Samantha y Oscar mejores amigos desde secundaria con caminos distintos, vocaciones distintas y reacciones distintas, pero una química inigualable.
El titulo es por la canción que les queda, no se me asusten.
No podía dormir, estaba cansada, pero lo que había hablado con Oscar me carcomía la mente, tengo que averiguar dónde está Marcela.
Como todo ser humano, a las cinco de la mañana al fin caí rendida.
Por unas horas, hasta que me levanté otra vez y noté que de alguna forma, cambié de lugar con Oscar, él y Daniel estaban durmiendo abrazados.
Obviamente me burlaría luego de esto.
Les tomé una foto y salí de la habitación.
Giré en ambas direcciones del pasillo, todas las habitaciones estaban cerradas. El silencio emergía tranquilidad.
Giré hacia el reloj de madera antiguo que estaba al comienzo del pasillo.
Siete de la mañana
Una buena hora para hornear
Caminé hasta la cocina y observé la despensa, definitivamente no había nada de comida.
- Que se supone que haga?- Susurré
Me senté en la barra de la cocina, mis manos sostenían mi cabeza.
- Te llevo de compras?- Escuché una voz detrás de mí
Asentí.
- Por favor.
- Vamos rubia.- Sonrió
Como siempre, Maxie salvando mi día.
Me adueñé de su auto e de decir, mi espacio siempre será el de copiloto, aunque claro, cuando Chiara venga con nosotros yo me sentaré atrás para que no se sienta incómoda.
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- Que vas a comprar?- Preguntó Max
Sus manos estaban en el mango del carro de compras.
- Depende, que les gusta comer a los pilotos?- Pregunté girando hacia él.
Max sonrió
- Sorpréndenos.
Asentí sonriendo.
Mi imaginación volaba pensando en todas las recetas que podría hacer, tenía tiempo, todos tendrían resaca.
Caminamos por todos los pasillos, la comida casi desbordaba el carro de compras.
- Sami, llevamos 40 minutos acá... terminaste?- Preguntó Max
Asentí.
- Lo tengo casi todo...
Tomé un peluche de panda que estaba en una de las estanterías.
