Día 22: biting

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Cuando Onyx sintió la calidez de la boca de Liv rodeándole la polla, no pudo contener los gemidos. Sus dedos se hundieron entre los mechones rubios de la mujer, acompañando a los movimientos erráticos que Liv hacía con la cabeza o a veces dando débiles tirones de placer. Solo fue cuestión de segundos que la habitación se inundara de los constantes jadeos del dios cada vez que las caricias de esos labios dulces se extendían a lo largo de su erección o una lengua juguetona que se aventuraba de vez en cuando a trazar caminos húmedos que terminaban en besos cubiertos de pintalabios rojo.

Onyx se echó hacia atrás, débiles espasmos el placer le recorrían hasta el último rincón del cuerpo. Un escalofrío le trepó la espalda después de que Liv le diera un pequeño mordisco en la base mientras le acariciaba la punta con las uñas.

—¿En serio te vas a vengar por todas esas mordeduras? —se quejó con la voz quebrada. El vello se le erizó, el aliento de Liv volvió a caer sobre su pene.

—No se van a ir en mucho tiempo. ¡Y te recuerdo que dentro de unos días tenemos que ir a mi aquelarre! —le recriminó su esposa, pero Onyx no tuvo oportunidad de contestar. De su boca únicamente brotaron sonidos carentes de sentido. La calidez de Liv volvía a envolverlo casi que por completo, dispuesta a hacerlo pagar por las marcas que decoraban, no solo su cuello, sino los hombros, muslos, pechos, brazos y caderas que resultaban imposibles de ocultar.

El dragón se aferró a las sábanas blancas y apretó los dientes. Un leve temblor se apoderó de sus piernas, entre las que Liv se encontraba arrodillada con los ojos cerrados. Onyx no tardó en escuchar los gemidos que escapaban de la garganta de la mujer cada vez que la introducía más rápido.

Onyx gruñó en voz baja. Su mente comenzaba a nublarse a la vez que un instinto animalístico lo empujaba a ponerse en pie y penetrar de una vez a su pareja. Las descargas de placer se volvían demasiado intensas, estaba a punto de llegar al orgasmo.

—Liv... —la llamó entre jadeos desesperados por aire, el pecho se elevaba a gran velocidad y notaba un ardor incómodo en las mejillas. Liv lo miró directamente, sus ojos castaños reflejaban la lujuria del momento—. Me voy a...

Un grito ahogado escapó de él después de que su pareja acelerara el ritmo. Liv sabía qué iba a ocurrir, y a juzgar por la expresión divertida de su rostro, lo deseaba. Onyx, derrotado, se dejó llevar. Varios cabellos grisáceos cayeron sobre sus ojos verdes como esmeraldas. Sintió todo su cuerpo tensándose antes de liberarse de una presión que lo había atormentado desde que Liv comenzó a besarle la polla. Tomó grandes bocanadas mientras se corría en el interior de Liv, quien no se apartó hasta que hubo terminado.

—S-se te da bien —masculló Onyx observando a su esposa limpiándose la comisura de los labios. Lentamente, Liv fue incorporándose al mismo tiempo que paseaba las manos a lo largo del pecho desnudo del dios, reclinándolo sobre el colchón para acomodarse sobre su cadera—. Pero no tenías por qué haber hecho eso.

Liv se encogió de hombros.

—Tómatelo como un favor para el futuro —ronroneó la mujer colocando la polla del dios sobre su coño. Onyx la sostuvo de las caderas, deleitándose de la suavidad de su piel perlada de sudor—. Ah, e intenta no correrte en cuanto me la metas. 

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora