36. UTOPIA DISTORCIONADA

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La brisa de verano se extinguió paulatinamente y las mañanas de septiembre se volvieron más templadas conforme el tiempo avanzaba. Detesta los extremos del clima y algo que debe destacar es el nuevo ambiente donde se encuentra rodeado de vegetación y una acogedora templanza, la cual le ha servido como una terapia de relajación física y mental para olvidarse de todos los conflictos en su vida. Le servía también para reflexionar e indagar en su futuro, sin descartar todas las posibles consecuencias que le traería su nueva realidad.

Cuando era niño solía imaginar cómo sería su vida adulta. Creía que conocería a un apuesto y gentil alfa del cual se enamoraría y se casarían por amor, compartirían una unión emocional y tendrían hijos después de encontrar una casa la cual sería su hogar y donde vivirían felices para siempre. Nadie podía cuestionar su imaginación en aquél entonces pero si le hubieran advertido al menos que se trataba de una ilusión utópica, no hubiera crecido con la absurda idea de encontrar al amor de su vida.

Su pareja predestinada. Había escuchado sobre ello alguna vez. Aquella conexión entre dos almas opuestas que se encuentran para complementarse y volverse uno mediante la mordida en el cuello. La sensación aparecía desde el primer encuentro, bastaba con mirarse a los ojos para saber que eran el uno para el otro y la unión se volvía eterna cuando consumaban el acto carnal para poder marcar al omega. Después de eso, todo ere felicidad.

O eso era lo que había entendido. Jaeryn solía contarle historias con un felices por siempre al final. Y como un indefenso infante, le creyó cuando le dijo que las historias de amor eran reales mas no para todos.

Jimin siempre deseó no ser parte de ese todos. Pero el curso de su actual realidad estaba abriéndole nuevas ideologías, éticas y morales.

Corrió dentro de la casa rumbo a la habitación y abrió el armario tan rápido como sus manos se movían buscando una prenda que fuera de su gusto, que tuviera lo que necesitaba.

Encontró camisetas, pantalones, también cobijas, pijamas y mantas pero ninguna de ellas era de su agrado ya que su propio aroma se había apoderado de cada una de las telas. Lo cual volvía el asunto más asfixiante y desesperante. Decidió que nada le serviría y se giró sobre sus talones para ver la cama tendida, sin pensarlo arrojó las prendas al suelo dejando el armario desordenado y se metió dentro de las sábanas.

Su nariz olfateó con insistencia buscando el aroma que necesita pero todo lo que podía oler era el suyo propio. Pensó que era absurdo no poder discernirlo ya que habían dormido juntos anoche y tal vez el hecho de que haya dormido un poco más no sea el motivo por el cual sólo siente su aroma y no el del alfa.

Pero realmente necesita sentirlo ya o todo lo que había comido acabaría en el retrete otra vez.

Y pensando en el retrete, se dirigió al cuarto del baño corriendo nuevamente con la intención de encontrar la toalla que había usado luego de bañarse hoy en la mañana.

Su alivio fue inminente una vez que la encontró y se llevó la toalla a su rostro inhalando profundo para llenarse de él. El inconfundible olor a menta fresca inundó sus sentidos y extinguió aquella necesidad de vaciar su estómago.

Tomó caladas del aroma que calma sus instintos sólo para asegurarse de que su cuerpo quede satisfecho, así que podía pasar toda la tarde con la toalla del alfa envuelta a su cuello como si fuera una bufanda.

Se tomó su tiempo. Sonriendo al pensar que lo necesita y cada vez que no está a su lado lo echa de menos, porque ultimamente se acostumbró a él.

La presencia de Agust se había vuelto indispensable desde que lo conoció. La forma en la que le hace sentir, los gestos de amor, la atención que le brinda, los cumplidos y detalles que siempre le da. Simplemente estaba enamorando al omega tan fácil que le sorprende que en tan poco tiempo haya desarrollado una especie de apego por él.

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