Take It.

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El ruido del paddock comenzaba a apagarse, como un eco lejano después de horas de intensa actividad. Los mecánicos terminaban de ajustar los autos, la luz del atardecer se filtraba entre las sombras de los hospitality, y el aire olía a gasolina y las emociones de victoria, pero también cansancio. El bullicio de las entrevistas y los flashes de las cámaras iban quedando atrás mientras los pilotos se retiraban de sus equipos, intercambiando algunas palabras rápidas con sus ingenieros y compañeros.

Max Verstappen, sin embargo, permanecía en silencio. Había sido su GP en casa, una carrera intensa, de esas que parecían exigir todo el cuerpo y el alma. A pesar del resultado, la adrenalina que aún corría por sus venas empezaba a mezclarse con el agotamiento.

Se apartó ligeramente del ajetreo, apoyándose en una pared, observando desde la distancia cómo todo el mundo parecía seguir girando a su alrededor.

—¿Estás bien? —Una voz familiar y cálida lo sacó de sus pensamientos.

Max levantó la vista, encontrándose con los ojos oscuros de Sergio, esos ojos marrones con un toque de verde que siempre le transmitían calma. Llevaban tres años juntos, pero a veces todavía no podía creer lo fácil que era sentirse seguro con él, incluso en medio de un caos como el que siempre era el final de una carrera.

—Solo cansado —admitió, dejando escapar un suspiro, sin intentar ocultar su agotamiento.

El mayor sonrió levemente, con ese gesto que siempre hacía que el corazón de Max se acelerara un poco. Había algo en su expresión que decía "te entiendo", sin necesidad de muchas palabras. Sergio era así, siempre atento, siempre cuidadoso.

Mientras otros pilotos hubieran seguido celebrando o hablando de la estrategia, él se quedaba a su lado, consciente de lo que necesitaba en esos momentos.

—Ven, vamos a alejarnos de todo este ruido un rato —sugirió el mexicano, colocando una mano firme pero gentil en el hombro del rubio. Max asintió, agradecido.

Sin dudarlo, dejó que Sergio lo guiara lejos del bullicio, hacia uno de los remolques más apartados del paddock.

A su alrededor, todo el equipo seguía trabajando, pero ahí, donde estaban ellos dos, el mundo se reducía a algo mucho más simple. Un pequeño espacio donde podían ser solo Max y Checo, sin presiones, sin expectativas.

El neerlandés se dejó caer en un sofá dentro del remolque, pasando una mano por su rostro mientras sentía su cuerpo finalmente relajarse.

—Toma, necesitas beber algo —Sergio le pasó una botella de agua, sentándose a su lado.

Max tomó la botella, agradeciendo el gesto con una leve sonrisa. Bebió un largo trago, sintiendo cómo el líquido frío calmaba su garganta seca. El calor del día y el desgaste de la carrera aún pesaban sobre él, pero estar con su novio siempre lo hacía sentirse mejor.

Era como si, al estar a su lado, todo lo demás dejará de ser tan importante.

—Siempre sabes qué necesito —dijo Max, su voz apenas por encima de un susurro.

Sergio rió suavemente, inclinándose hacia él. —Es parte del trabajo, ¿no? —bromeó, aunque ambos sabían que iba mucho más allá de eso.

El silencio entre ellos era cómodo, como siempre lo había sido. Max apoyó su cabeza en el hombro de Sergio, cerrando los ojos por un momento, dejándose llevar por la sensación de tranquilidad que le ofrecía su compañía. En esos momentos, después de la adrenalina y el agotamiento, lo único que deseaba era estar cerca de él, sentir su calor, saber que no estaba solo.

El mexicano comenzó a acariciar su cabello suavemente, un gesto que ya se había vuelto habitual entre ellos, pero que nunca dejaba de hacer sentir a Max querido y protegido. Aunque solía mostrarse fuerte y decidido frente a los demás, con su novio podía permitirse ser vulnerable, dejar que el peso de las emociones del día se desvaneciera.

I Got You | ChestappenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora