"Esta mañana me miré al espejo y sonreí. Sabía que sería el mejor día. El sol brillaba, la alegre y expresiva primavera entraba por la ventana en forma de rayos de sol y sentí abundante paz. Cada día de mi vida en los últimos cuatro años fue un suplicio de juicios ajenos, allanaciones al corazón, robos de pensamientos, arrebatamiento de inocencia, prejuicios y auto-mutilación mental.
Un día como cualquier otro, estaba en el colegio. Bastante tranquilo. Almorzaba mi emparedado en una banca cuando recibí mi primera bendita maldición. Un chico castaño, de profundos ojos negros sobre una deslumbrante sonrisa falsa que escondía tantos prejuicios y putrefacción mental como la mía. Lo noté en sus ojeras y la forma en que miraba sin atención o ánimos de conversación a su compañía. Una alta chica, hermosa, el sueño de cualquier chico.
«Oh dios». Volteaste a verme y sentí que el mundo era nada, comparado con tus ojos. Sonreiste y te volviste a ella de nuevo. Luego de ese día y hasta ahora no he dejado de pensarte y soñarte. Me enamoré. ¿Quién diría que el amor si mata?Me apresuré a bajar las escaleras, después de ducharme mezclando lágrimas y agua. Salude a mamá, dejándola impresionada por mi gran entusiasmo. Salí con la mochila para no ir a la escuela. Fui directo al parque donde compartimos aquellos juegos, risas, besos y platicas privadas, momentos que jamás olvidaré, pasando por el columpio en el que solías empujarme y me decías "Estas cerca ya de ser un ángel" por lo alto que subía. Dime, ¿aún soy tu ángel?...
¿Recuerdas aquella canción que me dedicaste? Estoy escuchándola ahora, recordando la ocasión en que me tomaste de la mano en aquella cita y la cantaste para mi, con el bello paisaje del mar.
«Mírame.. He venido como siempre;
No hay viento ni marea
Que me aparten de tu vera;
Jamás volaran las nubes del cielo,
Si tus lágrimas no pudiera ahogar [...]»Mi llanto se atora en mi garganta. ¿Dónde estás ahora?
Hace una semana salí de casa alegre por nuestra cita, vestida para tu gusto, con una falda corta y blanca bajo la blusa azul que nunca solía usar. Salí antes y me dirigí a tu casa para sorprenderte. Pensé en darte aquel CD que tanto anhelas de Linking Park. Estabas afuera, feliz, riendo... «¿con una chica?» Una helada hoja de acero imaginaria traspasó mi corazón al verte tan cariñoso... Me notaste sollozando e incapaz de desviar la mirada. Paralizada. Avanzaste preocupado hacia mi «¿Ahora me prestas atención?». Antes que que pudieras tocar mi hombro para detenerme te grité, te maldije y te mandé al diablo. Corrí tirando el pequeño empaque rojo con un moño blanco que lo adornaba y con una nota: «You makes me happy». Llegué a casa y sin prestar atención a los gritos de preocupación y reproche de mi madre subí hasta mi habitación, cerré con seguro y salí al techo por la ventana.
Sentada, enfrascada en aquella escena tan desagradable para mi, saqué del bolsillo un pequeño cutter... Lo medité unos segundos. Sé que te prometí no volver a hacerlo...
Al diablo. Frenéticamente corte mis muñecas, brazos y piernas dibujando transversales lineas rojas. Rompí una promesa a un año de que me obligaste a dejar de hacerme daño. Me dijiste que odiabas ver eso, que no soportabas el hecho de que mi sangre y mis «puras» lágrimas se mezclaran. La mezcla de la sangre y lágrimas es el elixir de los demonios que me orillan a desangrarme cuando el frio filo roza mi piel ya cicatrizada. Después de todo, tu también rompiste, no solo una promesa. ¿Era tan difícil decir "No te amo"?
Es mi confesión. Jamás dejaré de amarte. Hablaré a los ángeles o demonios de tu sonrisa, de la forma en que tus ojos penetran mi alma creando ese lindo escalofrío. Quizá asi me dejen verte. Incluso en la muerte te amaré igual que aquí.If you are reading this, it's too late."
Luego de leer la carta que ella dejó para mi esta mañana tirada en mi puerta fue inevitable el llanto. Mis mejillas ardieron, la culpa me ahogaba y no me permitía respirar. Un peso sobre mi pecho que lleva su nombre destrozó mi corazón. Desesperado corrí unas cuadras a su casa. Su madre me abrió normalmente. «No lo sabe». Entré sin pedir permiso haciendo a la ojerosa y desaliñada mujer a un lado y subí apresuradamente las escaleras. La habitación estaba bloqueada. La mujer me gritaba insenzatamente mientras yo golpeaba el impedimento con fuerza. Logré abrirla y allí estaba. Pacificamente miré sus profundos ojos del color del sol y me heche a llorar de nuevo. Su madre corrió gritando histérica el nombre de su marido. Entendí esa punzada en el corazón y corte la soga que le unía del cuello al techo. Una reanimación cardio pulmonar fue inútil. Le tuve unos minutos entre mis brazos, disculpandome por todo el daño que la causé. Besé sus pálidos labios por última vez. Volví a casa. ¿Podía hacer algo para revertir lo que había visto hacia unos minutos? No. Pero no me libraría jamás de la culpa, así que me apresuré a tomar el arma que papá guardaba en su despacho mientras no estaba, corrí a mi habitación y escribí esta carta. Mamá, papá, los amo.
Amor, espero me perdones y decidas esperarme en el más allá.
Mis latidos eran apresurados, mis lágrimas impedían mi visión completa... ¡Tengo miedo de decir adiós!Tiró del gatillo.
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Goodbye, Alisson.
Non-Fiction«Aquel que esté enamorado, esta condenado a vivir un infierno en el corazón»