Un matrimonio falso, dos personas completamente diferente viviendo en la misma casa, aparentando ser la pareja perfecta para los medios, mientras en privado hacen hasta lo imposible por no matarse... Literalmente.
Ciara Pussett; una chica rebelde y...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Veo como el auto de Alessandro desaparece y suelto el aire que estaba conteniendo. Llevo mi mano hasta mi mandíbula y froto suavemente para aliviar la incomodidad que causaron los dedos del idiota, al agarrarme con brusquedad.
Hago una mueca de irritación y suspiro con pesadez. Maldito Salvatore, aún siento la presión de sus dedos.
De pronto recuerdo a el grupito de chicos que no se perdieron ni un segundo de nuestra discusión. A parte de idiota, cobarde. El imbécil se fue aún sabiendo que habían grabado todo y muy posiblemente mañana esté en las revistas de chismes y las redes sociales.
Dejo escapar un gruñido de frustración y acomodo mi cabello alborotado. Luego me acerco a ellos. Siguen en el mismo lugar y todos revisan sus celulares, asegurándose que la calidad del vídeo sea la mejor.
—Hola —digo con simpleza.
Los tres me miran con curiosidad y mientras los dos chicos recorren mis piernas con la mirada, la chica se dedica a fruncir el ceño y esconder el celular en su espalda.
—No vengo a molestarlos, en realidad solo vine a decirles, no. Perdón. A pedirles que borren esos vídeos. —Finjo mi mejor sonrisa y entrelazo mis manos en mi vientre para parecer más inocente.
Se miran entre sí y el más alto con cara de haber sido el bravucón del instituto, da un paso al frente y luego otro para estar más cerca de mí. Me quedo parada en el mismo lugar, curiosa por saber hasta que punto está dispuesto a llegar.
—¿Qué vídeos? —susurra mirándome descaradamente—, no tenemos ninguno que te pertenezca, preciosa —continúa, sin apartarse de mí.
Se muerde el labio inferior y puedo adivinar sus pensamientos con tan solo verlo a los ojos. Que asco.
Suspiro pesadamente, no tengo tiempo para esto. Traté de hacerlo por las buenas pero ninguno colabora, que no se diga después que yo elegí la violencia.
—De acuerdo. —Sonrío mientras acorto la distancia entre nosotros, con un ademán de mano llamo a Roman y mientras este llega, me inclino lo suficiente para susurrarle al oído lo que va a pasar—. Como no quieren colaborar conmigo, me veo en la penosa necesidad de dejarlo en manos de mi fiel guardaespaldas, aunque creo que él no será nada sutil.
Lo escucho tragar grueso antes de separarme y sin volver a verlo, le doy instrucciones a Roman; solo debe quitarles los celulares y asegurarse que borren el vídeo.
Me subo a mi auto y manejo hasta la oficina de mi padre en la empresa, en el trayecto es corto y silencioso. Me pierdo en mis pensamientos recordando lo que me dijo Aiss hace una semana, necesito averiguar si es verdad que quiere mandarme a la casa de Alessandro.
Si es así, haré uso de todas mis herramientas para impedirlo.
En cuanto llego a Pussett Airways, salgo del auto en el momento exacto en que Román estaciona el suyo. Sonrió de lado y lo espero hasta que se para a mi lado.