Sinopsis:
Siempre he querido proteger a mi hermano Nezuko, pero la traición de aquellos en quienes confiaba me arrastró a un abismo oscuro. Regresada al pasado, me encuentro en un laberinto de secretos y corrupción dentro de la organización cazadora...
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Mis manos temblaban, la sangre salpicaba las paredes, adornandolas con un vibrante tomo carmesí. Mis ojos se movían de un lado a otro, divisando a mi hermano.
—Nezuko...
El volteo a mirarme, su cuerpo temblando y sus ojos llorosos trataban de buscar consuelo en mi, trataban de... Procesar lo que había hecho por mi.
¿Cómo llegamos a esto?
Me acerque rápidamente hacia el al ver como lágrimas brotaban, empapando sus mejillas. Lo abraze con fuerza, poniendo su cabeza en mi pecho.
—Shh... Todo está bien. —Susurre—. No hiciste nada malo, solo intentaste ayudarme. —A pesar de mis palabras, incluso yo estaba impactada
Sentía el temblor de Nezuko contra mí, su respiración entrecortada y cada sollozo ahogado que lograba reprimir. Yo también estaba aterrada, el peso de lo que había ocurrido era abrumador, y el espeso olor a sangre parecía envolvernos, como si no hubiera escapatoria.
Acaricié su cabello suavemente, tratando de calmarlo, aunque mi propia voz temblaba al susurrar.
—Shh... No pienses en eso ahora. —Apreté los dientes, obligándome a mantener la calma—. Hiciste lo que tenías que hacer... fue por una buena razón.
Aun con mis palabras, mis manos no dejaban de temblar. La imagen de lo que había hecho seguía grabada en mi mente, imposible de borrar. Pero no podía permitir que él viera mi miedo. Él necesitaba consuelo, necesitaba creer que había actuado bien.
—Todo estará bien... —continué, como si al repetirlo me lo creyera yo también—. No es tu culpa, Nezuko.
Sentí a Nezuko tensarse entre mis brazos antes de levantar lentamente la cabeza. Desde abajo, sus ojos, todavía empañados en lágrimas, comenzaron a brillar con un destello de alivio. Parecía estar encontrando el consuelo en mis palabras, como si realmente empezara a creer que todo estaba bien.
Sus manos, antes aferradas a mi ropa con desesperación, se relajaron apenas, y el temblor de su cuerpo comenzó a calmarse. Su mirada buscaba en la mía una confirmación silenciosa, y aunque el miedo todavía me recorría, le sonreí suavemente, esperando que él viera seguridad donde yo apenas la encontraba.
Acaricié su mejilla, limpiando el rastro de una lágrima.
—Así es, Nezuko... Todo está bien.
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