➷ | Capítulo 7: Negación | ➹

69 4 3
                                    


Kasia

Ignorancia. Esa era mi confortable burbuja antes de que la verdad me abofeteara. Un legado oculto, entretejido en mi ser desde el nacimiento, aguardaba ser descubierto. No un legado de reyes o fortunas, sino uno teñido de rojo, del rojo sangre derramada por las manos de mis ancestros: asesinos.

Sí, la palabra es cruda, áspera como la realidad que ahora me engulle. Cazadores, dirían algunos, justicieros en la sombra que eliminan lacras del mundo. Pero la sangre no distingue entre títulos, solo mancha. Y yo, a pesar de mi resistencia, estoy destinada a convertirme en uno de ellos.

Las voces críticas ya resuenan en mi mente: "¿Por qué te resistes? Son criminales, escoria que merece morir". Fácil para ellos juzgar, cómodamente alejados del filo de la navaja. No conocen el ardor de la sed de sangre, el escalofrío que recorre tu cuerpo al arrebatar una vida.

No soy una santa, lo admito. En mi interior anidan instintos oscuros, latentes hasta que un día despertaron, exigiendo ser saciados. Una única vez cedí a su llamada, un acto que marcó un punto de inflexión en mi vida.

Y ahora, aquí estoy, atrapada en un legado que no pedí, un camino del que no puedo escapar.

Sangre...

El cuervo...

La nota...

Mi cabeza es un torbellino de incredulidad e intriga. ¿Qué hice mal en la vida para que me tocara esto a mí?

Un cuervo muerto yacía frente a mí en mi habitación. No pude dormir en toda la noche, preguntándome quién podría odiarme tanto como para desear mi muerte en mi primer día.

¿Habrán sido ellos?

Sacudo la cabeza y resoplo mientras me dirijo hacia la oficina del general con las dos moscas detrás de mí. Los centinelas se apartan a mi paso y me abren la puerta.

Entro y algo recorre mi interior cuando veo a mis tres pesadillas sentados junto a Owen. El pelinegro es el único que está de pie junto a la pared, mientras que sus hermanos se encuentran frente al general. Las cuatro miradas se dirigen a mí y mis vellos se ponen de punta ante sus ojos fríos y penetrantes.

—Acércate, Harts —ordena el general. Le hago caso y me acerco a ellos, quedando a solo unos centímetros de distancia. El de cabello blanco como la nieve se levanta y me indica que me siente en donde antes era su lugar. Le asiento con la cabeza a modo de agradecimiento y él se queda detrás de mí a unos cuantos pasos.

Después de todo, ¿qué hacen ellos aquí? Y como si me leyera la mente, Prescott habla:

—¿Te preguntarás qué hacen ellos aquí? —asiento —ellos van a cuidarte a partir de hoy.

Mi boca se seca y un nudo en mi estómago me hace querer vomitar.

—¿Por qué? Eso no es necesario. Puedo cuidarme sola. No necesito que nadie lo haga por mí.

Él suspira y niega con la cabeza.

—Sabía que dirías eso, pero no tienes opción, Kasia.

—Pero... —no me deja terminar cuando me interrumpe.

—No es una pregunta, es una orden. No llevas ni dos días en este lugar y ya te están amenazando de muerte.

Eso es verdad, pero he estado entrenando toda mi vida para algo, tiene que servirme de algo.

De repente, las palabras de papá vuelven a mi mente... «Jamás bajes la guardia, sé astuta y usa todo lo que te enseñé». Esas palabras siempre tuvieron sentido...

De Secreto y SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora