"𝐍𝐢𝐧̃𝐚 𝐟𝐚𝐯𝐨𝐫𝐢𝐭𝐚"
Unos fuertes golpes en la puerta de su habitación provocaron que sus ojos se abrieran muy lentamente, intentando acurrucarse aún más entre las mantas, buscando un calor que sentía perdido.
— Rebecca, cielo, arriba. Debes ir a la escuela — Oyó la voz de su madure provenir del otro lado de la habitación —. ¡Despierta! Anda, bebé. Te prepare el desayuno — Lo siguiente que la
Armstrong oyó fueron los pasos en las escaleras y "Dominique" siendo reproducida nuevamente, una y otra vez.Sintió una mirada sobre ella cuando intentó -nuevamente- conciliar sueño, recordando haberse dormido en plena oscuridad, con "el diablo" de pie, frente a su cama, simplemente observándola. Le ardían un poco los ojos al haberse dormido entre un silencioso llanto, y el pitido en su oído izquierdo le estaba sacando de quicio.
Pero al menos su alma continuaba en su cuerpo.
En cuanto sus enormes ojos chocolate se abrieron, notó una figura vestida de negro sentada sobre la cama, a su lado. Observó por unos pequeños segundos cada anillo en los largos dedos de la diabla, admirando los raros símbolos que apenas relucían de éstos. Temía alzar la vista y observar el rostro contrario, pero una vez lo hizo, simplemente se encontró con una firme mirada sobre ella, y a la mujer más hermosa de la existencia manteniendo un semblante muy serio.
El pitido de su oreja aumentó cuando sus miradas se cruzaron por unos segundos, así que tuvo que observar hacia otra parte de la habitación.
— ¿Te asusté? — Ambas cejas de la arcángel se alzaron, y su tono era tan sarcástico al punto en el que Rebecca tuvo que morder su lengua con fuerza, recordando que no podría responderle de manera grosera a la mismísima reina del inframundo.
Negó lentamente con la cabeza antes de suspirar, sentándose en la cama con lentitud antes de bostezar. Estaba despeinada, le ardían los ojos y aún continuaba sintiendo el profundo malestar. Su mirada se dirigió hacia la diabla, la cual simplemente la observaba, sin ninguna expresión en su rostro.
— Buenos días — Dijo ésta última, y se inclinó hacia la mundana.
La respiración de Rebecca quedó atascada en su garganta mientras su cuerpo comenzaba a temblar, temiendo lo que podría suceder. Sin embargo, jamás se hubiese esperado un suave beso en la mejilla derecha.
Aún con la mirada en las mantas, formó una línea en sus labios cuando los presionó entre sí, sonrojada y provocando una lenta sonrisa ladina en la boca de la diabla.
— Puro... como el veneno.
— ¡Rebecca! — Unos golpes en la puerta la hicieron dirigir su mirada hacia ésta, y ni siquiera le fue necesario voltearse para notar que la diabla ya no se encontraba junto a ella.
Suspiró poniéndose de pie y tomando el uniforme de la escuela antes de dirigirse hacia el baño, no sin antes avisarle a su madre que estaba despierta. Le costó un poco bañarse, desnudarse, sin saber si la diabla se encontraba allí, escondida en alguna parte. Se duchó rápidamente, lavando bien su cuerpo y buscando, de alguna forma, sentirse nuevamente bien.
No funcionó.
Al salir, se secó y vistió. El uniforme no estaba tan mal: eran unos pantalones café claro, zapatos negros, junto a una camisa azul con la pequeña "P" de Bangkok Patana School a un lado del pecho. Sus ondulados y largos cabellos castaños casi café oscuro estaban húmedos, y continuaba con su aspecto de muerta.
Comenzaba a acostumbrarse, y apenas llevaba pocos días de la invocación. Sonaba extraño siquiera pensarlo, como si fuese lo más normal del mundo tener "al diablo" acechando en donde sea que estuviese.
ESTÁS LEYENDO
Dancing With The Devil
أدب الهواةEs 1967 y Rebecca está harta de ser aquella chiquilla religiosa a la cual todos molestan. Cansada de un Dios fingiendo oídos sordos, decide tomar sus propias riendas a escondidas: ¿Qué tan mal podría irle si recurriese al mismísimo Diablo? ¿Qué tan...