Paula Beck.
—Por fin despiertas—menciona mi jefe al pasar un algodón con alcohol por mis fosas nasales.
No tengo idea de cómo llegué a la cama, pero es lo que menos me importa en este momento, lo que importa es que por lo menos ahora se encuentra con ropa decente.
—Han sido días difíciles—aclaro mi garganta.
Le escucho reír, al estar sentado a mi lado.
—¿Se puede saber que le resulta tan gracioso?—Cuestiono.
—De todos los escenarios posibles, jamás imaginé que un desmayo sería tu respuesta.
—¡Y yo jamás creí que era un exhibicionista!
—Actúas como si nunca hubieras visto un pene.
—No así—se me escapa.
Arquea una ceja.
—¿Así de perfecto?—menciona.
—¡Así de horrible!—le doy en el ego.
—¿Quieres que te pruebe como no es tan horrible como crees?
—Solo quiero que me lleve a casa.
—Solo si admites que estás impresionada.
—Ni un poco—respondo—he visto... mejores. Y... muchos.
Solo espero que me crea.
—Mi radar me dice que sigues siendo virgen, corazón—pronuncia.
—Eso no significa que no haya visto... que no quiera que cualquier cosa—digo, bajando mi vista a su entrepierna—entre en mi cuerpo es muy distinta.
De un impulso, logro levantarme de la cama. Y le arrojo un almohadón al rostro.
—¡Que sea la última vez que hace sus shows exhibicionistas!
Cierro la puerta de la habitación y bajo por la escalera.
Salgo por el jardín y me encuentro con el abuelo, quien lee su periódico del día esperando por nosotros.
—Toma asiento, Paula—dice, en cuanto me ve parada en el marco de la puerta que conduce al jardín.
—Buenos días—digo, al sentarme frente a él. Mis mejillas se encienden por lo de hace unos minutos, aunque ni siquiera sucedió algo.
—¿Dormiste bien?
—Si...—respondo—la cama es bastante cómoda.
—Me alegra escuchar eso. Espero que después de que contraigan matrimonio vengan a visitarme seguido.
—Espero que así sea. Su hogar es bastante acogedor.
—Es bastante grande, pero no llena el vacío que dejó Stella. Ella mantenía vivo este jardín, ¿sabes? Yo mismo me he encargado de practicar jardinería, pero es como si las propias flores comprendieran que se ha marchado.
—¿Cómo supo que era amor?—me atrevo a preguntar, al ver la ilusión en sus ojos.
—Lo supe desde el primer instante en que la vi. No sabes todo lo que tuve que hacer para que aceptara ser mi novia—ríe—ahora me vez viejo, pero déjame decirte que tenía lo mío. Era muy parecido a Sebastian, físicamente y en algunas actitudes también. Ya sabes... mujeriego por deporte, pero cuando Stella llegó a mi vida todo cambió. Dejé la vida de galán para convertirme en el hombre que ella necesitaba. Ella era maestra en una escuela de nuestro pueblo natal, y yo... seguía los pasos de mi padre en el mundo de los negocios.
ESTÁS LEYENDO
"El caos que somos"
RomancePaula Beck, secretaria de Sebastian Morelli, un importante y gruñón empresario. Quien además de ser egocéntrico es ambicioso, y con el objetivo de agrandar su fortuna debe contraer matrimonio lo antes posible y permanecer casado por lo menos seis me...