𝗖𝗘𝗟𝗢𝗦 𝗗𝗘 𝗨𝗡𝗔 𝗠𝗔𝗗𝗥𝗘 | 𝘉𝘢𝘬𝘶𝘨𝘰̄ 𝘒𝘢𝘵𝘴𝘶𝘬𝘪

𝘊𝘢𝘱𝘪́𝘵𝘶𝘭𝘰 𝘶́𝘯𝘪𝘤𝘰

EXTRAÑAMENTE HACE MESES HABÍA PAZ en el interior de la casa de los Bakugo, lo había después de que el menor para la seguridad de él y de la familia tuvo que ir a dormir en un apartamento. Sin embargo, hacía visitas en la casa donde se crío y sigue viviendo, esas visitas lo que conlleva es que a cada rato se ambientara discusiones tanto de Katsuki como Mitsuki.

Pero ahora esas visitas dejaron de ser ruidosas gracias a alguien que hizo que el temperamento del joven se tranquilizara y eso es debido a su novia. Antes que nada, ni Masaru ni Mitsuki sabían que su único hijo tenía una relación con alguien hasta que se enteraron de la existencia de Maria en la situación que nunca creyeron conocerla en la habitación del chico, pero los detalles no importaban tanto como gracias que la joven es la causa de que el varón estuviera tranquilo durante un buen tiempo sin gritar en casa.

Entre los dos adultos, Mitsuki estaba pidiéndole hasta los santos que su hijo conociera a alguien, no le importaba si fuera una chica o un chico, o un unicornio. Solamente pedía que alguien lograse enamorarse de su hijo, pese a su actitud y dios mio, por poco y le besaba los pies a Maria que incluso hizo que su pequeño estuviera menos gritón cuando ambos visitaban la casa, pero hace semanas que estaba sintiendo celos de su nuera.

Se sentía mal de sentirse así, porque la chica es alguien dulce, tranquila, algo tímida, amable y cariñosa. Es un amor de persona, hasta a veces se cuestionaba como alguien tan linda como lo es Maria pudo enamorarse de su gruñón hijo, pero no puede evitar sentir celos cuando contemplaba como Katsuki era más cariñoso con su novia que con su propia madre. A su novia la miraba con brillo en sus ojos, pero si se trataba de su madre lo miraba con molestia. Si su novia lo llamaba, él iba enseguida sin rechistar, pero si su madre lo llamaba, iba gruñendo como perro. Como ahora mismo.

La pareja fue a visitarlos en sus días de descanso, después de almorzar fueron a la sala a ver una película bajo la atenta mirada de los dos adultos para evitar que no hagan de nuevo esa situación incómoda. Desde la cocina contemplaba a Katsuki encima de Maria, sus brazos apretaban la cintura de la mexicana mientras su cabeza descansaba en la clavícula de la contraria estando muy a gusto de las manos ajenas que cariciaban el cabello de este y soltaba una que otra risita por las cosquillas que provocaba el aliento de su novio en su piel.

—¿Qué te pasa, cielo?—La voz de su esposo hizo que la mujer dejara de ver a los jóvenes por un momento, gira su cuello en dirección al castaño, quien había terminado de lavar los platos y se estaba secando las toallas mientras la miraba.

—Oh, nada. Sólo viendo a los enamorados.—Sonríe ladinamente.

—Aún no puedo creer que Katsuki salga con alguien.—Se acerca el hombre a ella, contemplando lo mismo que su esposa.

—Si, yo también.

Los dos se quedan mirando a lo lejos a su hijo, orgullosos, sin embargo entre los dos, una comenzaba a tener celos.

—Te amo.

Ambos ven con sorpresa como la mexicana dice esas dos palabras tan importantes en una relación seria. Tanto Masaru como Maria, quien tuvo que girar su cuello para mirar a la rubia ceniza que se estaba riendo a grandes carcajadas.

—María, perdóname por decirte esto. Pero es muy difícil que mi hijo te corresponda.

Lo siguiente que van a escuchar hizo que Mitsuki tuviera cara de payaso.

—Yo también te amo.

Difícil de creer, pero no imposible. Katsuki pronuncia las palabras en baja voz, con timidez mientras sus mejillas se colorean de un sutil color rojo debido la vergüenza ya que aún no se acostumbraba ser muy cariñoso con las palabras, sin embargo lo estaba intentando porque sabía que podía confiar en su novia porque ella se lo ha demostrado desde que se hicieron amigos, recibiendo como premio de la pelinegra dulces besos en su coronilla y en su frente a continuación de más caricias en su cabello proporcionándole una sensación agradable, amortiguando un poco su vergüenza.