CAPITULO LXII

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Es ella la que debe tomar la decisión, no tú

Deambulo por los espaciosos cuarteles observando todo. Esta zona es diferente al extremo oeste donde estaba. Ya me había acostumbrado a esa vista, pero al menos aquí es más limpio que allá.

Husmeo cada superficie porque realmente no tengo más nada que hacer. Con Duarte tenía trabajo tras trabajo y siempre me mantenía ocupada.

Me dirijo hacia algunos árboles y a unos metros diviso a una mujer organizando las armas.

<<La hechicera>>

Al darme cuenta que es ella me doy vuelta haciendo de cuenta que no la vi, pero entonces ella me llama.

—Oye.

Aunque se esté refiriendo a mí no me detengo. No me apetece hablar con ella. Pero me alcanza y me veo en la necesidad de detener mis pasos para darle la cara. Sus ojos color miel caen sobre mí amistosos. Es más alta que yo, incluso es más alta que Priscila. Debe medir un metro setenta. Lo mismo que Hank.

—Eres la esposa de Tarren, ¿no es así? —pregunta sonriente y yo asiento. No quiero verme descortés, pero tampoco tan amigable. —Me llamo Aria. —se presenta ofreciéndome su mano para que la estreche.

Algunos mechones de su cabello lacio le caen a los costados de la cara. Está un poco despeinada, pero aun así se ve bien. Su belleza es de esas que sin importar cuántas veces se le mire, sigue teniendo el mismo impacto.

Realmente es hermosa.

—Soy Sahory. —estrecho su mano y enseguida la aparto.

Al estar más cerca de ella puedo notar que los primeros botones de su camisa están desabrochados, cosa que hace resaltar sus voluptuosos pechos.

—Cuando vi que la esposa del comandante Tarren estaba aquí me sorprendí tanto como el resto. —dice —Algunos me habían contado que la señora era una dama respetable y buena persona, lo cual supuse que una mujer así solo estaría en el castillo cuidando de los sirvientes. Pero como ve me equivoqué y eso me hace creer que sois una mujer muy valiente.

<<Como si me importara lo que piensa>>

—Sí, te equivocaste. —le digo —El hecho de que sea una dama de sociedad no quiere decir que sea una cobarde o floja. —aclaro con cierta molestia.

—No quise decir eso, al contrario, es admirable que haya hecho lo que hizo, que se haya arriesgado para llegar hasta aquí.

—Claro. —espeto.

—Debió ser un viaje muy difícil para usted y sin ningún guardia que la protegiese en el camino. —sigue hablando en un tono alegre.

—No mucho.

—Por lo que vi, apuesto a que Tarren no le dio una adecuada bienvenida, en vez de eso se puso a discutir. —elevo una ceja para nada contenta —Lo sé porque todos lo escuchamos. No estaba nada complacido con tu presencia aquí. —esta mujer habla más que un loro —Todo lo que sabe hacer es regañar a la gente. —resopla.

Esta persona es extraña y es raro que se tome ese tipo de confianza con alguien que no conoce. En el fondo admito que su inesperada y cálida bienvenida me tomó por sorpresa. No pensé que fuese a hablarme con tanta credulidad.

—Eso ya no importa. —digo frunciendo las cejas —No tenéis por qué recordármelo.

—Lo siento, no era mi intención incomodarla. —se disculpa rápidamente notando mi actitud. —Solo tenía curiosidad sobre usted y conocerla... y decirte que...

UN TOQUE DE FELICIDADDonde viven las historias. Descúbrelo ahora