Episodio 1: 𝐒𝐀𝐋𝐕𝐀𝐉𝐄

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Desde aquellos derrumbes en mi vida, todo cambió. Para bien o para mal, no lo sé, pero estoy eligiendo mi propio destino. El viento golpea mi rostro, y mi cabello flota en el aire como el eco de mis decisiones.



Aquella mujer que fui, atrapada en la monotonía de sobrevivir, no veía el futuro. No pensaba en lo que podría hacer, solo en cómo mantenerse viva. La cabaña abandonada donde vivía, al borde de un bosque cubierto de nieve, era mi única compañía, junto a mi leal caballo, Arselia. Vendía flores en los pueblos cercanos, viajaba hasta los más lejanos si era necesario. Mi vida había sido pacífica, pero esa paz era vacía, la paz de alguien que ha dejado de soñar. Todo lo que quedaba eran días indistinguibles, uno tras otro, sin un destello de cambio.

Lectora (pensamientos):
"He notado que las flores han crecido más rápido de lo habitual. Normalmente eso ocurre en primavera... o cuando las sombras están cerca. Las sombras traen devastación, y el fuego que dejan a su paso obliga a las flores a nacer apresuradamente."
—Pensé mientras cepillaba la melena de Arselia—.
"Si ignoro las señales, caeré en el abismo otra vez..."
Me inquietaba la idea, pero la comida comenzaba a escasear. Tendría que bajar al pueblo.

Arselia, tú también necesitas alimentarte, ¿no? —dije, acariciando la cabeza de mi caballo.

Monté a Arselia con un pequeño saco de monedas en la mano. Las sombras siempre acechaban en las calles del pueblo, impregnando el aire con un miedo tan denso que se sentía como una niebla. No me atacaban directamente, pero no por eso me sentía a salvo. Era triste caminar entre las ruinas de lo que alguna vez fue un lugar lleno de vida, ahora desolado por su presencia. Esos seres no eran humanos. No podían serlo.

El mercado estaba igual de desolado que siempre. A pesar de todo, la gente seguía comprando flores, quizás buscando consuelo en su efímera belleza. Y yo, de alguna forma, envidiaba esa búsqueda.

Después de hacer unas cuantas ventas, algo llamó mi atención. Vi a unos hombres—sombras—arrebatarle las pocas pertenencias a una anciana. La escena se grabó en mi mente como una herida.



Flashback

—Madre: "Están asustados... No todos son crueles."
—Lectora: "¡Madre! Nos roban, nos maltratan, ¡nos quitan todo! ¿Cómo puedes decir eso?"
—Madre: "Algunos lo son, sí, pero otros solo quieren sobrevivir. No puedes juzgarlos a todos, hija. Algunos de esos hombres también tienen hijos, también sienten miedo."
—Lectora: "¡Eso no lo justifica!"
—Madre: "No, no lo justifica. Pero debes aprender a proteger a los que realmente lo necesitan."

Fin del flashback





Ese recuerdo me golpeó como un rayo. Antes de darme cuenta, ya había saltado sobre Arselia y había derribado a esos hombres. Vi el destello de agradecimiento en los ojos de la anciana, y algo en mí se agitó. Sin embargo, los bandidos apenas podían comprender lo que les había sucedido. Sin pensarlo, huí de regreso a mi cabaña.

Los días siguientes evité el pueblo, temerosa de lo que podrían hacerme. Pero cuando volví, algo había cambiado. La gente del pueblo había comenzado a rebelarse contra las sombras. Mi acción impulsiva había encendido una chispa de esperanza. Pensé en mi madre. Habría estado orgullosa. O eso me decía a mí misma para calmar el peso de la culpa.

Señora, no puedo aceptar esto —le dije a la anciana cuando intentó darme unas monedas de plata como agradecimiento—. Usted lo necesita más que yo.
La abracé, y ella rompió a llorar en mis brazos. Sentí una calidez extraña, algo que hacía tiempo no experimentaba.

Mientras me despedía de los comerciantes, vi algo que me congeló la sangre. Unos hombres golpeaban a un niño. Uno de ellos, una sombra, le enseñaba a apuñalar correctamente a alguien. El niño intentaba hundir el cuchillo, pero sus manos temblaban. No podía.

—Sombra 1: "¡Eres inútil! ¡Ni para matar sirves!"

Me vieron observando.

—Sombra 2: "¿Qué estás mirando, mujer?"

Actué antes de pensar. Monté a Arselia y me lancé sobre ellos, apartando al niño de su alcance. Apenas sentí el calor en mi espalda cuando me di cuenta de que el niño, con lágrimas en los ojos, había intentado apuñalarme.

Lo bajé de mi caballo y lo abracé. Temblaba, sus sollozos eran casi inaudibles. Dejé un beso en su frente y me alejé. La herida en mi espalda era superficial, pero el dolor que sentía en el alma era más profundo.

De vuelta en la cabaña, me vendé la herida apresuradamente.

Por Dios... esto me va a doler por días —murmuré, con una sonrisa amarga en los labios.
Arselia, escóndete. No tardarán en venir por nosotros.

Pasé la noche en vela. Mi mente giraba en espiral, llena de preguntas. Si muero hoy, moriré libre, pensé. Pero no había monstruos en esas sombras. Solo personas rotas. No sé por qué, pero eso no me hizo sentir mejor.

La siguiente noche huí de la cabaña. Sabía que lo que había hecho en el pueblo había tenido consecuencias. La gente había empezado a luchar por sí misma, pero las sombras no iban a quedarse de brazos cruzados. Mi madre siempre me decía que protegiera a los demás. Pero, ¿a quién estaba protegiendo ahora? ¿A mí misma? ¿A los demás? Mi propósito había comenzado a desvanecerse.

A lo largo de los siguientes meses, viajé de pueblo en pueblo, rescatando a quienes lo necesitaban, enfrentándome a las sombras. Aprendí a pelear, a sobrevivir. Pero con cada sombra que derrotaba, mi odio crecía. No era una heroína. No buscaba justicia. Solo quería venganza. La luz que mi madre había intentado encender en mí se estaba apagando .
La batalla final se acercaba. Lo sabía. Y cuando llegara, estaría lista.














Continuará...

Cielo Desgarrado ~ Buda y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora