Alastor avanzaba por los pasillos de la universidad, un laberinto de energía y ruido donde los estudiantes se movían como un torrente descontrolado. Las risas y las conversaciones se entrelazaban en un murmullo constante, mientras otros corrían con prisa, algunos con libros apilados bajo el brazo, otros revisando frenéticamente sus teléfonos. A pesar de este caos, él se mantenía erguido, con una sonrisa cuidadosamente esculpida en su rostro. Era un gesto que había perfeccionado a lo largo de los años, una máscara que ocultaba las pequeñas irritaciones que comenzaban a burbujear en su interior.
Era un alfa, sí, pero no uno de esos alfas que se creían el centro del universo. Esos que caminaban con una arrogancia aplastante, como si el mundo les debiera algo. Alastor había visto a muchos de ellos; sus miradas altivas y sonrisas despectivas eran una constante en el campus. Se reía por dentro al pensar en lo ridículo que era que personas tan superficiales se creyeran importantes. Sin embargo, la irritación empezaba a asomarse cuando se cruzaba con ellos, al sentir cómo su propia naturaleza alfa se retorcía en desagrado.
Había llegado a la universidad para estudiar comunicación social, un campo que siempre le había fascinado. La forma en que las palabras podían influir en las personas, moldear opiniones y crear realidades era algo que le parecía casi mágico. Pero esa magia se tornaba opaca cuando se encontraba rodeado de compañeros más interesados en el estatus social que en el verdadero arte de la comunicación. Había prometido a su madre que intentaría socializar más, salir de su caparazón y hacer amigos. Era una promesa que pesaba sobre sus hombros como una losa.
Su única interacción remotamente de amistad era Husk, un compañero que parecía tenerle una aversión casi visceral. Husk era del tipo que prefería mantenerse al margen, con su actitud distante y su mirada penetrante. Alastor había intentado acercarse a él, pero cada intento terminaba en un intercambio de palabras cortantes y miradas desafiantes, dónde Alastor ejercía su poder. Sin embargo, la idea de tener al menos un amigo real por su madre lo mantenía motivado.
Mientras caminaba, algunas miradas se posaban sobre él. Era consciente de su buena apariencia: cabello oscuro perfectamente peinado, ojos intensos y una sonrisa que podría iluminar cualquier habitación. Pero no era solo eso; había algo en su postura y en la forma en que se vestía —siempre con elegancia— que atraía la atención. Sin embargo, esa atracción era un arma de doble filo. Ser el centro de atención significaba lidiar con las expectativas ajenas y las comparaciones constantes.
Además, había asumido el rol de delegado de la universidad tras unas votaciones unánimes que lo sorprendieron tanto como lo irritaron. Las reuniones eran interminables; papeles por doquier, discusiones sobre proyectos que nunca parecían avanzar y la presión de representar a sus compañeros en cada decisión. A menudo se encontraba sentado en una mesa rodeado de rostros cansados, escuchando ideas mediocres presentadas por aquellos mismos compañeros que tanto despreciaba. La frustración burbujeaba dentro de él, y a veces deseaba poder gritarles que la verdadera comunicación no era solo hablar, sino escuchar y entender.
Mientras continuaba su camino por los pasillos abarrotados, la sonrisa de Alastor se hacía un poco más tensa. Los estudiantes a su alrededor parecían ajenos a su tormento interno; algunos se detenían a saludarlo, otros simplemente lo ignoraban. Pero él sabía que detrás de esa fachada de amabilidad y carisma había un mar de pensamientos contradictorios. ¿Por qué tenía que ser tan difícil? ¿Por qué no podía simplemente disfrutar de su vida sin toda esta carga social?
A medida que se acercaba a su objetivo, respiró hondo y trató de despejar su mente.
Alastor se detuvo abruptamente ante un cartel informativo que colgaba en la pared, casualmente recién adherido por dos estudiantes que hacían lo mismo a la distancia. La pequeña caja de donas que había comprado se apretó en su mano, casi como si la presión pudiera aliviar la tensión que comenzaba a acumularse en su pecho. Frunció el ceño, sus ojos se posaron en el afiche que había temido durante el último mes. La imagen colorida y festiva resaltaba en medio del gris monótono del pasillo, anunciando con letras brillantes la celebración de Halloween organizada por la universidad.
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Caer en tus brazos. -RadioApple, Omegaverse-
FanfictionAlastor, reconocido por su caballerosidad y su tendencia a mantener cierta distancia con los demás, se enfrenta a nuevos desafíos desde que comenzó a salir con un encantador chico rubio (Lucifer), ¿Pero qué tan complicado puede ser cumplir con todos...