Capítulo 27

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Madison Russell

Alexander cumplió su palabra y al día siguiente volvió a organizar una salida. Esta vez nos llevó al jardín de cristal de Seattle, lugar que no visitaba desde que iba en la secundaria, y veníamos con Ana para sacarnos fotos y escaparnos de la escuela.

Sin poder evitarlo, una sonrisa triste apareció extrañando a mi vieja amiga.

Alexander, durante todo nuestro recorrido, no soltó mi mano en ningún momento y cada vez que por alguna razón me alejaba unos centímetros de él, de inmediato me buscaba aferrándose a mí sin querer soltarme. No pude evitar sentir el revoloteo en mi vientre y una escena bastante romántica en mi cabeza.

El día miércoles, nuestro último día juntos, fue distinto. Durante toda la mañana Alexander estuvo en una reunión y cuando ya eran cerca de las dos de la tarde apareció con un rostro cansado y agotado, pero eso no impidió que llegara a mi lado y me levantará con una facilidad que me sorprendió subiéndome a su escritorio el cual tenía menos cosas encima comparado al mío que quizás era un desorden en estos momentos.

_ La mañana se me hizo demasiado larga sin ti - susurró y junto sus labios con los míos en un beso desesperado, ahogado y algo brusco, el cual solo me deje llevar.

Mi cuerpo se inclinó hacia atrás y debí apoyarme con mi mano para evitar caer, aunque Alexander no hubiera permitido caerme por su insistencia en tener su cuerpo pegado al mío como si necesitara sentirme, marcarme y restregarse en mí.

La mano de Alexander tomó una de mis piernas, levantándola a su cadera, haciendo que nuestra pelvis chocara y sintiera su necesidad, su deseo y lo desesperado que estaba.

Me separé lentamente de los labios de Alexander para mirar sus oscuros ojos grises y cuando este me devolvió la mirada, no supe qué más hacer.

Sus ojos tenían una mirada intensa, una mirada que desnudaba por completo mi alma y por primera vez no tuve miedo, no tuve miedo que él viera cada uno de mis secretos, cada uno de mis errores y cada cosa que a él le apeteciera ver, porque era suya, completamente suya desde el día que ambos cruzamos mirada y el hilo rojo nos unió.

Mis ojos bajaron a su mano que se aferraba a mi pierna y donde yo también me aferraba a su brazo. Noté la pulsera que ambos llevamos puesta desde nuestro viaje a Colombia y no pude evitar sonreír.

_ Te ves hermosa - La voz de Alexander me sacó de mi ensoñación. Levanté la mirada y vi su sonrisa aunque está no llegaba del todo a sus ojos por el deseo en él - Eres la mujer más hermosa y pura que mis ojos han visto Mumu - susurro y sentí mis mejillas sonrojar causado que él sonriera y esta vez sus ojos lo hicieron con él - Te quiero mi Mumu, jamás lo olvides ni lo dudes - mi corazón saltó y sus ojos me observaban con fijeza - ¿Está bien?

Asentí sin decir nada, pero tampoco es que pudiera cuando sus labios volvieron a buscar los míos y me dejara llevar por ellos. Besarnos en la oficina es algo que no muchas veces lo hiciéramos, mucho menos con esta intensidad, pero al parecer estos días eso ya da igual. Papá, no está. Luciana ya sabe lo nuestro, no hay nada que nos impida demostrar nuestro amor en nuestro lugar de trabajo.

Alexander inclinó mi cuerpo hacia atrás e intentó apoyarme en su escritorio, pero sin darme cuenta pasó a llevar un objeto tirándolo al suelo y por el fuerte sonido que realizó sé que se rompió.

Con Alexander nos separamos y cuando giró mi rostro para mirar el suelo, suelto un jadeo.

_ Lo siento, yo no quería...

_Está bien - susurró él con calma y se separa de mí para agacharse y recoger la fotografía.

Alexander gira el cuadro y entonces ambos vemos el cristal roto del cuadro de matrimonio de Alexander. El silencio se mantiene por unos segundos y temo a la reacción de él. Por alguna razón siento miedo, y cuando Alexander se levanta, sus ojos buscando los míos.

El Amigo de Papá Donde viven las historias. Descúbrelo ahora