Noche

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Reconoce el momento en que las situaciones escalaron, aun cuando la alevosía se había presentado como un acto sutil, Tulio siempre había notado como los toques escalaron de las puntas de sus dedos hasta rozar sus brazos para llegar a sus hombros; siempre actuando desde el silencio, solo para reafirmar los hechos en palabras que desviaban la atención de ajenos. Juego en el que participó activamente, calmando la curiosidad contraria para avivar la propia.

Lo que Tulio desconocía era cuál de todas las intenciones iniciales fue por las que había aceptado ese suceso a largo plazo; o si fue la admiración lo que le había endulzado la idea de ver hasta dónde podrían ser capaces de llegar. Después de todo, Manguera le había enseñado demasiado de ese mundo para ser enteramente ciego, pero a él le encantaba creer que su ingenuidad es un hecho natural. Y no era quien para quitar la ilusión del hombre que lo controla todo. Porque Tulio asimiló, bajo su tutela, que controla más siendo una pieza del juego que el jugador cegado por la generalidad del tablero.

Sacude sus pensamientos cuando la brisa helada golpea contra su cuerpo, llevándolo a abrazarse; debería llamar a su chófer antes que-.

Su celular vibra, por lo que lo extrae del bolsillo interior para mirar en la pantalla la notificación con un ícono que es solo reconocible para su persona.

Una hora se remarca, la misma con la que se han encontrado en otras ocasiones.

Alza la vista, encontrándose con que hay un coche esperándolo justo a tiempo.

Desliza el dedo sobre la pantalla para desbloquearla, escribiendo un agradecimiento acompañado de un pequeño corazón; cuando el mensaje es leído, vuelve a resguardarlo en la seguridad de su ropaje para ingresar en la parte trasera del vehículo, ignorando la existencia del trabajador que está acostumbrado a su entidad y lo peligroso que sería cuestionarla.

El viaje es silencioso pero familiar, por lo que se deja arrullar momentáneamente por el paisaje que presume la riqueza del sector, sintiéndose parte del ambiente de élite; sabe que se encuentra en la cúspide de su carrera, y de igual modo, sigue aspirando a ser mejor que todos aquellos que se encuentran en la zona. Solo que necesita dar un paso a la vez.

Recupera su postura cuando la mansión que lo ha recibido durante algunas noches se vuelve una imagen fija, siendo guiado por uno de los sirvientes que le abre la puerta para dejar que el conductor siga de largo en su turno; lo guían al interior, ayudándole a deslizar la gabardina fuera de su cuerpo para llevarlo con los otros abrigos. Asiente como un agradecimiento silencioso, sabiendo que es toda la atención que recibirá por esa noche porque ya está apartado.

Mantiene al margen la vibración que hay en su piel, especialmente cuando sube las escaleras que lentamente han perdido su pesadez; deja que su mano se deslice a lo largo del ónix importado que funciona como barandal, misma que siempre lo deja impresionado por su elegancia visual; Manguera, si bien no parecía estar enteramente ligado a la estética como su ser, podía asegurar de que posee buenos gustos.

Por algo lo había adquirido como uno de sus bienes.

La gran puerta blanquecina lo recibe cuando no hay otro camino al cual recurrir, por lo que toca con suavidad para ser recibido con un «adelante».

Abre solo para encontrarse al hombre en traje, mirando por uno de los ventanales enormes de la habitación; cierra la puerta tras suyo, asegurando la misma para que ninguno de los secretos que han enredado entre sí sean descubiertos antes de tiempo.

Lo miran, y en un suave movimiento de mano, entiende que lo quiere a su lado.

Acomoda su propio traje, antes de acercarse para inmediatamente ser recibido con una bebida, la cual apenas huele, su rostro se frunce un poco en rechazo; no lo ha probado, sin embargo, sabe por el aroma que es una bebida más amarga de lo que bebería en compromisos sociales.

The BossDonde viven las historias. Descúbrelo ahora