Bruno, después de despedirse de Sofía, caminó de regreso a su casa sintiéndose algo emocionado y distraído por los momentos que habían compartido. Al llegar, abrió la puerta y se encontró con su hermana sentada en el sillón, junto a sus padres, quienes lo miraron con curiosidad.
—¡Ah, miren quién llegó! —dijo su hermana, sonriendo con picardía—. ¿Cómo te fue en el Patio Olmos con esa chica que conociste?
Sus padres también lo miraban, esperando una respuesta.
Bruno se encogió de hombros, intentando no mostrar mucho entusiasmo.
—Bien, todo bien. Nos la pasamos hablando de fútbol y de otras cosas. Es buena onda —dijo con una sonrisa, tratando de no dar demasiados detalles, aunque su mente seguía pensando en Sofía.
—¿Solo eso? —preguntó su madre con una sonrisa traviesa—. ¿No pasó nada más interesante?
Bruno se rió, sabiendo que su familia no lo dejaría en paz tan fácilmente.
—No, mamá. Solo charlamos, fuimos al Buen Pastor a seguir conversando. Nada más —dijo, aunque no pudo evitar que su sonrisa lo delatara.
Su hermana lo miró con una ceja levantada, divertida.
—Ya, seguro que solo "charlaron".
Bruno rió ante el comentario de su hermana, pero decidió no seguir el juego. Se levantó del sofá y se dirigió a su cuarto, todavía sonriendo por dentro. Al llegar, dejó sus cosas sobre la cama y se cambió rápidamente, poniéndose su ropa deportiva para ir al gimnasio.
Mientras se vestía, su mente volvía a los momentos que había compartido con Sofía. Se sentía más cómodo y conectado con ella de lo que había esperado. A pesar de que solo habían pasado unas horas, sentía que la conocía desde hace mucho tiempo. Con ese pensamiento en mente, se miró al espejo, ajustó su remera, y salió de su cuarto listo para entrenar.
—Voy al gimnasio —anunció antes de salir.
—¡Que te vaya bien! —le gritó su madre desde la cocina, mientras él cerraba la puerta y se dirigía hacia el Manantial, su gimnasio de confianza.
Al llegar al gimnasio, Bruno fue recibido con saludos y risas por parte de sus amigos. Se sintió bienvenido y animado al verlos, lo que le daba un impulso extra para su rutina de entrenamiento.
Después de cambiarse, se dirigió al área de pesas. Comenzó su calentamiento con algunos estiramientos y ejercicios ligeros para preparar su cuerpo. Luego, se acercó a la barra con pesas de 10 kilos.
Concentrado, levantó las pesas, sintiendo cómo sus músculos trabajaban. La repetición y el esfuerzo lo ayudaron a liberar la tensión acumulada del día, y cada levantamiento se sentía satisfactorio. Mientras continuaba con su rutina, no podía evitar pensar en Sofía y en la conexión especial que sentía con ella.
Mientras levantaba las pesas, intercambiaba bromas con sus amigos, pero en su mente, Sofía seguía ocupando un lugar especial. La emoción de conocerla lo motivaba aún más en su entrenamiento.
Bruno se esforzaba al máximo en cada repetición, visualizando el resultado que deseaba alcanzar. Quería tener un buen cuerpo no solo por el ejercicio, sino también para impresionar a Sofía. La idea de poder sacarse la remera en algún momento y que ella lo viera bien tonificado le daba aún más motivación.
Mientras continuaba levantando las pesas, su mente se llenaba de imágenes de Sofía sonriendo y mirándolo con admiración. La posibilidad de que ella se sintiera atraída por su esfuerzo lo impulsaba a superar sus límites.
A medida que avanzaba en su rutina, se aseguraba de mantener una buena forma, sabiendo que cada pequeño detalle contaba. Se prometió a sí mismo que trabajaría duro no solo por su salud, sino también para crear una impresión positiva en ella. Con cada levantamiento, sentía que estaba un paso más cerca de su objetivo, no solo físico, sino también emocional.
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Caminos cruzados 1
Mystery / ThrillerEntre el tiempo, los desafíos y los sueños de una vida nueva, Sofía y Bruno se enfrentan a un destino que les ha dado más de lo que esperaban, pero también les ha quitado mucho más. En un mundo donde la realidad y el futuro se mezclan, estos jóvenes...