cap 35. el inicio de una nueva pesadilla.

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Narra stanley.

Era una noche difícil, y el ambiente en la habitación estaba impregnado de una mezcla de cansancio y ternura. Aurora y yo estábamos en casa, preparando a nuestros bebés para acostarlos en sus cunas. Con movimientos suaves y cariñosos, yo me encargaba del pequeño, mientras que Aurora se concentraba en nuestra pequeñina.

El tiempo parecía volar; Aurora le dio su medicamento a la pequeña, algo que el médico había recetado para ayudarla con sus problemas de salud. Observé cómo la acomodaba en su cuna, arropándola con delicadeza. Una vez que ambas estaban listas, apagamos las luces y nos deslizamos bajo las sábanas de nuestra cama, agradecidos por unos momentos de calma.

El cansancio nos envolvió rápidamente y, en poco tiempo, ambos nos quedamos dormidos. Sin embargo, la tranquilidad no duró mucho. Al cabo de unos 30 minutos, un llanto desgarrador rompió el silencio de la noche. Era el pequeño, llamando a sus papás.

Despertándome lentamente, me di cuenta de que apenas eran las 10 y media; no había pasado mucho tiempo desde que nos habíamos acomodado en la cama. Aurora, aún medio dormida, murmuró: "Amor, creo que el pequeño está llorando".

"Descansa", le respondí con suavidad. "Yo voy a ver qué tiene". Me levanté de la cama y me dirigí hacia la cuna. Al cargar al pequeño en mis brazos, sentí su calidez y comprendí enseguida lo que necesitaba: quería estar cerca de papá o mamá.

Lo acuné suavemente mientras su llanto se iba apagando poco a poco. Supe que todo lo que necesitaba era ese contacto cercano y reconfortante. Después de un rato, cuando se calmó por completo, lo volví a colocar con cuidado en su cuna, apagando la luz nuevamente para no perturbar el ambiente tranquilo.

Regresé a nuestra cama donde Aurora me esperaba con los ojos entreabiertos. Me acomodé a su lado y sentí cómo el agotamiento me envolvía otra vez. Sabía que era solo una etapa más en esta aventura de ser padres; una etapa que traía desafíos pero también un amor indescriptible.

Apenas me acomodé en la cama, el cansancio comenzó a apoderarse de mí nuevamente. Pero antes de que pudiera cerrar los ojos, sentí cómo Aurora se movía a mi lado. La miré y vi que estaba despierta, observando el techo con una expresión pensativa.

"¿Estás bien, amor?" le pregunté en un susurro, tratando de no perturbar el silencio que llenaba la habitación.

Ella giró la cabeza hacia mí y sonrió débilmente. "Solo pensando en lo rápido que crecen. Parece que fue ayer cuando solo teníamos sueños y esperanzas, y ahora aquí estamos, con nuestros dos pequeños".

Asentí, recordando esa época en la que planeábamos nuestro futuro juntos. Nunca imaginé que ser padres sería tan desafiante y gratificante al mismo tiempo. "Sí, es increíble. A veces me pregunto cómo hemos llegado hasta aquí", respondí mientras acariciaba su mano.

De repente, un nuevo llanto resonó en la habitación. Esta vez era nuestra pequeñina, quien parecía estar inquieta en su cuna. Aurora se incorporó un poco, y yo sabía que ella estaba lista para ayudar. "Voy yo", le dije rápidamente, no queriendo que se levantara si aún estaba cansada.

Me levanté de nuevo y me dirigí a la cuna de nuestra hija. La encontré moviéndose y llorando suavemente. La levanté con cuidado y sentí su pequeño cuerpo temblar ligeramente entre mis brazos. La acuné suavemente, hablando en voz baja para calmarla.

"Shh, pequeña. Papá está aquí", murmuré mientras la balanceaba suavemente de un lado a otro. Al poco tiempo, sus sollozos se fueron apagando y su respiración se volvió más tranquila.

La llevé hacia la ventana, donde la luz de la luna iluminaba su rostro delicado. Observé cómo sus ojos parpadeaban mientras trataba de adaptarse a la luz tenue. En esos momentos me daba cuenta de lo afortunado que era; tener a estos dos seres tan maravillosos en mi vida era un regalo invaluable.

El oficial Stanley. Y el criminal de Canterville.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora