Capitulo 3: Una simple tarde de te

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Cuando Penelope se sentó a tomar el café en el número cinco, se sintió como en casa. Todos los rituales acogedores de servir te y preparar platos, compartir chismes inofensivos y que le preguntaran "después" con la genuina preocupación anclaron su semana y le dieron paciencia para el tiempo que pasaba con su propia con su propia familia. Pero cuando llegó, como todos los lunes, no estaba preparada para encontrar a Colin sentado casualmente en el diván, leyendo el periódico. Cuando él lo dobló y lo dejó a un lado, pudo ver un ejemplar de Lady Whistledown asomado por la parte superior, casi como si no quisiera que lo vieran leyéndolo.

—Buenas tardes Pen— dijo Colin palmeando el espacio a su lado.

Penelope sonrió un poco nerviosa y en su lugar se movió a la silla frente a él mientras esperaba que el resto de la familia se reuniera.
—¿Qué te trae aquí hoy? No esperaba verte— preguntó ella.

—Deseaba ver a mi familia antes de la emoción de esta noche— respondió Colin.

Ella levantó las cejas viéndolo, transmitiendo su escepticismo. Ahora se sentía diferente estando a solas con Colin. Si bien todo su cuerpo había sido consciente de él antes, saber de alguna manera lo que ella quería de él, la hizo sentir tímida. El hecho de saber que la había visto como nadie más la había visto antes, le dificultaba concentrarse en temas mundanos.
Ahora bien, siempre se preguntaba si él recordaba la otra noche en que se encontraron en privado.

—Si tienes que saberlo, quería verte antes de lo de esta noche— dijo Colin en voz baja. —Quiero asegurarme de que todo esté en orden—.

Penelope sintió una oleada de calor en la boca de su vientre. Después de todo, si había estado pensando en ella. Tal vez incluso con ganas de verla. Pero, por supuesto, este nuevo y más autoritario Colin volvía a dudar de ella.
—Colin, debes confiar en mi. Dije que obedecería tus instrucciones, y lo haré—.

—De modo que no has visto al señor Sharpe desde la última vez que nos vimos?— Sus penetrantes ojos verdes volvieron a ser serios y la conciencia de Penelope se retorció.

—No ha pasado nada malo desde el baile— replicó Penelope, evitando su mirada.

Colin se puso de pie y se giró para ver el fuego de la chimenea, golpeándose rítmicamente el muslo con la mano. Cuando se dio la vuelta, su mirada era dura e inquebrantable.
—Te excusarás en diez minutos para refrescarte y luego te unirás a mí en el estudio. No permitas que nadie te vea—.

—Colin, no puedo...tu madre— protestó Penelope débilmente.

—Si puedes y debes— dijo él con firmeza, y así abandonó la habitación.

Penelope trató de actuar con naturalidad, pero lo único en lo que podía pensar era en lo dominante que podía llegar a ser Colin cuando sentía la necesidad de serlo.
Trató de reunir el coraje de cuando se ponía su capa para ser Lady Whistledown. Después de todo, Colin era quien se había ofrecido a servir como su amante y ella fue quien accedió a su solicitud. No podía permitirse olvidar que era una mujer muy capaz.

Cuando Lady Bridgerton, Eloise y Hyacinth llegaron al salón, su corazón se aceleró y su estómago se agitó de nervios. Bebió un sorbo de su te lentamente, tratando de calmarse en vano, mientras no dejaba de vigilar el reloj de pie que avanzaba en la esquina. Sentía como si cada tic tac de la manecilla la acercaba a una conversación para la cual no estaba preparada.

Penelope estaba descubriendo un lado nuevo de Colin desde aquella noche en la posada. Sabía que él tenía una manera de doblegar a la gente a su voluntad. Su táctica habitual consistía en esculpir personas y también acontecimientos, con un encanto tan suave que su objetivo nunca sospechaba que estaba siendo maniobrado hasta que el resultado era inevitable.
Pero el nuevo Colin la desequilibro, su temperamento se encendió y de repente se transformó en una tierna preocupación, de modo que sus defensas habituales de invisibilidad y evasión se vieron traspasadas.

Escándalo TentadorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora