Capítulo 16.

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Me llevó en sus brazos bajo la lluvia; me sentí súper incómodo al estar en los brazos de alguien como un niño... Y más porque no sabía quién era ese alguien... El golpe me impidió abrir mi ojo y el otro estaba en llamas por el agua que entró en el, me ardía.

—¿Quién eres? —toqué su rostro como lo hacen los ciegos cuando buscan saber cómo es el físico de alguien.

—Tranquilo... Ya casi llegamos —susurró en mi cabello mojado y alborotado; dándome su calor.

Tenía una voz suave y dulce, unas manos cálidas que no tocaban más que lo necesario: mi espalda y mis piernas.

Su aliento corría mientras él caminaba lentamente para no lastimarme; mi cabeza reposó en su pecho oyendo los latidos de su corazón a mil por hora; hice un esfuerzo por abrir los ojos y lo que sentí me hizo ver llamas obligándome a cerrarlos de nuevo dejándome con la curiosidad.

Me retorcí en sus brazos activando su velocidad —¡Ya casi llegamos! —exclamó dejando escapar un gallo.

Me sentí como en un autobús a toda velocidad; me agarré a su camiseta con todas mis fuerzas por la velocidad que tomó, él al ver mi susto detuvo su carrera.

—¿Te lastimé? —preguntó agitado.

—No... —negué acurrucado en su pecho del que... Sinceramente, no me quería despegar, aún con la ceja abierta.

Sacudió sus botas pesadas en una acera algo alta y una puerta se abrió sonando una campana activando mi curiosidad al cien porciento.

—Ya llegamos —informó tranquilo y mojado al igual que yo.

Olía a café recién hecho y a pan de banquete; se oían pláticas, sorbos y cubiertos cortando trozos de algo.

—¿Esto es un restaurante? —pregunté tallando mis ojos que aún seguían irritados.

—Es una cafetería —corrigió dejándome en una silla y apoyó mis brazos en la mesa para darme equilibrio, me sentí como un títere de cuerda.

—Es lo mismo —contradije con los ojos cerrados.

Él se marchó un momento y regresó a pasos rápidos.

—No es lo mismo, en los restaurantes no sirven buen café como aquí —afirmó orgulloso.

Oí que sirvió algo en una tácita y la dejó frente a mí; sentí el humo en mi cara y el olor a café.

—No tomó café —informé recostandome en la cómoda silla.

—Es una pena... El café es lo mejor del mundo es adictivo —se oyó cómo suspiró de placer al retirar la tácita de café de mi lado.

Mordí mi labio inferior dándole palmadas a la mesa —¿Quién eres? —seguí tallando mis ojos para poder abrirlos y ver su rostro.

—Me llamo...

La voz de un señor lo interrumpió —¡Ven acá ahora mismo! —le ordenó dejar la mesa.

Y dejé de oír su voz suave. Me quedé solo con los brazos sobre la mesa con un enorme signo de interrogación dando vueltas alrededor de mi cabeza..

Volví a tallar mis ojos y logré abrir los ojos aún adoloridos —¿A dónde se fué? —miré el colorido lugar confundido y sin saber la ubicación en la que estaba.

Suspiré agotado, me levanté apoyándome en la mesa y sin querer eché el café arriba de la mesa manchando todo lo que había —¡Por Dios! —exclamé tratando de salvar algunas cosas entre ellas un cuadrito de papel que se mojó casi todo.

Bajo la lluvia Donde viven las historias. Descúbrelo ahora