Eterna espera

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En las frías noches, donde la soledad se sentía aún más, solía preguntarme si alguna vez alguien me amaría.
Me preguntaba si alguien podría amarme con la misma magnitud con la que yo te amé.
Lo cierto es que me gustaría que esa persona fueras tú, pero mi anhelo se evapora con el tiempo, al ver que tus ojos jamás se encienden por mí.
Sentía mi alma doblegarse, y el poco respeto que me tengo me hacía conformarme con mucho menos de lo que merecía.
Cosas pasaron que me hicieron llegar a la conclusión de que en realidad mucho no merecía, tal vez, como mucho un vano "te quiero" de alguna persona que haya conocido hace un mes.
Fui mala, lo sé, pero no fue mi intención. Ahora el alma me pesa infinitamente, y siento que el dolor aumenta.
Las cosas no parecían mejorar, el único cambio que hubo durante siete años en mi vida fue que cada vez me sentía más cansada, las ganas de vivir se agotaban, y me temo que en poco tiempo ya no quedará nada.
"AMOR" no sé qué es lo que en realidad signifique esa palabra, es decir, lo sentí, pero no tuve la oportunidad de vivirlo. Podría describirlo como sentir que tu corazón sale por tu boca cuando lo ves pasar, o sentir que tu mundo se derrumba cuando ves triste a esa persona, o tal vez es cuando uno siente que podría vivir y morir mil veces por esa persona.
O al menos eso fue lo que yo sentía por él, aunque el decir "sentía" es algo incorrecto, porque creo que aún queda un poco de amor por él en mi lúgubre corazón.
Durante cuatro años tuve que verlo desde lejos esperando que en algún momento sus ojos brillarán por mí.
O al menos ser motivo de alguna de sus tantas hermosas sonrisas.
Nunca entendí del todo al amor, no entendía porque nunca podía ser correspondido.
Es decir, me gustaría ser amada algún día, no sé si lo merezca, pero intento merecerlo y nada parece funcionar.
No era linda como las demás, por supuesto, pero creía ser graciosa y amable, pero con eso no basta.
Debía tener un buen cuerpo, un rostro perfecto e irradiar carisma. Pero yo no era así, y no podía fingir serlo.
Aunque, por supuesto, debo confesar que sí lo intente, pero me dañe demasiado, aunque eso no importaba mucho en realidad.
Toda mi vida me he hecho daño a propósito y sin querer también a los demás.
En verdad estaba arrepentida, entonces y ahora.

El susurro de las palabras Donde viven las historias. Descúbrelo ahora