Día 24: cockwarming

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Aquella noche era especialmente calurosa, incluso teniendo el aire acondicionado a diecinueve grados, vistiendo solo con un par de bragas, Liv estaba empapada de sudor.

Mientras tanto, su marido dormía plácidamente a su lado, ajeno a la tortura térmica por la que su mujer pasaba. Liv frunció el ceño, no permitiría semejante injusticia en su cama.

Rodó hacia el otro extremo, paseando las manos a lo lardo del pecho de Onyx. El dragón, a diferencia de ella, no vestía nada, ni siquiera las joyas de los cuernos. La cola le caía al suelo por el borde.

—¿Liv? —susurró en voz grave, tumbándose bocarriba. La bruja no desaprovechó la oportunidad, tumbándose sobre él. Él no mostró queja alguna—. ¿Qué ocurre, cariño?

Pero no respondió, por el contrario, lo besó en los labios de manera torpe y acelerada, introduciendo la lengua en un intento de saborearlo desde dentro.

—Liv... —jadeó tomándola del cabello, profundizando el beso.

Los dedos de la rubia le trazaron hasta la última curva del rostro, bajando por el cuello hasta regresar al pecho, en esa ocasión, jugueteando con sus pezones erectos. Onyx arqueó la espalda, gimoteando.

Un escalofrío la sacudió al sentir las uñas de su esposo deslizándose a lo largo de la espalda, acariciándola ahí donde tanto le gustaba y acercándose peligrosamente a su culo. Un incendio se le desató en el pecho, el plan no iba acorde a lo planeado, debía recuperar el control de la situación.

Se incorporó a regañadientes, sentándose sobre la entrepierna. A duras penas logró contener un gemido cuando la erección presionó contra su coño. Solo las bragas se interponían en el camino de la polla de Onyx. Los sentidos se le nublaron ante la idea de que la penetraran con violencia, aunque recuperó la compostura.

Comenzó a moverse en pequeños círculos, frotándose. Él jadeó, cubierto de sudor. La tomó de los pechos, masajeándolos cuidadosamente hasta arrancarle varios gemidos de placer. Sin embargo, Liv lo tomó de las manos, guiándolas hacia sus caderas. Onyx la sostuvo, acompañándola en todos los movimientos.

—Muy bien, dragoncito. Qué buen chico —dijo disfrutando de los sonidos emanando de Onyx. Para ella no había una mejor música—. Ahora, a dormir.

Se quitó de encima en un abrir y cerrar de ojos, tumbándose en el otro extremo de la cama, asegurándose de darle la espalda. Una sonrisa maligna le curvó los labios al dejarlo perplejo, abandonado a su suerte.

—¿Liv? —Onyx la apresó entre los brazos, boquiabierto—. ¿He hecho algo mal? ¿Te he hecho daño? ¿Te has sentido incómoda?

—No, no, nada de eso —le dio un beso fugaz en la mejilla—. Solo te he visto muy cómodo y quería molestarte un poco.

El dragón tragó.

—¿Eso significa que no vamos a continuar?

—Efectivamente —se acurrucó abrazando la almohada—. Buenas noches, cariño.

Onyx bufó, sin comentar nada al respecto. Se levantó de la cama y se encerró en el baño, terminando a solas.

Liv concilió el sueño con un cálido sentimiento de victoria en el pecho.  

Kinktober 2024.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora