Me subo al camión con una inagotable paciencia; ha llegado más tarde de lo normal. No me gusta cuando anochece, ya que no puedo ver con tanta claridad, y el oscuro paisaje me hace sentir indefensa ante posibles ataques de los depravados.
Al subir las escaleras del camión, noto que el ambiente está en silencio.
"Antes había muchas más personas, pero ahora está muy vacío".
No hay ningún ruido; son pocas las personas que van en esta ruta.
Termino de subirme al camión, apoyando mis zapatos en el piso poroso y sucio.
El conductor recibe mi dinero con una mirada seria, como si me dijera que me apure, ya que necesita continuar con su trabajo.
Me da el cambio, y giro mi cabeza para encontrar el lugar más cómodo para sentarme en este agotador día. Elijo un asiento al lado de una ventana, un lugar solitario y tranquilo.
Doy pasos ruidosos con mis zapatos negros, que emiten un chillido al rozar el crujiente piso. Los demás pasajeros me miran, tratando de disimular su incomodidad.
Ignoro sus miradas juiciosas y me siento, aunque sigo sintiendo sus ojos encima de mí.
Me pongo mis audífonos, ignorándolos, y reproduzco una canción que me relaja, entreteniéndome mientras espero un viaje largo y aturdido en este camión depresivo y silencioso.
Pasan los minutos y mi aburrimiento crece; solo sigo mirando la pequeña ventana del camión, observando el paisaje tan oscuro, iluminado por la tenue luz de los postes desgastados por los años.
También veo los carros estresados, pitando por el enorme tráfico, lleno de palabras malsonantes y discusiones entre los demás conductores. Mucha gente quiere llegar deprisa a sus hogares porque ya es de noche.
Después de un inagotable desespero, por fin el camión se libra de esa multitud bochornosa y se dirige a mi colonia, el lugar donde vivo.
De repente, el camión frena en un sitio donde, en mi mente, no había nadie esperando, y alguien sube.
Es una figura aparentemente alta, con ropas oscuras, como si se tratara de un ser espiritual.
Deja su dinero y, sin decir una sola palabra, se retira y se agarra del soporte del camión. A pesar de que hay asientos disponibles, él decide quedarse parado en medio de cinco personas.
Trato de no verlo, pero su presencia me intriga y me da un aire de misterio; quiero saber más sobre él.
Despego mis ojos de él, ya que podrían ser descubiertos por su mirada.
Él solo mira su celular, como si no le importara nadie ni nada.
Al cabo de unos segundos, me doy cuenta de que mi parada ha llegado.
Le digo al conductor con una voz firme: "Baja", y al instante me responde con una frenada del camión.
Agarro mis cosas y me bajo rápidamente, apoyando mis pies en la banqueta.
El camión cierra sus puertas, y al voltear al camión por última vez, veo los ojos del chico que me observan detenidamente.
Siento una fuerte incomodidad y miedo, porque pensaba que no era alguien importante para él y que me había ignorado, pero no despegaba sus ojos de mí hasta que el camión arrancó tras quedarse parado por 30 segundos que para mí parecieron una eternidad.
Sus ojos desaparecen de mi vista cuando el camión se aleja.
Siento un incómodo frío recorrer mi cuerpo.
Al ver el largo camino que me falta para llegar a mi casa, agarro mis cosas y comienzo mi trayecto.
Camino por las oscuras calles de mi colonia, mi cuadra, viendo las casas con poca iluminación y puertas cerradas. Solo la luz de la luna ilumina mi paso hacia casa, aunque sigo sintiendo algo extraño a mi alrededor.
Al fin entro a casa, cerrando con mis llaves, y una ola de satisfacción me invade al estar en un lugar seguro, pero todavía sigo con la sensación de que alguien me observa.
ESTÁS LEYENDO
El chico del paradero
RandomUna mini historia de intriga y suspenso que ocurre en un simple camión, común y corriente.