Bajo el mismo horizonte

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El atardecer tiñó la carretera de tonos cálidos, con un silencio solo roto por el sonido rítmico de las ruedas sobre el asfalto. Ishigaki Koutarou sentía su respiración acompasada con el movimiento de sus piernas mientras entrenaba solo, perdido en sus pensamientos, hasta que esa extraña y familiar sensación le erizó la piel. Al girar ligeramente la cabeza, lo vio: Midousuji Akira, acercándose como una sombra larga y serpenteante.

—¿Entrenando a esta hora, Ishigaki-senpai?—su voz llegó flotando en el aire, estirando las palabras como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Ishigaki apretó el manillar. Sabía que con Midousuji nada era casualidad. Pedalear juntos nunca era solo una coincidencia. Pero esta vez, había algo más en el aire. Algo que le tensaba el pecho más allá de la competencia habitual.

—Midousuji—respondió, sin molestarse en ocultar su irritación—. ¿Otra vez con tu retorcida persecución?

Midousuji soltó una risa suave, sin la habitual dureza en su tono. Se acercó más, invadiendo su espacio personal de una manera que resultaba sofocante, pero extrañamente magnética.

—Sabes que no es una persecución, senpai—dijo Midousuji, inclinándose hacia él mientras ambos seguían pedaleando—. Si tú no quisieras, ya me habrías dejado atrás. Pero siempre me permites alcanzarte. ¿Por qué será?

Ishigaki intentó ignorarlo, pero las palabras de Midousuji tenían un filo. Había algo en esa forma de hablar, en esa sonrisa torcida, que lo hacía vacilar. Y aunque odiaba admitirlo, no era solo por la competitividad. Algo más lo mantenía atado a ese juego entre ellos.

—No te hagas ilusiones—murmuró, acelerando el ritmo para poner distancia entre ambos. Pero Midousuji no lo dejó escapar tan fácilmente. Pedaleó a su lado con una fluidez casi natural, como si siempre hubiera pertenecido a ese lugar exacto, a esa cercanía.

—Senpai...—Midousuji alargó la palabra, casi en un susurro, con una entonación que hizo que la piel de Ishigaki se erizara—. Siempre tan serio. Siempre pretendiendo que no disfrutas esto tanto como yo.

Ishigaki frenó bruscamente, su respiración acelerada, pero no solo por el esfuerzo físico. Midousuji también se detuvo, mirando a su "senpai" con una expresión que ya no era solo la de un rival que lo desafiaba. Había algo en sus ojos, una intensidad extraña, como si estuviera buscando una respuesta que Ishigaki no estaba listo para dar.

—¿Qué es lo que realmente quieres, Midousuji?—preguntó Ishigaki, su voz más firme de lo que esperaba, aunque su corazón latía con fuerza.

Midousuji dejó de sonreír por un momento. Sus ojos recorrieron el rostro de Ishigaki, como si estuviera evaluándolo, estudiando cada pequeña reacción. Luego, inesperadamente, dejó caer su bicicleta al suelo y dio un paso hacia él, rompiendo la barrera de espacio que quedaba entre ambos.

—Lo mismo que tú—respondió Midousuji, esta vez en un tono bajo, más suave, pero cargado de una electricidad que Ishigaki no podía ignorar.

La distancia entre ambos se redujo a apenas unos centímetros. Ishigaki podía sentir la respiración de Midousuji mezclándose con la suya, y algo en su interior se rompía, como si una verdad que había intentado ocultar durante demasiado tiempo saliera a la superficie. No era solo la competencia lo que los había mantenido tan cerca todo este tiempo. Había una tensión mucho más profunda, una que no quería reconocer pero que se sentía imposible de ignorar en ese momento.

—No somos iguales—insistió Ishigaki, aunque su voz sonaba débil incluso para sus propios oídos. No podía apartar la vista de Midousuji, de esa expresión que ya no era de burla, sino algo más cercano... algo más personal.

Midousuji inclinó ligeramente la cabeza, con una suavidad inusual. Sus ojos se entrecerraron, y por un momento, esa sonrisa serpenteante desapareció por completo. Estiró una mano lentamente, rozando con los dedos la mejilla de Ishigaki. El contacto fue tan ligero que casi parecía un espejismo, pero el impacto fue inmediato.

—Quizás... no somos tan diferentes como te gusta pensar—susurró Midousuji, sus dedos bajando suavemente por el cuello de Ishigaki, deteniéndose justo donde su pulso latía con fuerza.

Ishigaki cerró los ojos por un instante, intentando ignorar el calor que crecía en su pecho, intentando ignorar el temblor en sus manos. Pero no podía. Porque, en el fondo, lo sabía: parte de él siempre había estado corriendo tras Midousuji, no solo para ganarle, sino porque había algo más que lo arrastraba hacia él.

—Tú... siempre haces esto—dijo Ishigaki, su voz rota, entre rabia y algo más que no quería nombrar—. Juegas conmigo.

Midousuji rió suavemente, su respiración rozando el oído de Ishigaki.

—Porque me gusta ver cómo intentas escapar de lo que sientes. Pero no puedes, ¿verdad, Ishigaki-senpai?

Ishigaki abrió los ojos, encontrándose de frente con esa mirada, y supo que ya no había vuelta atrás. Midousuji había cruzado todas las líneas, pero lo peor era que él también lo había permitido. Tal vez siempre lo había deseado.

Sin pensarlo más, agarró a Midousuji por la muñeca, alejándolo bruscamente de su rostro, pero no lo soltó. Ambos quedaron allí, respirando con dificultad, la tensión palpable en el aire, como si todo estuviera a punto de romperse.

—Esto no es una carrera que puedas ganar, Midousuji—dijo Ishigaki, sus palabras llenas de una determinación rota.

Midousuji inclinó la cabeza, su sonrisa volviendo, pero esta vez era diferente. Era suave, casi... genuina.

—Ya la gané, senpai—susurró, acercándose de nuevo, con una dulzura inesperada en su mirada—. Porque tú sigues aquí, conmigo.

Ishigaki no respondió, porque sabía que, en el fondo, Midousuji tenía razón.

Ishigaki Koutarou x Midousuji Akira blWhere stories live. Discover now