𝑪𝑨𝑷𝑰𝑻𝑼𝑳𝑶 𝟐: "𝑬𝒍 𝒂𝒏𝒕𝒊𝒒𝒖𝒊𝒔𝒊𝒎𝒐 𝒍𝒆𝒈𝒂𝒅𝒐 𝒅𝒆 𝒍𝒂 𝑭𝒂𝒎𝒊𝒍𝒊𝒂 𝑳𝒊𝒆𝒄𝒉𝒕𝒆𝒏𝒔𝒕𝒆𝒊𝒏".

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𝐆 𝐄 𝐋 𝐋 𝐄 𝐑 𝐓

    Cada cosa puede que sea casualidad en esta vida, los sueños e ilusiones no se comparan a la de un padre ansiando tener un hijo y más cuando lo intentaron por años. El matrimonio de Lorence y Rosetta Liechtenstein, cuando supieron que tendrían al fin a su esperado heredero, este lloro y celebro de alegría, la noticia no se hizo esperar y se esparció como los polvos flu, sería un hijo varón, pero, la alegría duro poco después de su nacimiento pues creían que tenían una maldición, en el año de 1883 el 13 de Junio, nació un niño pálido como la luna y con un blanco cabello, tan blanco como el marfil que apenas se podía notar, lo peor vino cuando a la semana de nacido este abrió sus ojos, uno de cada color, blanco y café oscuro; estaban malditos.

    Los padres estaban apenados, por mostrarle esta aberración de la naturaleza al abuelo Rudolf, todos estos meses hablando de como el nieto de la familia real Liechtenstein seria recibido en la sociedad, se fue al escusado, no tenían la menor idea de cómo la gente reaccionaria al ver aquel niño maldito, eran ignorantes, no sabían que hacer, e intentar cambiarle el color de pelo y piel con magia seria humillante; esperaron la llegada del abuelo para recibir instrucciones.

    Al llegar al palacio de su hijo, su sonrisa se iluminaba de oreja a oreja, tuvo que salir del país por unos días y justo una semana antes de irse su hijo ya era padre, tenía que volver, dejo todos sus asuntos pendientes para otro momento y fue al fin a conocer a su nieto; camino muy orgulloso por las escaleras, los sirvientes venían levantando su larga capa roja, el camino hasta el salón principal donde lo esperaban su nuera con él bebé en brazos y su hijo.

—Hola padre —dijo su hijo, Lorence.

—Hola, —dijo el Sr. Rudolf— ¿Cómo lo llamaron?

—Queríamos esperar a que su alteza estuviera presente —dijo Rosetta, haciendo una reverencia.

—Pues anda, anda déjame verlo —dijo Rudolf, entusiasmado.

    La mujer muy nerviosa miro a su esposo, enseguida con suavidad quito las mantas de su rostro del pequeño príncipe.

—Es hermoso— dijo el Sr. Rudolf —debe tener un nombre digno de su legado.

—Lo mismo opino, estamos muy orgullosos— dijo el hijo, parecía avergonzado.

—¿Qué les pasa? —pregunto el Sr. Rudolf— están pálidos, parecen unos maniáticos.

—Es que... —estuvo a punto de decir Lorence.

—¡No es nada! —dijo Rosetta, interrumpiendo— Es solo que el niño tuvo complicaciones al nacer, eso esto todo, pero mírelo, es tan sano, un digno heredero ¿no cree?

    El Sr. Rudolf se quedó observando en silencio, parecía saberlo, de inmediato antes de que pudieran reaccionar saco su varita y dijo:

¡IMPERIO!

Su nuera y su hijo sumieron ante su control, ni siquiera se resistieron y su hijo dijo:

—Te hemos engañado padre, no estamos orgullosos de este niño —dijo Lorence.

—¿Por qué? —pregunto el Sr. Ruldolf, desconcertado.

—Tiene un hechizo de identidad, —dijo Rosetta— no es su verdadera apariencia.

—¿Cómo es posible? ¿Están dementes? —dijo el Sr. Rudolf, furioso—¡Es mi nieto!

    Ambos volvieron a la normalidad con un hechizo y comenzaron a llorar, su padre se incoó y pidió perdón.

—¿Es un squib? —Pregunto el Sr. Rudolf, serio.

—No, b- bueno n-no lo... —respondió Lorence.

"POR EL BIEN MAYOR" ⁓Una Historia Diferente⁓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora