- Capitulo 76 - Tesoro

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Melo, 4:40 PM 


Me mira sentado en el comedor, mantiene su distancia pero el corazón me late en la garganta; ¿que quiere de mí?.Pensé que para esta hora ya estaría muerta, he estado aquí por casi dos días y es la primera vez que lo veo, ni siquiera me ha tocado, pero el dolor que tengo en el pecho me aprieta cada centímetro del tórax. 

— ¿No piensas comer, Tesoro?—Apoya los codos en la mesa y lleva la mandíbula a las manos; por primera vez soy capaz de levantar la cabeza pero no me atrevo a mirarle los ojos, no me atrevo a levantar la vista, me tiemblan las manos, aunque quisiera levantarme no podría, aunque los pies me hormiguean no puedo correr.—Tesoro te estoy hablando, ¿tampoco vas a responder mis preguntas?— 

La lengua no me funciona y no puedo tragar; tengo la boca llena de saliva, saliva amarga que ojalá pudiera ahogarme, intento controlar mi respiración, mis latidos, intento concentrarme en lo que podría usar como arma, tengo delante de mi platos, copas, cuchillos de mesa que podría convertir en armas mortales, tenedores y aun así no se me ocurre ninguna manera de defenderme."Vives para David". "Sin David tu vida no vale para nadie, perrita". "Agradece que el te ame como lo hace o yo misma te mataría, perrita" .

Las palabras de Ana me retumban en la cabeza y vuelvo a sentir el frío en el estomago que me mantuvo paralizada por años.Escucho como se le levanta y mentalmente empiezo el conteo; no lo he mirado, no va a azotarme por eso, no lo he desafiado; no va a azotarme por eso, si no me muevo, si no respiro; si mantengo la cabeza gacha tal vez no sea tan malo, tal vez me mate de una vez; sin torturarme.

Veo sus botas a mi lado, de pie junto a mi silla y aprieto los ojos preparándome para el tirón de cabello antes de que me reviente la cabeza contra la mesa. 

Se acuclilla a mi lado y muevo la pierna por instinto cuando siento su mano sobre mi rodilla.—Tesoro, mírame... — La voz profunda y pausada que hace años me parecía sexy, ahora me causa tanto pavor que apenas puedo respirar.— Solías confiar en mi, me llamabas mi amor y dormías abrazada a mi, ¿ya no? Me¿Vas a negar tus ojos también?— 

Intento respirar despacio cuando empieza a faltarme el aire, intento despejar mi cabeza y concentrarme en mi respiración, el corazón ya no melate, estoy congelada en un bloque de terror.

 —Tesoro, — Coloca la mano en mi rodilla y esta vez no puedo moverla, llevo puesto el vestido que dejaron para mi en la cama, apenas lo suficientemente largo para llegar a la mitad de mi muslo sentada, azul, siempre le gustó el azul y como odio este color. — Medusa, mírame, no voy a molestarme, te lo estoy pidiendo.— 

Aunque intentara levantar la cabeza el cuerpo no me responde, mi cuerpo no responde a los comandos de mi cerebro; la ironía es espeluznante; me llamaron Medusa y la que se ha convertido en piedra soy yo. Siento sus dedos debajo de mi barbilla y levanta mi cabeza pero mantengo los ojos mirando al piso. 

—¿No vas a mirarme?, ¿No merezco que la mujer que amo me regale una mirada?, sé que tienes miedo del castigo, pero no pienso hacerlo ahora, ni siquiera me ha pasado por la cabeza, come on; baby, don't make me beg. —

 Cuento desde diez antes de levantar los ojos y no he levantado bien la vista cuando limpia las lágrimas de mis mejillas con el pulgar; reconozco estos juegos, esta voz, la calma con la que me habla, me siento tan pequeña, tan débil que ni siquiera me atrevo a abrir la boca. 

—¿Por qué te fuiste, mi amor? ¿Por qué me abandonaste? No sabes lo mucho que me lastimó llegar al departamento, buscar a mi esposa y enterarme de que ese imbecil te había dejado morir; pero era mentira, una mentira asquerosa que me dijiste. — 

Eros -BorradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora