Traición

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Jason: 

Jamás me había sentido tan feliz como en ese momento. Ahí estaba yo, recostado en el sofá con Jules a mi lado, viendo una película. Bueno, viendo es un decir, porque cada minuto me preguntaba: "¿Y ahora? ¿Qué va a pasar? ¿Por qué hace eso?".

Me reía por dentro, aunque ninguno de los dos había visto la película antes, ya me imaginaba que esto iba a pasar. Era su costumbre, una de esas manías que siempre me sacaban de quicio. 

No podía evitarlo, su ansiedad la superaba, y su empatía también. Sufría como si fuera la protagonista, protestando y quejándose de que no era justo lo que sucedía en la trama.

Yo, como siempre, solo le respondía: "Jules, espera... mira la película". O a veces, para calmarla, le decía que tenía razón, solo para poder seguir viendo la escena.

Detestaba esa parte de ella, pero al mismo tiempo me hacía reír. Lo había hecho toda su vida, y ahora, verla tan inmersa en la pantalla, tan desesperada por lo que iba a suceder, me parecía adorable. 

Este momento era especial, no porque estuviéramos viendo una película, lo habíamos hecho miles de veces en todos estos años. Lo diferente era que ahora la tenía en mis brazos, pegada a mí, sintiéndola tan cerca.

Era una sensación tan increíble que ni siquiera podía explicarla ni entenderla por completo, pero si tuviera que resumirlo en una palabra, sería "felicidad". La felicidad absoluta.

Jules se quedó dormida en mis brazos. Sonreí al contemplarla. Era hermosa... totalmente perfecta. La abracé un poco más fuerte, dejé un beso en su cabeza y cerré los ojos, repitiendo en mi mente una y otra vez: "Gracias, gracias y gracias". Esta noche, yo era el hombre más feliz del mundo.

 Esta noche, yo era el hombre más feliz del mundo

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—Descansa... —escuché susurrar en mi oído, seguido de un suave beso en mi frente.

Estaba demasiado cansado para abrir los ojos, apenas consciente del mundo a mi alrededor. 

Sentí que el sofá se volvía más cómodo de repente, como si alguien me hubiese acomodado mejor. Extendí la mano instintivamente, buscando a Jules, dándome cuenta de que se había levantado.

Seguramente se estaba yendo a su cama, y yo no quería que se fuera.

—Ven aquí —murmuré, todavía medio dormido, sin soltarla del todo.

—Shh... solo descansa, y no olvides desayunar —susurró, soltándose de mi mano con cuidado.

Quise decirle algo más, pedirle que no se fuera, pero el cansancio era abrumador. No sabía si estaba soñando o si todo era real.

La sensación cálida de su mano escapando de la mía me dejó con un vacío, pero mi cuerpo se negaba a seguir luchando contra el sueño.

—¡Despierta! ¡Ahora! ¡Y vístete! —la voz de Rachel irrumpió en la sala, arrojándome una camiseta que me golpeó en la cara.

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