Capítulo 25: Cruzados

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Miramos viejas fotos cuando alguien que nos importa fallece. Somos unos masoquistas. Observamos por horas el instante captado de un recuerdo, casi siempre feliz, y nos lo reproducimos una y otra vez en nuestra cabeza. En ocasiones lloramos, cuando aún no se agotaron las lágrimas, y en otras solo nos duele muy adentro, como si la pena fuera capaz de fustigar, literalmente, un corazón... ¿Por qué será que duele tanto si las emociones están en el cerebro?

Estaba sentada a la mesa del comedor con la cabeza apoyada sobre un brazo estirado. Había sacado de un cajón de mi escritorio una fotografía de Maya y mía tomada bajo el árbol donde hacía unos minutos había estado con Nate, pero unos dos años atrás. Sentía una inmensa presión en el corazón acompasada con mi respiración y la ausencia de un pedazo significativo de mí. Permanecí medio hipnotizada mientras mi padre me observaba disimuladamente a lo lejos desde un extremo de la mesa, fingiendo prestarle atención a "Cien años de soledad", podía notar lo alterado que estaba aunque lo quisiera ocultar, y me pregunté si realmente era capaz de percibir sus emociones o eran solo sus tics nerviosos, que entreoía, lo que lo delataba. Empecé con los dedos a darle vueltas sin sentido a aquella imagen impresa, inmersa en mis recuerdos que iban y venían por mi mente. Noté cuando alguien se sentó a mi lado, identificando su fuerte olor a tabaco, pero no quise despertarme de ese estado para levantar la vista hacia él. Tomé una respiración profunda, como si el médico estuviera auscultándome, y cerré los ojos dejando caer una lágrima acumulada en mi ojo izquierdo, que se escurrió por mi nariz hacia el otro lado y murió en mi brazo, humedeciendo la sudadera. "Voy a dejar de decir "Adiós", suena como si nunca más fueras a ver a esa persona" resonó en las paredes de mi imaginación.

De un momento a otro el salón estaba lleno de gente, oía el murmullo pero no quería salir de mi momento para averiguar qué decían. Solo estaba yo y mis recuerdos, y en realidad Nate también, la calidez que me daba su presencia, me acompañaba, era como si pudiera tener y además sentir, a mi propio ángel de la guarda. Por esa razón no me había ido a otro lugar, sabiendo que podía hacerlo cuando quisiera, que podría estar quizás en la habitación de Maya una vez más, y otras, pero me quedaba por su calor, temerosa de perderme en un frío pensamiento que haría caer la noche en mi interior y me sucumbiría al exilio social.

Sentí el roce lento de sus ásperos dedos en los míos. Sabía que tarde o temprano debía "despertarme". Reticente, abrí los ojos y me encontré cara a cara con él, que había imitado mi posición y me observaba. Nos miramos fijamente a los ojos, encontré apoyo en los suyos, y entrelacé nuestros dedos agarrando su mano. De repente quise llevármelo, cerrar los ojos y arrastrarle a otro lugar conmigo, solos, y lo intenté, pero fallé: aparecí sin haberlo querido en mitad del puente de la torre, yo sola.

Suspiré decepcionada y me aparté de la carretera por si acaso, caminando hasta un extremo del puente, respirando la humedad que emergía del Támesis. Llegué al borde, que me quedaba a la altura de la cintura, y me incliné hacia delante apoyando los antebrazos para mirar la profunda oscuridad del río. Eso junto con el sonido de las aguas, de alguna forma, me daba un poco de paz.

-Quiero tirarme-soltó Maya sin más a mi derecha.

-¿Qué? ¿Por qué?-Me alarmé y la cucharada de helado que había cogido de mi pequeña tarrina de Kinder se quedó a medio camino de mi boca.

-¡Por nada!-Se le escapó una risita al ver la expresión de mi rostro-. Solo quiero saltar.-Se encogió de hombros y metió un dedo en mi tarrina para comer un poco. No me importó, siempre lo hacía.

Me incliné hacia delante y observé el río. Hice una mueca y tragué saliva, la oscuridad que invadía el agua con la luna me daba miedo.

-Siempre que estoy al borde de un puente, o de un acantilado, presa, lo que sea-explicaba mirando al horizonte-, no puedo parar de pensar en saltar. Todo el rato, es como "¿y si...?"

Prohibidos: Esclavos del tiempo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora