Capítulo 40 | Nada estará bien

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—¿Qué demonios, Aaron?

—No te enojes con el, pequeño.

—¿Qué hace el traidor de Jackson aquí? —Dijo Dalton.

—Oh, yo te conozco, eres el que me dio un aventón —Jackson ladeó una sonrisa y le dio un asentimiento de cabeza.

Qué Matias y Jackson estén en su casa, hace que la situación sea desagradable, sobre todo porque es el tipo que lo secuestró y que casi mata a Caleb y a Tobias. Entonces, ¿Cómo es que justo ahora está parado frente a él como si nada? Ángel estaba tan enojado que ni siquiera podía mantener la maldita calma. Se quedó viendo a Matias y este hizo lo mismo.

—Hemos venido a cenar con ustedes, la Bestia nos ha invitado —El pequeño miró a su hermano. ¿Qué podía decirle? No hizo más que alejarse hacia las tumbonas para calmarse, Oliver lo siguió y se sentó junto a él.

—¿Qué sucede, mejor amigo? Quiero entender qué es toda esa tensión.

—Ese es el tipo que me secuestró hace unos meses y Jackson es un traidor y su mano derecha. Esto es una completa mierda y no sé qué hacer.

—Pequeño, ¿Podemos hablar? —Le dio una mirada a su amigo y este entendió a la perfección —¿Qué te parece mi trabajo? ¿No crees que lo he hecho bien? A mí se me hace que estás odiándome mucho más que antes.

—¿Qué es lo que intentas hacer?

—Quiero dejarte sin nada. Me hice la pregunta mil veces, ¿Sabes? ¿Qué podía hacer para que sufrieras? Bueno, creo que eso me llevaría a quitarte todo y a tu querido hermano. Eso es lo que más te destrozaría, así que he hecho eso, quitártelo. Déjame decirte que no vas a recuperarlo nunca, y los demás terminarán del mismo modo. Te dejaré solo, en una penumbra y sintiendo el vacío. No voy a matarte porque eso sería demasiado fácil, es preferible quitarte lo que más quieres.

Sí, ese es el Matias que recuerda. Desvió la mirada para no ocasionar ningún tipo de problema. Sin embargo, estaba acabando con su paciencia.

—No vas a poder conseguir hacerme nada porque ahora la Bestia está de mi lado, sabes lo que eso significa, ¿No? Yo diría que estás perdiendo. Te dejaré solo.

—Yo dudo mucho que ganes, Matias.

—Bueno, yo ya gané —Y ladeó una sonrisa. Se fue acercando más al pequeño y este le miró fijamente —. Dejarte sin nada será solo un comienzo. Vas a sufrir porque ya debiste de darte cuenta que perdiste a la Bestia.

—No lo he perdido.

—¡Bestia! Hazlo —Ángel vio cómo este se sacaba el arma y comenzaba a matar a los hombres del pequeño. Este no hizo nada, pero le dejaba en claro que sigue las órdenes de Matias —. Él ya no está contigo, ahora está de mi lado.

Aquel momento fue sin duda el más desesperante. La cena fue servida y no podía sentirse más enojado que nunca. ¿Por qué está compartiendo la mesa con esos imbéciles? Los chicos estaban igual, ni siquiera sabían cómo comportarse ante la situación porque Aaron no estaba consciente de lo que hace.

—Ustedes deberían de estar de mi lado también, así todo sería mucho más fácil.

—Púdrete, imbécil.

—Vamos, pequeño, no tienes que ser así.

Ángel se puso de pie de inmediato y le dio un golpe a la mesa que hizo sobresaltar a Adriel y a Dalton. El pequeño se sacó el arma y le apuntó a Matias, pero Aaron se levantó también e hizo un movimiento que lastimó a su hermano para quitarle el arma, dejándolo sin ella. Luego el alto lo abofeteó con fuerza, tanta que rompió su labio inferior y lo dejó adolorido.

