Me dormí echa un huevito pensando desesperadamente en esos ojos verdes. Nadie me había mirado así, con esos ojos clavados en mí, con una lijera mueca en la cara y mucho menos nadie había sido tan cortés conmigo aunque le trate fatal. Me desperté con la esperanza de encontrarle en el instituto y pedirle perdón por ser tan sumamente gilipollas, o darle las gracias que no tuve oportunidad de dar. Y, como no, volví a llegar tarde al autobús. Esta vez no se hubiese parado si no le hubiera avisado un pasajero del autobús. Entré hiper ventilando en el bus mientras pasaba mi pique y daba las gracias porque había parado. Fui por el pasillito estrecho del autobús sin mirar a los otros pasajeros que estaban sentados. Me senté en el mismo sitio del día anterior y cuando me di la vuelta esperando al chico que me había ayudado hace unas horas, no había nadie. Me entristeció. Llegué al instituto a las 07:02 y vi que llegaba dos minutos tarde. Fui corriendo para no mojarme con la lluvia y entré para resguardarme.
Al darme la vuelta, ahí estaba. Me daba un terror espantoso acercarme a él, pero tenía que disculparme.
- Perdona...- Le di golpecitos en el brazo y a los segundos me di cuenta de que eso era absurdo. No se.dio la vuelta hasta que le apreté en brazo con la mano.
- ¿Ya no digo gilipolleces?- Me miró con sarcasmo. Noté como todo mi interior se moría de la vergüenza.
- Siento haber sido tan borde ayer, estaba muy nerviosa e irrita... ¿Que pasa?- Me miraba fijamente, totalmente embobado.
- Tus ojos; son preciosos.
- No es verdad, sólo son azules.- Aparté la mirada, y noté como las mejillas se me ponían calientes en la piel. Imposible. En 15 años de mi vida, jamás, JAMÁS se me habían colorado las mejillas.
- Debería ir a clase.- me encaminé por el pasillo.Intenté evitarle a toda costa, por los pasillos, en el comedor... Pero en la última clase, me tocó con él. Pintura. Ay Dios, en que lío me había metido. Según entré lo primero que vi fue un montón de caballetes con lienzos en ellos que estaban en un círculo. Habían pincéles, pinturas, paletas... lo típico en una clase de pintura.
Nos dijo la profesora que nos sentasemos. Me senté justo en el caballete en frente del de la profesora. Acto seguido vi como el chico aún desconocido se sentaba a mi lado. Le miré y volví la mirada a la profesora.Nos explicó como pintar bodegones, nos explicó el uso de las pinturas, acuarelas, y nos enseñó algunos cuadros que ella había pintado.
Sí. Había que pintar un bodegón.
Me eché las manos a la cara, temiendo por mi nota.
- No eres muy buena pintando, ¿no?- Dibujó una sonrisa en la cara y noté mis huesos derretirse.- Por cierto, me llamo Nate. He notado como me has evitado todo el día.
- ¿Yo? que va.- Mentí. Era obvio.
- Caith. Puedo llamarte Caith, ¿no? Llevas evitándome todo el día, y además, esta claro que no sabes mentir.- Me sonrió. Le miré embobada, me era indiferente si se daba cuenta, o le sentaba mal, o simplemente pensaba que era tonta, me daba igual.Me concentré en las manzanas (que parecían patatas) que estaba pintando en mi cuadro.
- ¿Qué te trae por este instituto?- Él otra vez. Olfateando en mis asuntos.
-Nos mudamos mucho. He estado en 5 ciudades en los últimos tres años. Mi madre no puede estar en la misma ciudad más de 6 meses, parece alérgica.- Sin darme cuenta le estaba contandoi vida a un total desconocido. Sin darme cuenta ya estaba sonando el timbre que indicaba el final de la clase.
-Bueno Caith, ¿qué tal si te acompaño a casa y me cuentas todas esas historias de ciudades?- No pude evitar sonreír.