Capítulo 33 | Nuestro

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—Qué casa más bonita tienes, Tobi.

—¿Verdad qué sí? A mí me gusta venir aquí porque es acogedora y siempre le digo lo mismo.

—Gracias, puedes venir aquí cuando quieras. ¿Te gustaría algo de beber? Puedo ofrecerte... —Su teléfono comenzó a sonar —Discúlpenme un momento.

Tobias se alejó de ellos y Adriel se sentó al lado de Oliver, poniéndolo nervioso. Se observaron unos segundos y luego el mayor desvió la mirada a otro lado. La verdad es que estando en esa situación, le parece como si no pudiera respirar y en vez de sentir calma, siente como si su corazón no pudiera tranquilizarse y fuese a darle un jodido infarto. Tragó saliva con dificultad cuando el menor pasó su dedo por su cuello, tocando aquel lunar.

—Es lindo, al igual que tú.

—Eso lo sé, eh. Me miro al espejo muy seguido —Adriel soltó una pequeña risa ante eso —. ¿Ya podemos ir a casa?

—¿Ya te quieres ir? —Preguntó Tobias al bajar las escaleras —Estamos pasando un momento agradable, ¿No te parece a ti igual? —Se sentó a su lado y Oliver quedó en el medio de ambos. Okay, siente los latidos de su corazón en la puta garganta. Y fue mucho peor cuando los dos colocaron sus manos en sus piernas.

¡Joder! ¡Necesita una ventana! ¿Podrá escapar de esos dos adolescentes? Lo duda un poco teniendo en cuenta quienes son. Se puso de pie de golpe.

—¿Dónde está el baño? —Preguntó con la intención de alejarse un poco y así tomar algo de aire.

—Por el pasillo a la izquierda. No te tardes mucho o iremos por ti.

Sentir como su cuerpo parece reaccionar a esas simples palabras, la verdad es que le genera algo extraño que nunca antes había experimentado. Su corazón no deja de latir y solo piensa que son los nervios de verse acorralado ante dos chicos que buscan llamar su atención de muchas maneras. Seguro que ahora deben de estar pensando en qué más hacer para conseguir lo que desean.

Se recargó del lavamanos y se miró al espejo, tomó una bocanada de aire y se quedó ahí, queriendo hacerse invisible ahora. ¿Por qué aceptó ir a casa de Tobias? Se siente como un pequeño conejito que intentan atrapar. Cerró los ojos por unos segundos y luego salió del baño, bajó las escaleras y no los vio en la sala, así que se fue dirigiendo a la cocina. Sus pasos se detuvieron antes de entrar en esta, ya que escuchó su nombre y secuestro en la misma oración.

¿Qué? ¡¿Cómo que secuestro?! ¡¿Lo secuestrarán?! ¡Joder! Hay que poner en práctica el plan A; Escapar. Subió de nuevo al baño y se encerró en este, sacó su teléfono y llamó a su amigo, pero este no le atendió la llamada. Volvió a intentarlo otra vez y se le terminó resbalando de las manos cuando le tocaron la puerta, dio un respingo y estaba demasiado nervioso.

—Oli, ¿Estás bien?

—Sí, Tobi, ya salgo.

—¿Por qué no me abres la puerta para verte?

—No, es que... Aún estoy ocupado.

—¿Seguro que estás bien?

—S-sí, lo estoy.

—De acuerdo, solo sal rápido, ¿Sí? Queremos hablar contigo de algo.

Comenzó a caminar de un lado a otro.

—Joder, joder, joder, ¡Me van a secuestrar! —Se tapó la boca y miró la puerta. Retrocedió un par de pasos y se acercó a la ventana, la cual abrió y observó la altura, la cual no es tanta, así que le viene bien. Se subió sobre esta y sin pensarlo, saltó al otro lado.

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