Prólogo

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Todo parecía perfecto.

A pesar de que mi nuevo hogar tenía el tamaño de lo que alguna vez fue el baño de mi antigua casa, eso no me preocupaba.

El hecho de tener que trabajar a partir de ahora, todos los días, tampoco me inquietaba.

Finalmente, había escapado de esa casa infernal y conseguido mi libertad. Vivir así, sola, me hacía sentir feliz.

Sin embargo...

"Te aseguré que debías vivir en silencio, como un ratón, sin que se escuchara ni siquiera tu respiración."

La voz que me hablaba era fría, y el hombre que la pronunció me miraba con desdén, como si fuera un insecto repulsivo.

"Escuché que te comportaste como una salvaje en la ceremonia de regreso del príncipe ."

Su mirada era fría y llena de desprecio, me resultaba familiar; era el mismo tipo de mirada que siempre había recibido en aquella casa.

Pero eso no significaba que estuviera bien, aunque estaba acostumbrada a ello.

"¿Cuál fue tu intención al actuar de esa manera?"

Las palabras se atascaban en mi garganta. Apenas podía respirar. Justo en ese momento, un cuadro blanco apareció frente a mí, mostrando líneas de texto.

1. ¿Cómo lo sé?

2. No tenía intención.

3. (Con un tono lamentable) Bueno... eso es...

¿Qué era esto?

Iba a preguntar, pero una opresión en mi garganta me impidió emitir sonido alguno.

La voz del hombre se tornó amenazante mientras permanecía en silencio.

"Mejor di algo."

Sentí la presión de su amenaza hasta el punto de que me ardía la piel.

Moriría si no respondía.

Sin pensarlo, presioné el número 3 en el cuadro blanco.

"Bueno... eso es..."

Las mismas palabras que aparecían en la tabla salieron de mi boca, como si fueran ajenas a mi voluntad.

¡¿Qué?! ¡¿Qué estaba sucediendo?!

Mi boca se abrió, atónita, incapaz de creer lo que acababa de pronunciar.

No podía comprender en qué tipo de situación me encontraba.

Desperté en un lugar desconocido, rodeada de personas que irradiaban una atmósfera mortal.

"Bueno, eso es lo siguiente."

El hombre, visiblemente disgustado con mi respuesta incompleta, exigió que le hablara con claridad.

Fue entonces cuando nuevas frases aparecieron en la tabla.

1. Lo siento. Prometo comportarme mejor la próxima vez.

2. Una estúpida sirvienta fue la que provocó todo el escándalo.

3. Los plebeyos me trataron mal. ¡Soy la única hija de Montclair!

No tenía tiempo para pensar en lo que estaba sucediendo.

Rápidamente elegí una respuesta que se ajustara al ambiente tenso.

Aunque no sabía nada, debía decir algo para salir de este aprieto.

"Lo siento..."

"Si esto se pudiera resolver con una simple disculpa, no estaríamos en esta situación."

El último susurro de la villanaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora