Capítulo 5: La niña y su mascota

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Desperté temprano después de que mi madre me levantara.

─¡Ya párate! ─la oí decir─. Tu papá ya se fue a la carpintería, quiere que lo alcances allá. Desayuna rápido, ya está servido en la mesa.

─Ahí voy.

Todavía estaba somnoliento mientras me ponía mi playera y mis zapatos. Y por mi mente cruzó la imagen de una chica albina, una aldea medieval y una isla. Creo que después de todo, sí estaba soñando.

Bajé al comedor y me di cuenta de que ya había dos personas más ahí sentadas.

─Como de costumbre, siempre te levantas tarde, pinche flojo ─soltó Roxy, tan ruda como siempre.

─No le hagas caso ─acentuó Lalo─. Vamos a desayunar rápido, hay que prepararnos para la convención en la tarde.

─Pero no puedo ir ─respondí─. Tengo que trabajar en la carpintería.

Tomé asiento entre los dos. Mamá nos trajo a los tres unos hot cakes recién hechos. En el momento en el que ellos empezaron a comer pareció que yo me esfumé, porque, aunque quería hacerles platica, no me respondían.

De hecho, quería contarles sobre el anime de Isekai no Elf que había visto antes, y sobre el extraño sueño que tuve en el que terminaba en una isla de un mundo desconocido.

─Yo vi también ese anime ─escuché una voz que iba ingresando al comedor─. Podemos hablar de él si quieres Brayan.

Era mi tío Kevin.

Tomó asiento en la mesa frente a mí, saludó a mi madre y está también le dejó su ración de hot cakes.

Escucharlo decir eso me llenó de mucha emoción así que empecé a contarle todo sobre el anime de la elfa, estaba tan ensimismado en eso que creo que lo hacía de modo automático. Entonces me cayó el veinte.

Él no debería estar aquí.

Mi tío solamente sonreía al escucharme, incluso seguía haciéndolo, aunque yo no dijera nada.

Roxana y Lalo estaban también en sus propios asuntos.

De repente una luz exterior se filtró por las ventanas. Cubrió toda la habitación y todo se volvió blanco.

Año Unificado 652, Vigésimo primer día del mes Zaad

Cuando abrí los ojos, me encontraba en la cama de mi habitación de la casa del gremio.

Lágrimas escurrían por mi rostro. Parecía que estaba llorando aun desde antes de haber despertado porque mis ojos estaban muy rojos.

Lloraba por el sueño, y también por la realidad. Realmente viajé a un mundo diferente, no estoy soñando. Esto es real.

Al escuchar que tocaron, me limpié rápidamente los ojos y abrí la puerta. Era Koyara

─Eh... ─me miró extrañada, y yo también─. Los chicos dicen que el desayuno está servido, alístate y baja para que desayunemos. Iremos después al gremio.

─Sí, bajo en un momento... gracias.

Luego de unos segundos un poco incómodos, ella se fue.

Ese titubeo del inicio fue fácil de detectar, creo que se percató que mis ojos estaban rojos por las lágrimas.

Pero yo también me di cuenta de lo mismo, sus ojos también estaban rojos como los míos.

Afortunadamente ni yo ni ella preguntamos nada.

Bajé al comedor de la casa la cual me recordó al de mi propia casa con el cual había soñado antes. La diferencia es que ahí no estaban mis amigos Lalo ni Roxana, ni el desayuno había sido preparado por mi madre. Pensar en esto me puso melancólico. Por poco regresaban las lágrimas, pero traté de contenerme.

Desayunamos rápido porque ya era algo tarde y nos dirigimos a la Sociedad de Aventureros. A diferencia del día en el que mi fui a inscribir, esta vez había poca gente.

─Lo sabía ─exclamó Koyara─. Teníamos que levantarnos más temprano, ya se llevaron las mejores misiones.

─Todavía quedan algunas ─replicó Valeriano─. Hay que ver cuáles hay.

En la mampara donde publican las misiones ya quedaban pocas papeletas las cuales detallaban las misiones que había que cumplir. Después de analizar una por una, Ataulfo seleccionó dos que estaba algo más apartadas del resto.

─Haremos estas dos hoy ─comentó dirigiéndose a mi─. Te servirán para que te familiarices con esto.

Nuestra primera misión había sido publicada por una niña de 10 años (sí, también los niños pueden publicar misiones en el gremio de aventureros, pero con ayuda de un adulto). Se llamaba Teodorica. La niña había perdido a su mascota desde hace unos dos días y no hallaba forma de encontrarla, así que, con ayuda de sus padres, pusieron el encargo para que algún aventurero la buscara.

Subieron también un dibujo del animal en cuestión, porque al parecer en este mundo aún no existe la tecnología para tomar fotos. La mascota de la niña parecía un gato, pero tenía sus orejas más largas cual conejo. Bastante parecido a un caracal de hecho.

Nos separamos por toda la villa, cada uno con su dibujo del gato ese en la mano para poder encontrarlo más fácilmente. Pero lo cierto es que, fue imposible saber o incluso adivinar, dónde andaría un animal de esos, al menos para mí.

Y llamémosle suerte o guionazo, pero después de una hora recorriendo el pueblo, justo yo lo encontré.

El pinche gato ese se había metido a una pastelería y se estaba comiendo un pastel sin que el dueño del negocio se diera cuenta, porque andaba en otro lado o quién sabe. Decidí acercarme con cuidado sin que el animal o el dueño se dieran cuenta. Pero supongo que estos animales tienen oídos agudos porque se percató de mi presencia incluso sin voltear a verme y escapó de la tienda. Lo peor es que en su huida pasó a tirar algunos otros pasteles al suelo.

Ignoré los gritos de enojo del pastelero y salí en persecución del gato. Era bastante ágil el condenado, como un leopardo en miniatura, jamás iba a alcanzarlo.

Hasta que Koyara hizo su entrada. Se acercó, sacó una fruta parecida a una manzana y llamó al animal, este logro oír a la chica y se acercó a ella.

Misión cumplida. Ya de cerca parece más lindo.

Le entregamos el gato raro a Teodorica y nos agradeció con una sonrisa de oreja a oreja.

─Tu gato es muy veloz ─le dije─. No podía atraparlo.

─¿Gato? ─la niña hizo una expresión de duda─. Este es un alorus, no sé qué es un gato.

Ah, por supuesto, aquí los gatos no existen.

─¿Y tiene nombre? ─preguntó Koyara

─No ─respondió Teodorica─. Mis papás lo compraron hace una semana, todavía estoy educándolo, pero se me había escapado. Necesito ponerle un nombre para poder llamarlo, pero no se me ocurre ninguno.

Lo pensé un poco y le dije:

─¿Por qué no lo llamas Michigan? No es un nombre muy común por aquí. Puedes estar segura de eso.

Creo que le gustó porque los ojos se le abrieron como platos cuando me oyó decir eso.

(Juro que es la única vez que usaré esa expresión).

─¿Oíste? ─le dijo la niña a su mascota mientras se alejaban─. Tu nombre será Michigan ¿te gusta?

Por cierto, el dueño del local nos quería cobrar a nosotros los pasteles que se perdieron en la refriega, pero afortunadamente los padres de Teodorica pagaron los daños. Menos mal que no era francés, jeje.

Qualia - Fase 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora