Capítulo 9: El Vínculo de la Sangre

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La noche avanzaba, y el silencio en la casa de Andromeda era casi ensordecedor. Las llamas en la chimenea proyectaban sombras en las paredes, y el viento afuera susurraba a través de los árboles. T/n se quedó junto a Alastor, observando cómo Andromeda aplicaba un ungüento en sus heridas. Alastor había perdido algo de color en su rostro, pero sus ojos seguían brillando con determinación.

Andromeda trabajaba con destreza, sus manos moviéndose con precisión mientras aplicaba pociones y hechizos curativos. Finalmente, terminó y se sentó en una silla frente a ellos, suspirando mientras se limpiaba las manos con un paño.

—Va a necesitar descansar, pero ha tenido suerte. Podría haber sido mucho peor —dijo ella, mirando a Alastor con una mezcla de preocupación y aprobación—. Eres fuerte, como tu madre.

Alastor asintió, agradecido. —Gracias, señora Tonks. No sé qué habríamos hecho sin su ayuda.

Andromeda le sonrió levemente. —Llámame Andromeda, querido. Y no te preocupes, ambos están a salvo aquí... por ahora.

T/n sintió una oleada de alivio, pero también de urgencia. Sabía que no podían quedarse mucho tiempo. Lucius y los otros mortífagos no tardarían en descubrir que habían desaparecido y comenzarían a buscarlos.

—Tía Andromeda, ¿conoces algún lugar donde podamos escondernos por más tiempo? —preguntó T/n con ansiedad—. No quiero ponerlos a ti ni a tu familia en peligro.

Andromeda la miró con una expresión reflexiva. —Hay algunos lugares donde podrían estar más seguros, pero... son pocos. Las cosas han cambiado desde la última vez que estuve involucrada en estos asuntos. Sin embargo, tengo contactos que aún podrían ayudarnos.

En ese momento, la puerta trasera se abrió de golpe, y una joven mujer con el cabello color violeta entró rápidamente, con una varita en la mano. Su rostro mostró sorpresa al ver a los recién llegados.

—¡Mamá! ¿Qué está pasando aquí? —preguntó la joven, apuntando con su varita a T/n y Alastor.

—Nymphadora, baja la varita —dijo Andromeda con calma, pero con autoridad—. Ellos son... familia.

Tonks bajó lentamente la varita, sus ojos cambiando de la desconfianza a la curiosidad. —¿Familia? Pero... no puede ser...

—Ella es T/n Malfoy, hija de Narcissa, y él es Alastor Potter —explicó Andromeda—. Están huyendo. Necesitan nuestra ayuda.

Tonks los miró, aún un poco escéptica, pero la expresión de T/n reflejaba tal honestidad y desesperación que dejó caer la guardia un poco.

—Está bien... pero necesitamos saber más sobre lo que está pasando. ¿Por qué estás huyendo? ¿Qué está haciendo la familia Malfoy ahora?

T/n explicó rápidamente lo que había sucedido: cómo Lucius había capturado a Alastor, cómo Narcissa los había ayudado a escapar, y cómo habían llegado a la casa de Andromeda buscando refugio. Tonks escuchó atentamente, su expresión cambiando de preocupación a determinación.

—Si tu madre arriesgó tanto, debe haber una razón poderosa —dijo Tonks finalmente—. Y si decidiste venir aquí, entonces confío en ti. Podemos hacer que se mantengan ocultos, pero solo si somos cuidadosos.

Andromeda se volvió hacia T/n, su rostro grave. —Escúchame bien, T/n. La Orden del Fénix puede ofrecer protección, pero también es un camino peligroso. Si nos descubren ayudándolos, todos seremos objetivos. ¿Estás preparada para esto?

T/n miró a su tía con firmeza. —Estoy preparada para lo que sea, con tal de proteger a Alastor y hacer lo correcto.

Andromeda asintió, satisfecha con su respuesta. —Muy bien. Pero antes de hacer cualquier movimiento, debemos asegurarnos de que nadie sepa que están aquí. Debemos ocultar la casa bajo un encantamiento Fidelius.

Tonks asintió en acuerdo. —Podemos usar a mamá como guardiana secreta. Así, nadie podrá traicionar la ubicación a menos que ella misma lo revele.

Andromeda se levantó y comenzó a preparar los ingredientes necesarios para el encantamiento, mientras Tonks se aseguraba de que todas las puertas y ventanas estuvieran bien protegidas. El aire en la casa se llenó de una tensión palpable, pero también de una extraña sensación de esperanza.

Mientras esperaban que Andromeda completara los preparativos, Alastor se acercó a T/n y le susurró en voz baja. —No sé cómo agradecerte por todo esto. Por arriesgarte por mí.

T/n sonrió suavemente, apretando su mano. —No hay nada que agradecer, Alastor. Haría esto mil veces más por ti.

Alastor la miró con ternura, y por un momento, se olvidaron del peligro que los rodeaba. Estaban juntos, y eso era lo que importaba.

Finalmente, Andromeda levantó su varita y comenzó a recitar el encantamiento. Una luz plateada envolvió la casa, y T/n sintió un leve temblor en el suelo mientras la magia se extendía, creando una barrera invisible a su alrededor.

Cuando terminó, Andromeda bajó la varita y sonrió. —Listo. Estamos a salvo... por ahora.

Tonks se acercó a su madre, sus ojos llenos de preocupación. —¿Y ahora qué, mamá? No podemos quedarnos aquí para siempre.

Andromeda asintió. —Lo sé, Nymphadora. Pero por ahora, necesitamos mantenerlos ocultos y seguros. Y luego... encontraremos la manera de luchar contra esto. Juntos.

T/n se sintió reconfortada por la determinación de Andromeda y Tonks. Sabía que todavía había un largo camino por recorrer, pero al menos ahora no estaban solos. Había una luz en la oscuridad, y un destello de esperanza en sus corazones.

Corazones ProhibidosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora