difícil, estar en el lugar donde había crecido con Valeria era mil veces peor. Cada calle que recorría le traía recuerdos de cómo jugaban con sus perros o de cómo corrían de su padre después de gastarles bromas. Como si eso no fuera suficiente, la ciudad estaba sumida en el caos debido a un vampiro que convertía a la gente sin motivo alguno.
Los Volturi intervinieron, eliminando a los neófitos que estaban destrozando la ciudad. Fue entonces cuando Caius, el rey rubio, encontró a Raphael. A pesar de ser humano, Raphael se había defendido con una tenacidad que sorprendió al antiguo vampiro. Impresionado, Caius decidió no matarlo y lo llevó a Italia. Allí, Aro descubrió su habilidad única para amplificar los poderes de otros vampiros con solo tocarlos, y Marcus fue quien se dio cuenta del fuerte lazo que aún conectaba a Raphael con su hermana, revelando así la impactante verdad: Valeria seguía viva.
Ahora, de pie al otro lado del claro, Raphael se encontraba cara a cara con su gemela, quien no parecía haber envejecido ni un solo día desde su "muerte". Estaba igual que antes, salvo por sus inquietantes ojos dorados que hicieron fruncir el ceño a Raphael. Al menos, él ya se había acostumbrado a sus propios ojos rojos, que ahora le parecían normales.
"¿Raph?" susurró Valeria, parpadeando incrédula, como si esperara que él desapareciera en cualquier momento. "¿Qué... qué eres? ¿Cómo es posible?"
"¿Qué pasa?" Raphael esbozó una sonrisa sarcástica. "¿Pensaste que podrías ser la única vampira de la familia? No eres tan especial, Ria."
"Vamos" interrumpió Edward, tirando suavemente de Valeria para llevarla junto a Bella y Renesmee. "Él ahora es parte de la guardia de los Volturi, Val. No hay nada que podamos hacer."
Valeria lo miró, con el dolor reflejado en sus ojos.
"Lo sabías" murmuró, sin necesidad de preguntar. Ahora comprendía que Edward había visto a Raphael en la mente de Jane durante la batalla con el ejército de neófitos.
"Lo supe" admitió Edward en un tono suave. "Creí que era mejor que no lo supieras."
"¡No decides lo que es mejor para mí!" le espetó Valeria, apartándose de su lado, mientras la rabia se acumulaba en su pecho. Luego volvió a clavar la mirada en Raphael, quien ahora parecía un extraño amenazante al otro lado del claro.