La verdad es que se sorprendió por ello y ni siquiera supo qué decir y cómo reaccionar ante esa situación.

—No te atrevas a volver a hacer lo que hiciste —Lo tomó del cabello y estampó su rostro contra la mesa. Los demás se levantaron y Aaron les dio una mirada, donde claramente les advierte no meterse. Ángel cayó al suelo, llevando su mano a su rostro y viendo esta llena de sangre por su nariz. Levantó la mirada, viendo a su hermano, a aquel que ya no parece estar ahí.

Matias estaba ladeando una sonrisa, sabiendo que sí, en efecto, quizás había ganado y él había perdido. No supo qué hacer, se quedó por varios segundos tirado en el suelo.

—Ari... —No podía llorar, y menos delante de todos ellos, así que se puso de pie y se tragó el nudo como pudo.

Volvió a tomar asiento despacio, sabiendo que todo estaba demasiado mal y que no ganaría, por lo menos no contra su Bestia, no contra alguien como él. Y, si gana, tendría que destruirlo y deshacerse de él para siempre. ¿Cómo podría hacer eso? Bajó la mirada y miró su mano llena de sangre. No sabía qué hacer, porque aunque ahora está paralizado, sabe que tiene que hacer algo al respecto.

—Perdiste —Le dijo de nuevo Matias —Vámonos, Bestia. Debemos hacer algunos trabajos.

—No, no puedes llevártelo.

—Puedo si quiero. Gracias por la cena, ha estado todo delicioso.

Se pusieron de pie y comenzaron a alejarse.

—¡Ah, se me olvidaba! Toma a Dalton.

—¿Qué?

—No, no vas a llevártelo —Y se puso en el medio para que Aaron no lo tomara —. Aléjate, Bestia. ¡Te ordeno que te alejes! —Aaron lo tomó del cuello y lo lanzó contra el suelo, lastimándolo. ¿Qué? ¿Cómo que no funcionó?

—Ah, se me olvidaba, también le quité el dispositivo de la obediencia. Ahora me obedece a mí. Dudo mucho que puedas contra él. Sé que eres el único que puede destruirlo, ¿Qué harás, pequeño? Debes tomar una decisión —Y soltó una pequeña risa.

Ángel solo escuchaba los gritos de Dalton mientras que se lo llevaban arrastras. No pudo hacer nada, ni siquiera los demás ni Adriel. Sus novios se acercaron al pequeño para ayudarle a ponerse de pie, pero estaba tan lastimado que Rey tuvo que cargarlo y llevarlo a la habitación. Este estaba en silencio, puesto que estaba muy herido, no solo físicamente, sino emocional. ¿Por qué le hacen esto?

Le dijo a todos que salieran de la habitación y lo dejaran solo y, cuando esa puerta se cerró, Ángel comenzó a soltar sollozos que lo rompían cada vez mas. Consiguió la manera de hacerle mucho daño, quitarle a su Bestia y a todos, fue una jugada buena, sobre todo si quería lograr ese resultado. No podía parar de llorar, su corazón dolía horrores y no sabía cómo detenerlo. El dolor se extendió por todo su cuerpo y comenzó a sentirse muy mal.

Cuando salió de la habitación, Oliver se le acercó y lo abrazó con fuerza.

—Estoy aquí, mejor amigo, todo estará bien.

—No, Oli, nada estará bien. Si mi Bestia no está, nada está bien. Ahora es un enemigo. Solo me quedan dos opciones: destruirlo, o dejar que él me destruya a mí.

Se alejó de él, queriendo ir al jardín para pensar un poco. Sus pensamientos eran tan intrusivos que no lograba procesar todo lo que pasó, fue tan repentino todo que no pudo asimilar el hecho de que su vida se arruinó tan pronto. ¿Nunca tendría una vida feliz con su Bestia? Al parecer lo que ha pasado solo le demuestra que no, que no será así.

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