Mientras el feroz Kyubi atravesaba con sus garras el cuerpo de Minato Namikaze, el Cuarto Hokage mantenía una leve sonrisa en su rostro, una sonrisa que no se desvanecía, incluso mientras la vida lentamente se escapaba de su cuerpo. Sus ojos, llenos de amor y devoción, observaban a los dos frutos de su amor con Kushina, su amada esposa.
A solo unos centímetros de él, dos pequeños bebés yacían envueltos en mantos. El sonido de las gotas de sangre, cayendo desde su cuerpo moribundo, resonaba en el suelo junto a ellos, como un triste recordatorio de su sacrificio. Uno de los bebés tenía el cabello rubio, igual que él; el otro, un rojizo puro, una clara señal de que había heredado los genes de su madre, los poderosos Uzumaki.
—"Naruto... y Satoru... "murmuró Minato, con voz suave y casi inaudible, mientras sus ojos se llenaban de ternura al pronunciar los nombres de sus hijos.
A su alrededor, los gruñidos agonizantes y llenos de odio del Kyubi retumbaban como un eco lejano, intentando quebrar su espíritu, atormentarlo en sus últimos momentos. Pero Minato, incluso en su debilidad, se aferraba a la paz que sentía al estar junto a sus hijos. No se dejaría doblegar.
Mientras el Sello del Segador comenzaba a consumir su alma, Minato se dio cuenta de que había olvidado algo importante: nunca le había dicho a Hiruzen el nombre de su segundo hijo, Satoru. Con lo poco que le quedaba de fuerza, Minato acercó una mano temblorosa, aún aferrada a la garra del Kyubi, hacia uno de sus bolsillos desgarrados. Entre su traje verde de jonin, buscó desesperadamente un trozo de papel.
El destino parecía apiadarse de él, permitiéndole encontrar el papel, ya maltrecho y manchado por la batalla. Con la sangre que aún fluía de sus heridas, escribió con gran esfuerzo los nombres de "Naruto" y "Satoru". Al dejar caer el papel junto a su cuerpo, su brazo finalmente cedió, incapaz de seguir sosteniéndolo.
Su visión comenzaba a nublarse. Minato se esforzó por mantener los ojos abiertos un momento más, solo para contemplar una vez más a sus hijos. Vio a Kushina, su fiel compañera, rendirse ante el agotamiento y cerrar lentamente los ojos. Él no quería partir sin antes ver a sus hijos todo el tiempo que le fuera posible.
El viento frío agitó su cabello mientras sentía cómo su conciencia se desvanecía. Justo antes de rendirse, algo insólito atrapó su mirada y le cortó la respiración. Satoru, su hijo menor, cuyo cabello antes era rojo como la sangre, comenzaba a volverse blanco, tan blanco como la nieve recién caída. En ese instante, una antigua leyenda le vino a la mente: Kushina alguna vez le había hablado de una maldición que afectaba a ciertos Uzumakis. Uno de cada cien, decía la historia, nacía sin la abrumadora cantidad de chakra y vitalidad que caracterizaba a su clan. En cambio, esos desafortunados nacían débiles, con poco chakra, frágiles en cuerpo y espíritu.
Un destello de preocupación cruzó su mente, pero Minato se aferró a la esperanza. Había sellado la mitad Yin del Kyubi en Satoru, confiando en que, con el tiempo, esta energía oscura y poderosa restauraría la vitalidad de su hijo. Incluso si había heredado la maldición, el chakra de las Nueve Colas lo fortalecería, consciente o inconscientemente.
Finalmente, aceptando su destino, Minato cerró los ojos por última vez. Sintió cómo el Segador intensificaba su esfuerzo, reclamando su alma con más fuerza, y sabía que no podría resistirlo por más tiempo. Su cuerpo cayó junto al de Kushina, mientras el chakra del Kyubi quedaba sellado en sus hijos.
Así murió Namikaze Minato, un hombre de modales amables, de semblante apacible, y un gran Hokage. El héroe que detuvo al ejército de Iwa y los diezmó por completo, había caído.
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2 dias despues.
Oficina Hokage.
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Reencarnado como Gojo Satoru y Hermano de Naruto
FanfictieReencarnación... algo que hemos deseado, imagina empezar una nueva vida, una nueva identidad con el conocimiento de tu vida anterior para no cometer los mismos errores de tu vida anterior. Ahora súmale a eso si en tu vida anterior fuiste alguien que...