11 de octubre de 1989
Nunca he sido bueno para llegar a tiempo a nada, soy la clase de persona que siempre es impuntual para todo, literalmente todo. Y hoy, como de costumbre, estoy corriendo a toda la velocidad que mis piernas me otorgan, los pasillos de la secundaria ya están casi vacíos, lo que quiere decir que muy probablemente el señor Lee, mi maestro de biología me reporte por llegar tarde otra vez a su clase.
Tengo la esperanza de poder llegar siquiera un segundo antes de que la puerta del salón sea cerrada frente a mi cara como la última vez, corro y corro empujando levemente a unas cuantas personas que se interponen en mi camino, si tan solo supiera el significado de "puntual" nada de esto me pasaría.
La campana suena anunciando que la primera clase está por comenzar, y yo estoy a un solo paso de esa puerta.
—señor Bennett—llama el señor Lee con su sonrisa arrogante de "siempre tengo razón"— tarde una vez más—
— lo lamento mucho, pero esta vez sí logre llegar antes de que cerrará la puerta— me defiendo poniendo en mi rostro una sonrisa inocente.
Él no dice nada y me deja pasar, yo por mi parte dejo escapar todo el aire que estaba conteniendo, me siento en mi típico asiento al final del salón y al lado de Spencer Scott, el capitán del equipo de fútbol americano y el chico más popular de la secundaria, además de, por alguna extraña razón, mi mejor amigo.
Nos conocemos desde el jardín de infantes, cuando en aquel entonces yo era una especie de saco de boxeo para los demás niños, Spencer me defendió y desde entonces somos inseparables.
Aunque somos las dos personas más incompatibles de la existencia, mientras él es un atleta por naturaleza y ama cualquier cosa que implique ejercicio físico, yo soy más del tipo que prefiere quedarse escondido en algún rincón escuchando música o leyendo un libro. Mientras Spencer es el chico más popular, yo soy algo así como un nerd rarito al que nadie le hablaría si no fuese mejor amigo de Spencer. Pero eso de alguna forma es lo que nos vuelve amigos.
— oye, si llegabas un segundo tarde esta sería una historia diferente— dice el castaño a mi lado con una sonrisa burlona en su rostro.
— ¿quieres morir? — pregunto con una mirada asesina, a lo que él niega y sonríe inocente.
La clase del señor Lee me habría parecido una eternidad si mi mente no se hubiera perdido en algún lugar y le hubiese prestado atención. Al salir del salón camino a un lado de Spencer quien se encarga de saludar a toda la secundaria a cada paso, ruedo los ojos por la estúpida escena y sonrió para mí mismo.
Y luego de varias clases más, salimos hacia el campo donde ya varios de los chicos del equipo de fútbol entrenan—¿no deberías estar allí? — pregunto algo confundido.
— si—responde el castaño —pero olvide algo importante en el auditorio, y quería saber si podrías ir por eso—
— claro, pero ¿Qué es? —
Él susurra en mi oído y al escuchar lo que dice pongo una cara de asco —para empezar ¿qué hace eso en el auditorio? — pregunto y por su cara no necesito una respuesta, niego con la cabeza y hago un gesto con mi mano para que no se preocupe y me alejo para ir por eso que me pidió.
De camino al auditorio recuerdo algo importante, no le di nada de comer al pequeño gato abandonado, y con el frío que hace afuera, espero que este bien, desearía poder tenerlo en casa, pero mis padres me matarían si llevo un animal.
Una vez en el auditorio, por fin encuentro un par de calcetines apestosos, sin duda son de Spencer, estaba a punto de salir cuando mi corazón me dijo que me detuviera, gire mi cabeza viendo aquel piano de cola, color negro brillante iluminado levemente por la luz del sol que logra entrar al auditorio. Intento no prestarle atención, pero es hipnotizante y mis pies se mueven por si mismos sin que yo pueda controlarlos.
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La melodía del invierno
RomanceA veces en el silencio de las frías noches de invierno se puede escuchar una bella, pero triste melodía, su viejo corazón marchito sigue tocando fielmente las desgastadas teclas de aquel viejo piano, las pinturas aun permanecen intactas en el baúl d...