Alfredo Guzman.

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Guadalajara 📍Marzo, 20249:56 pm👀💬🫢Llamas de Celos

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Guadalajara 📍
Marzo, 2024
9:56 pm
👀💬🫢
Llamas de Celos

La ciudad de Guadalajara brillaba bajo las luces de la noche, pero Alfredo Guzmán no estaba disfrutando de la vista desde el balcón de su lujoso penthouse. Con una mano apretando un vaso de whisky y la otra sosteniendo su teléfono, sus pensamientos estaban enredados en un solo nombre: Valeria. La mujer que le había robado el corazón, pero también la que estaba a punto de hacerlo explotar de celos.

Alfredo nunca había sido de los que se dejaban llevar por inseguridades. Tenía todo bajo control, poder, respeto, dinero, y cualquier mujer que quisiera. Pero con Valeria, era diferente. Ella no era como las demás. Tenía una libertad y una independencia que lo desafiaba constantemente, y eso lo volvía loco.

Esa noche, Valeria estaba en una fiesta de uno de sus amigos, y aunque había dicho que iría solo por un rato, habían pasado horas y no había recibido ni un solo mensaje de ella. Cada minuto que pasaba sin saber nada de ella solo alimentaba la furia que hervía en su interior.

—No me puede estar haciendo esto —murmuró Alfredo para sí mismo, tomando otro trago de whisky.

De repente, su teléfono vibró. Era un mensaje de uno de sus hombres, alguien que Alfredo había mandado discretamente a seguir a Valeria.

"Está con otro tipo. Lo vi abrazándola."

El mundo de Alfredo se vino abajo en ese momento. Sintió cómo la rabia lo envolvía como una tormenta, nublándole el juicio. ¿Cómo se atrevía? ¿Cómo podía Valeria estar con otro hombre, cuando él lo había dado todo por ella? Su corazón latía con fuerza, y sus manos temblaban de pura furia.

Sin pensarlo dos veces, agarró las llaves de su camioneta y salió disparado hacia la fiesta. No podía esperar ni un minuto más. Tenía que verla, tenía que aclarar las cosas, o todo iba a explotar dentro de él. El camino hacia la casa de su amigo fue una mezcla de rabia y desesperación, con imágenes de Valeria en los brazos de otro hombre cruzando por su mente una y otra vez.

Cuando llegó a la fiesta, no se molestó en saludar ni en ocultar su estado de ánimo. Alfredo estaba encendido, y todos lo sabían. La gente lo miraba con una mezcla de sorpresa y temor mientras avanzaba entre la multitud, pero él no estaba para explicaciones ni formalidades. Buscaba a Valeria.

Finalmente, la vio. Estaba en la esquina del salón, riendo con otro hombre. No era solo una risa casual; había complicidad, una cercanía que lo hizo arder de celos en el acto. Su corazón latía desbocado, y antes de que pudiera detenerse, ya estaba caminando hacia ella.

—Valeria —dijo con una voz baja y cargada de furia cuando llegó a su lado—. ¿Qué carajos está pasando aquí?

Valeria se giró al escucharlo, con una mezcla de sorpresa y calma. El hombre que estaba con ella, claramente incómodo, se apartó al ver la cara de Alfredo, sabiendo bien quién era.

—Alfredo, ¿qué haces aquí? —preguntó Valeria, pero su tono no mostraba el temor que él esperaba. En lugar de eso, había desafío en su mirada.

—¿Que qué hago aquí? —repitió él, con una risa amarga—. Estoy viendo cómo te ríes y te abrazas con otro vato. Eso es lo que estoy haciendo.

Valeria lo miró fijamente, cruzándose de brazos.

—¿De verdad? ¿Estás aquí por celos, Alfredo? —preguntó ella, con una calma que solo lo enfureció más—. ¿Crees que te estoy engañando solo porque hablo con otro hombre?

—No es solo hablar, Valeria —respondió él, dando un paso más cerca—. Te vi. Lo vi todo. No me vengas con cuentos.

Valeria suspiró, claramente molesta por la escena que Alfredo estaba haciendo.

—Es solo un amigo, Alfredo. No tienes por qué ponerte así.

—No me trates como un pendejo —dijo él, apretando los puños—. No quiero verte cerca de nadie más. No soporto que otro vato se te acerque de esa manera.

Valeria lo miró fijamente, y aunque en su rostro se veía una mezcla de cansancio y frustración, también había algo más. Había pasión. Alfredo siempre había sabido que el fuego entre ellos era intenso, pero esta vez sentía que estaba al borde de perder el control.

—No soy tuya para que me controles, Alfredo —respondió ella finalmente, su voz más baja, pero con una intensidad que lo desarmó—. Pero sabes que te quiero a ti. Eres el único. Si no puedes manejar eso, entonces este problema es tuyo, no mío.

Las palabras de Valeria lo golpearon con fuerza. La desesperación y los celos que lo habían consumido se mezclaron con el deseo. Porque, a pesar de todo, a pesar de la rabia y la confusión, la quería desesperadamente.

Sin poder controlarse más, la tomó del brazo y la llevó fuera del salón, lejos de las miradas curiosas. Cuando estuvieron solos, Alfredo la miró a los ojos, sintiendo cómo el fuego dentro de él crecía con cada segundo.

—No puedo perderte, Valeria —murmuró, su voz temblando de emoción—. Me vuelves loco. No puedo verte con nadie más.

Valeria lo miró, y por un momento, ambos quedaron en silencio, envueltos en la tensión que siempre existía entre ellos. Era un peligro constante, una mezcla de celos, pasión y deseo que los unía, pero que también amenazaba con destruirlos.

—No me vas a perder, Alfredo —dijo ella suavemente, acercándose más a él—. Pero tienes que entender que no soy de nadie. Solo quiero estar contigo.

Esas palabras lo calmaron por un momento, pero solo lo suficiente para que sus labios se encontraran en un beso cargado de pasión. Era un beso desesperado, lleno de todo lo que sentían el uno por el otro. Las manos de Alfredo la rodearon, atrayéndola hacia él como si fuera lo único que importaba en el mundo.

—Te necesito solo para mí —murmuró contra sus labios, sintiendo cómo su cuerpo temblaba por el deseo y la furia acumulada.

—Siempre lo seré —respondió ella, sin romper el beso, dejándose llevar por la intensidad del momento.

Esa noche, bajo las estrellas y lejos de las miradas ajenas, Alfredo y Valeria dejaron que la pasión los consumiera, sabiendo que, aunque el fuego entre ellos era incontrolable, no podían ni querían apagarse.

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