Prólogo.

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Los aplausos animados cayeron sobre el lugar como una ola que invadió cada rincón. Hizo una reverencia exagerada y bajó del escenario mientras el ruido de las palmas seguía de fondo, hasta que el suave sonido de una copa siendo tocada con una cuchara llamó la atención de los espectadores, que guardaron silencio de inmediato.

-Que gran interpretación ¿no es así? Es un músico con mucho talento. Pero ahora, dejemos descansar un momento al músico y deleitemonos con el sonido de los instrumentos, los padres contrataron a un famoso cuarteto de cuerdas. Disfruten del descanso.

Aprovechó que la atención se había desviado de él y se esfumó hacía el patio del gran edificio. En medio de la noche no había una sola alma a la vista, así que solo se sentó en una banca debajo de los árboles mientras trataba de traer a su mente lejos del ruido de hace unos momentos. 

Estuvo solo un par de minutos con los ojos cerrados, y el lejano sonido de los violines de fondo. 

-Siempre supe que llegarías lejos, pero oye, lanzarte al estrellato apenas un par de años después de desaparecer, sí que me sorprendió.

Abrió sus y los dirigió a la dueña de la voz.

La falda roja roja del vestido llevaba, hacía juego con un broche rojo que recogía solo la mitad de su cabello en una elegante coleta, mientras el resto caía en bucles sobre sus hombros. 

La cicatriz delgada en su cuello solo confirmó lo que ya sabía.

Sus rasgos ligeramente más maduros por los años transcurridos, pero que mantenían su esencia.

Se levantó tan rápido como un rayo por la sorpresa, intentó formular palabras un par de veces y entonces ella lo interrumpió bruscamente.

-Ni lo pienses. Estoy muy molesta contigo, cobarde. 

Él se tensó de inmediato, pero se relajó en cuanto descubrió el asomo de sonrisa en los labios de la joven.

-Entonces, permíteme disculparme contigo como es debido.

Acomodó su guitarra en una posición cómoda, y revisó que estuviera bien afinada.

-¿Gusta acompañarme? 

Ella asintió y se sentó junto a él, aún sin intercambiar palabras, y entonces él comenzó a tocar.

Esa canción que tanto le gustaba que le cantara en aquel entonces.

Antes de los hilos.

Hace tanto tiempo que parecía una vida.

Ella cerró las ojos con la sonrisa aún pequeña en su rostro, mientras disfrutaba de las notas, hasta que tras unos minutos, por fin la melodía terminó. Ninguno dijo nada por un momento.

-Me da gusto verte de nuevo, Valentina.

Ella entonces llevó sus ojos a los de él, con una ligera chispa de tristeza reflejada en ellos.

-¿Por qué no te despediste ese día? Solo desapareciste, nadie supo nada de ti, pensé que tal vez habías... Eres un idiota.

Alex se quitó la guitarra y la puso a un costado, suspiró un poco, para darse valor.

-Tenía miedo. En ese entonces, había empezado a sentir por ti esa chispa que creí perdida, pero no era nada comparado a lo que sentía por ella. Ese día los vi besándose poco después de romper nuestra relación, y de verdad pensé que iba a morir por ella. Y luego me dijeron que mientras estuve pendiendo de ese hilo, tú necesitaste ayuda, era quizá el único momento en mi vida en el que sí debía estar para ti, y en cambio estaba intentando no morir por ella. 

Hilo de Sangre. Primera Lección.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora