11. Un corazón roto termina con un beso de otro

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Llegó el fin de semana, lo que significaba que la dichosa fiesta de Elijah comenzaría. El rubio era conocido por hacer las fiestas más exclusivas y memorables entre los universitarios. La verdad no entendía el por qué, porque de exclusiva no tenía nada. Todos los universitarios de nuestra carrera iban al igual que el de todas las facultades.

La semana había pasado tranquila, Charlie y yo salíamos por las tardes a caminar o unirnos a jugar con los chicos al tenis, aunque nadie me quería en su equipo porque era malísima, y no solo con tenis sino con todos los deportes del mundo. No era nada atlética, tenía dos píes izquierdos.

Cada vez que terminábamos de jugar jadeaba como un perro viejo, parecía que me iba a dar algo. Era lamentable, la verdad, pero me la pasaba pipa jugando con mis amigos.

Todos mis amigos eran naturalmente buenos jugando, pero Elijah, Ana, Calvin y Levi vivían el deporte como si fuesen los olímpicos. Eran demasiado competitivos y muy buenos en casi todos los deportes.

Charlie no decepcionaba tampoco. Si bien el basquet no era su fuerte, el tenis sí. El desgraciado jugaba como Rafael Nadal. El pobre me había aceptado en su equipo y me había enseñado lo básico. Sentí pena por él porque yo era un caso perdido.

Levi había intentado muchas veces que aprendiese pero simplemente era mala.

Recuerdo que una vez su familia nos había invitado a jugar tenis cuando todavía estábamos juntos y pasé muchísima vergüenza.

Daichi era buenísimo en el tenis y los padres también, yo era la única que no lo era. Pero bueno, la vergüenza no fue porque jugase mal, la vergüenza la pasé porque me había caído intentando darle a la pelota, me sangró tanto la rodilla que me desmayé del susto. En fin, cositas de la vida.

Desde esa noche, me había enterado de tres cosas. La primera era que mi hermano había amenazado a Charlie con romperle las piernas si no se alejaba de mi, la segunda que Levi, Elijah y Calvin se habían emborrachado en la bodega aquella noches y por último, que Jimin pasaba muchas horas en la habitación de Levi. ¡A puertas cerradas!

No quería verlo y él no parecía hacer el intento de acercarse a mi. Nos habíamos distanciado.Me dolía, lo odiaba. Pero claro, un corazón roto no significa dos rotos.

Había habido momentos en el que ambos nos habíamos quedado solos pero ninguno decía nada y siempre Jimin aparecía sonriéndole. Yo tampoco me estaba quedando sentada llorando a que algo pasara. Estaba continuando con mi vida. Me pasaba la mayoría de las tardes con Charlie y había logrado unirlo al grupo. Calvin no parecía contento pero le había dicho que era peor si lo veía tras sus espaldas.

Sentía la necesidad de hablar con Levi porque no quería perderlo pero me había dado cuenta que tampoco podía ser su amiga porque todavía me gustaba y me hacía daño verlo con otra. No podía ser objetiva si mis sentimientos nublaban mi juicio. No quería perderlo pero lo bueno sería distanciarme de él hasta que pudiese apoyarlo como era debido. El problema era que no sabía si podía hacer eso.

Hoy había bajado a la ciudad con Elijah para ayudarle a comprar todo para la fiesta, en el pueblo no había lo que él buscaba. Que siendo sincera, no tenía idea que buscaba. El rubio compró tanto alcohol que casi me desmayo cuando la cajera dijo el monto. Él no parecía sorprendido. Pagó sin pestañear. Luego de eso nos fuimos a por un bubble tea porque ya era tradición nuestra.

De camino a casa, Elijah soltó lo que tanto sabía que quería saber. Llevaba mordiéndose la lengua muchos días y no era típico de él.

— ¿Lee, qué pasó entre Charlie y tú ese día?— con las manos en el volante volteó a mirarme— ¿Y qué mierda pasó entre tú y Levi? Está muy tranquilo y me da terror. No tranquilo bien, sino tranquilo voluntarioso.

Aunque te hayas ido (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora