Haechan y Mark habían estado disfrutando de su luna de miel en Japón durante varios días. Habían explorado mercados bulliciosos, paseado por parques y disfrutado de la exquisita gastronomía local. Pero había un día en particular que esperaban con ansias: una visita a un hermoso parque en el que esperaban ver los cerezos en flor. La promesa de un espectáculo natural deslumbrante resonaba en sus corazones.El día comenzó con una suave brisa que hacía bailar las hojas de los árboles. Se levantaron temprano, la luz del sol se filtraba a través de las cortinas del hotel, tiñendo la habitación de un cálido color dorado. Haechan se desperezó y se giró hacia Mark, que aún estaba dormido. Un suave rayo de luz iluminaba su rostro, y Haechan no pudo evitar sonreír ante la ternura que irradiaba. Se acercó y le dio un ligero beso en la mejilla.
-Mark, despierta -susurró Haechan, moviendo suavemente su hombro.
Mark abrió los ojos lentamente, sonriendo al ver a Haechan. -¿Qué hora es? -preguntó con voz entrecortada por el sueño.
-Es hora de ver los cerezos en flor -respondió Haechan con entusiasmo, levantándose de la cama-. ¡Vamos, no podemos perder tiempo!
Después de vestirse, se dirigieron a la pequeña cafetería del hotel, donde disfrutaron de un delicioso desayuno japonés. Haechan se deleitó con el arroz y el miso, mientras que Mark probaba un bol de soba caliente. Entre risas y anécdotas, compartieron sueños sobre su futuro y sus planes en conjunto.
Cuando terminaron, tomaron un tren hacia el parque. El viaje estuvo lleno de risas y juegos de palabras, lo que hizo que el tiempo volara. Finalmente, al llegar, se encontraron rodeados de un mar de cerezos en flor, con pétalos que caían como copos de nieve rosa.
-¡Es impresionante! -exclamó Haechan, mirando a su alrededor con los ojos llenos de asombro.
Mark sonrió, sintiéndose afortunado de poder compartir ese momento con Haechan. -Es aún más hermoso de lo que imaginaba.
Se acercaron a un área donde podían sentarse en el césped. Haechan sacó una manta que habían traído y la extendió bajo un árbol, creando un pequeño refugio para ellos. Se sentaron, y mientras disfrutaban del paisaje, Mark no pudo evitar pensar en lo que Haechan había mencionado días antes sobre tener hijos. La idea de construir una familia con él le llenaba el corazón de esperanza y alegría.
-Haechan -comenzó Mark, mirando el cielo lleno de flores-, lo que dijiste sobre tener un hijo, me hizo pensar mucho. ¿Qué tipo de padre crees que serías?
Haechan se giró hacia él, con una expresión pensativa. -Creo que sería un buen padre. Quiero que mi hijo o hija sepa que siempre estaré ahí para ellos, que siempre podrán contar conmigo. Quiero ser alguien que les enseñe a amar y a ser fuertes.
Mark asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. -Yo también quiero eso. Quiero que crezcan en un hogar lleno de amor, en el que siempre se sientan seguros.
Ambos compartieron una sonrisa, y Haechan se recostó sobre el césped, dejando que los pétalos de cerezo cayeran sobre él como un manto de flores. Mark lo miró, sintiéndose completamente enamorado.
Mientras estaban ahí, Haechan se sentó de nuevo y, tras un momento de contemplación, dijo: -¿Sabes? Me gustaría que nuestro hijo tuviera tus ojos. La manera en que brillas cuando hablas de tus sueños, eso es algo especial.
Mark se sintió abrumado por la ternura de Haechan. -Y quiero que tenga tu risa, esa que llena cualquier habitación.
En ese momento, Haechan se sentó más erguido y miró a Mark con seriedad. -¿Crees que algún día lo haremos realidad?
Mark pensó por un momento antes de responder. -No estoy seguro de cuándo, pero sí. Quiero construir un futuro contigo, y si ese futuro incluye ser padres, entonces será un sueño que haremos realidad.
Después de un rato de disfrutar del ambiente y conversar sobre sus sueños, decidieron levantarse y explorar el parque. Caminaban de la mano, riendo y disfrutando de cada instante. Pasaron por un estanque donde unas familias estaban haciendo un picnic, y Haechan se sintió atraído hacia un grupo de niños que jugaban.
-¡Mira! -dijo Haechan, señalando a un niño que intentaba volar una cometa. -Ese niño se parece mucho a ti cuando eras pequeño.
Mark se echó a reír. -¿Yo? No creo que nunca haya tenido el talento para volar una cometa. Siempre la rompía.
-Pero tienes el talento de hacer que las cosas se vean fáciles -respondió Haechan, sonriendo.
Mientras continuaban caminando, Haechan vio a una familia jugando juntos, y su corazón se llenó de alegría y nostalgia. Un niño pequeño se reía al correr detrás de su hermano mayor, y Haechan no pudo evitar imaginarse cómo sería su vida en el futuro.
-¿Ves esa familia? -preguntó Haechan, con un brillo en los ojos-. Me encantaría que nosotros tuviéramos algo así. Un hogar, risas y amor.
Mark lo miró con seriedad, comprendiendo la profundidad de sus palabras. -Sí, yo también. Quiero que tengamos momentos así, llenos de felicidad y risas.
Se detuvieron un momento, observando a la familia, mientras los recuerdos de su propia infancia comenzaban a surgir. Haechan se giró hacia Mark, sintiéndose más conectado que nunca.
-¿Sabes? A veces me pregunto cómo sería tener a nuestro hijo aquí, corriendo y jugando entre los cerezos.
Mark sonrió, sintiéndose conmovido por la imagen que Haechan había pintado con sus palabras. -Creo que sería hermoso. Y espero que un día podamos vivirlo juntos.
Continuaron caminando por el parque, hablando sobre los sueños de construir su futuro. Los días pasaban volando mientras el amor entre ellos crecía, y cada momento compartido solo fortalecía su vínculo. Al final de la tarde, se sentaron nuevamente en su manta bajo los cerezos, contemplando el paisaje y sintiéndose afortunados por tenerse el uno al otro.
Con el sol comenzando a ocultarse en el horizonte, la brisa fresca de la tarde acariciaba sus rostros. Haechan se recostó sobre Mark, sintiendo su corazón latir al unísono con el de él. El amor que compartían se sentía tan real y palpable en ese momento, que Haechan sabía que cualquier sueño que tuvieran juntos estaba destinado a hacerse realidad.
-Mark -dijo Haechan, mirando a los ojos de su esposo-, quiero que sepas que siempre estaré aquí para ti, pase lo que pase.
-Y yo siempre estaré aquí para ti, Haechan. No hay nadie más con quien desee compartir mi vida -respondió Mark, acercándose para darle un tierno beso.
Con el atardecer tiñendo el cielo de tonos cálidos, Haechan y Mark se sintieron rodeados de una paz y felicidad que no tenían palabras para describir. En ese momento, supieron que, sin importar lo que les deparara el futuro, siempre se tendrían el uno al otro y cumplirían juntos todos sus sueños.
