3: La guerra de los Joysticks

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Gael

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Gael

Me siento al lado de la mesa junto con Cohen y Lucca luego de las indicaciones del Señor Ibrahim. Por la vergüenza me decido a no contarle lo sucedido con Ivelle y espero con ansia a que ella salga de su cuarto para pedirle una disculpa.

La casa de los Peimbert es demasiado grande, hay habitaciones por donde quiera, decoraciones de pinturas y una estética un tanto confusa, una combinación entre lo minimalista y la creatividad de un palacio. No es que sienta pequeño en cuanto a posición social, pero sí me siento un pequeño pez en las Cataratas del Niagara. No encuentro la presencia de un jardín, sin embargo, hay flores por doquier. En la mesa, en la sala y varios floreros pequeños en los libreros, así como también en la cocina.

Las flores parecen tener algo en común, no solamente en la tonalidad de colores o el tipo de flor (del cual desconozco), sino en que todas las flores presentes en esta casa gritan un mismo nombre... "Ivelle".

—Les dejo un poquito de fruta —dice la mujer que les ayuda en casa... ¿Danna? No recuerdo el nombre. Deja una charola con manzana, melón y jícama sobre la mesa y le agradezco de manera amable.

Cohen y Lucca toman algunos platos y comienzan a servirse la fruta, estiro mi mano para alcanzar uno de los platos y escucho los delicados pasos de una bailarina caminar por las escaleras.

La figura de Ivelle aparece de pronto, lleva una ropa demasiado cómoda, shorts de cuadros rosas que parecen de pijama y el mismo suéter café con el que la vi en su habitación, parece haber lavado su rostro y se ha recogido el cabello haciendo que la silueta de su mandíbula se marque y sus pómulos resalten...

Es tan bonita...

Escucho las patitas de Lottie y la veo llegar a los pies de Ivy, que anda descalza y me sorprende la capacidad de presencia que deja sobre los lugares en los que se para.

Con tacones o descalza... pisa igual de fuerte.

Salgo de mi trance admirador cuando noto su roja mirada sobre mí, su ceño fruncido y su gesto de odio. Me mira unos cuántos segundos y da la vuelta dirigiéndose a la cocina junto con Danna... (no estoy seguro que ese sea el nombre).

—Buenos días para ti también, mal educada —le dice Cohen y me gana soltar una risilla.

Las mejillas de Ivy vuelven a colorarse y me recuerda a un personaje de Disney que le gusta mucho a Nora. Una hadita que siempre que nada salía como quería se ponía roja y parecía sacar humo. ¿Cómo se llama...? ¿Timbre? No... ¿Chapa? No... ¿Tintinel? ¿Tinbell...? ¿Doorbell? ¡Tinkerbell!

—Buenos días —responde y se acerca a la charola de frutas.

—Aquí hay una silla si quieres sentarte —le informa Lucca señalando una silla a su lado. Ivelle le acaricia el cabello y sonríe de una manera demasiado dulce, lo que me hace preguntarme si algún día tendré el honor de recibir una sonrisa así de su parte.

10 de Octubre Donde viven las historias. Descúbrelo ahora