5. Fuera de la pista

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El ambiente en el paddock estaba enrarecido. Tras la carrera de este domingo en Bélgica, Red Bull había tenido una jornada agridulce. Max había subido al podio, pero Checo había terminado quinto, frustrado y agotado por lo que parecía una mala estrategia. Ambos pilotos sabían que su próxima interacción sería a través del diario, pero aún no llegaban al día del vuelo para el siguiente Gran Premio.

Max se encontraba en su motorhome, revisando los datos de la carrera, mientras su cabeza estaba en otro lugar. Sus ojos se desplazaban sobre las líneas de información, pero lo único que cruzaba su mente era lo que iba a escribir en su próxima entrada. No era su estilo exteriorizar sentimientos, y menos a través de un diario compartido, pero en esos momentos era la única vía de comunicación aunque se sintiece como una obligación. Lo hacía a regañadientes, pero algo en el intercambio, lo mantenía curioso.

Mientras tanto, Checo estaba en la zona de hospitality, relajándose después de la carrera. Decidió tomarse un respiro y charlar con algunos de los otros pilotos antes de partir. Lando Norris y Charles Leclerc se le acercaron, ambos con expresiones relajadas, ajenos a la tormenta emocional que llevaba dentro el mexicano.

—¿Duro día, no? —comentó Charles, lanzando una sonrisa amistosa.

—Sí, no fue lo que esperaba —admitió Checo, sin profundizar demasiado en lo que realmente lo molestaba. Prefería mantener las cosas en el ámbito de la carrera.

Lando se rió suavemente, siempre con ese aire despreocupado—. Oye, al menos no te estrellaste con Max. Vi cómo se puso de intenso ahí en las últimas vueltas.

Checo asintió, aunque sus pensamientos volvían inevitablemente a las tensiones entre él y su compañero de equipo. La relación con Max había mejorado poco, y aunque la competencia en pista era parte de la naturaleza de su trabajo, no podía evitar sentirse agotado emocionalmente cada vez que estaban juntos.

—Parece que ustedes dos siempre están al límite sobre el límite, ¿eh? —Charles observó a Checo con un poco más de seriedad—. Supongo que debe ser difícil estar en el mismo equipo con alguien como Max.

Checo sonrió de forma tensa—. Es... complicado. Pero así son las cosas en Red Bull.

Lando intervino—. ¿Tienes algo en mente para relajarte ahora que tienes unos días libres? Tal vez podamos salir todos, organizar algo.

La idea no sonaba mal, pero Checo sabía que, incluso en los días libres, su mente seguiría dándole vueltas a su relación con Max y lo que escribiría en el diario. Aun así, trató de sonreír.

—Tal vez, suena bien —respondió sin comprometerse demasiado.

La conversación continuó con temas más ligeros, pero Checo no podía dejar de pensar en la próxima interacción escrita con Max. Cada vez que compartían esas palabras en el diario, parecía abrirse una nueva puerta de incertidumbre y una lluvia de sensaciones extrañas se acumulaban dentro de su cuerpo.

...

El día del vuelo llegó rápido, y como siempre, el silencio entre ambos pilotos era tangible. Subieron al avión en su habitual mutismo. Max sostenía el diario, su turno de entregarlo se acercaba.

Durante el vuelo, Max permaneció concentrado, sus dedos jugaron contra la cubierta del cuaderno sin abrirlo aún. Sabía que la tensión en su próxima entrada podría ser crucial, pero no quería apresurarse. Era la primera vez que sentía algo parecido a la presión fuera de la pista, y eso lo incomodaba. Su relación con Checo seguía siendo un enigma, y el diario se había convertido en una especie de ventana entre ambos, aunque ninguno lo admitiría abiertamente.

Cuando el avión aterrizó, Max finalmente extendió el diario hacia Checo.

—Tu turno —dijo con una neutralidad cortante, como si fuera simplemente otro aspecto más de su rutina.

El diario del asiento 33B |CHESTAPPEN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora