Capítulo 6: Unos viejos amables

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La segunda misión fue más tranquila y al mismo tiempo más pesada.

Unos granjeros de la tercera edad querían ayudantes para cosechar todas sus hortalizas, y la verdad es que sí eran bastantes. Toda una hectárea de diversos árboles frutales, verduras y muchas otras plantas.

Para esta nueva misión, también nos dividimos y cada uno recolectó una porción de todos los cultivos. A esas horas el Sol ya estaba brillando en lo más alto así que el calor aumentó cada vez más.

─Ojalá una nube cubriera al Sol ─murmuré para mí mismo─. Este calor está insoportable.

─¿Sol? ─oí decir a Flavia─. Querrás decir Solis.

Esperen, ¿Así se llama el Sol aquí? ¿Solis?

Seguí haciendo mi trabajo. Tocaba entonces recolectar unas frutas grandes del tamaño de sandias que estaban al final de la granja. Las cortaba del arbusto donde crecían y las ponía en unas canastas que cuando se llenaban, había que llevarlas al almacén de la granja.

Solo que estas frutas, que se llaman Rosetias, al cortarlas de las ramas del arbusto, secretaban un poco de agua lo cual hacía que fueran más resbaladizas, y entonces sucedió lo que creo que supe que iba a pasar: se me resbaló una.

Y aquí sucedió el milagro: mi mano se estiró en un intento por alcanzar la fruta antes de que llegara al suelo, pero no la alcanzó.

Y, sin embargo, la fruta no llegó al suelo. Se mantuvo flotando en el aire.

Me tomó como cuatro segundos entender que, de hecho, era yo el que estaba provocando ese prodigio. Al mover mi mano a diferentes direcciones la fruta también se movía con ella, como guiada por una fuerza invisible que salía de mi mano.

Aunque no entendía completamente lo que estaba pasando, deposité suavemente la rosetia en el suelo y entonces, lo que sea que la estuviera controlando se apagó en mí.

¿De verdad yo hice eso? ¿Eso era algo como telequinesis? ¿Cómo lo hice?

Decidí dejar de pensar en ello y seguir recolectando la fruta.

Por la tarde, cuando nuestra faena terminó, la pareja de viejitos nos invitó a comer, y aparte de eso, nos regalaron algunas hortalizas de su huerto. Qué amables. Eran como esos viejitos que suelen decirle a los jóvenes lo bien educados que son, que ya no hay jóvenes como ustedes así de amables, que se están perdiendo los valores y esas cosas. Solo por esto es que el trabajo pesado de este día valió la pena.

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Por la noche todos, un poco más emocionados de lo normal, aprovechamos las verduras que nos regalaron los viejitos para preparar una cena deliciosa. Y digo "aprovechamos" porque esta vez, yo me animé a ayudarles, aunque no supiera ni madres de cocina ni de lo que preparan en este mundo. Así que básicamente, mi chamba fue ser el mandadero de todos, y aun así me sentí bien porque por fin ya estaba siendo útil de algún modo. Esto me hizo sentirme integrado a ellos por primera vez y también me hizo olvidar un poco lo que sentí esta mañana al despertar.

Hablando de eso, ahora que sé que me encuentro en otro mundo de verdad, me preguntaba entonces si debería buscar la manera de regresar a mi hogar, o quedarme algunos días más en este lugar. Sé que esto de viajar a otros mundos es algo en verdad extraordinario y quizá debería aprovechar esto sabiendo que muy seguramente jamás volverá a sucederme algo así en mi vida. Por otro lado, tampoco debería preocupar a mis padres. Ojalá hubiera algún modo de hacerles saber que estoy bien.

Esa noche, al retirarme a dormir, estuve practicando un poco las "habilidades" que acababa de descubrir. Al concentrarme, pude hacer levitar objetos pequeños y no tan pesados, pero parece ser que mi "fuerza mental" o lo que sea esto, es casi similar a mi fuerza física. Es decir, me cuesta el mismo trabajo levantar un objeto con las manos que con la mente.

¿Me pregunto qué será esto? ¿Poder mental? ¿Magia? Considerando lo que Koyara hizo para hacerme entender el idioma de este mundo, lo más seguro es que esto sea alguna clase de magia, pero entonces ¿Cómo es que puedo hacer esto si yo no soy de este mundo? Me pregunto si sería buena idea contarles que puedo hacer esto, pero un parte de mi recuerda lo que me dijo la chica cuando me lanzó su conjuro y decidí mejor guárdamelo por ahora.

****

En fin, una rutina como la de este día se estuvo repitiendo con el paso del tiempo todos los días. Haciendo misiones de lo más variadas, descansando algunos días para conocer un poco mejor este pueblo y esta isla, tratando de aprender el idioma y la escritura de este lugar y cosas así.

Los sueños en los que estaba con mi familia y despertaba llorando se volvieron frecuentes en estas semanas, y también las escapadas de Koyara para entrenar sola. Aunque creo que los demás sabían la razón por la cual, hacia estas cosas, no me lo decían porque pienso que se trataba de un tema serio. Por supuesto, ella menos me lo diría, o yo no tenia el valor de preguntárselo.

Y entre todas estas cosas, en un abrir y cerrar de ojos, pasaron cinco meses.

Qualia (o la Decepcionante Realidad del Género Isekai)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora